Lo siento, hoy tocaba esto:
El calor es sofocante, el sol deja caer los inmisericordes rayos de verano y el agua del pantano se calienta. El alivio está bajo los pinos, por donde corre el poco aire fresco que le queda a la mañana. Los últimos vestigios de urbanismo se hallan a unos escasos doce quilómetros de curvas, subidas, bajadas y polvo, mucho polvo. Pero a pesar de esa breve distancia, ahí abajo, en el pantano, donde la gente suele acampar en vacaciones, no pasa el tiempo igual que en el resto del mundo. No hay luz, ni muchos lujos en una tienda de campaña, solo agua potable y vacaciones, con eso sobra.
Hay baños, asadores obrados toscamente, mesas y bancos de madera de formas irregulares, naturales. La gente no necesita más, hay tiempo, tiempo libre. Y música.
En una de esas mesas, sentados uno frente al otro, dos hombres de mediana edad escuchan la melodía que surge de un transistor situado entre los dos. En toda la extensión, en todo el pantano, no parece haber nadie más que ellos, a pesar de la cantidad de tiendas de campaña y caravanas que se encuentran aglomeradas allí.
La melodía serpentea llevada por el viento, sube, baja, una voz rasgada, dañada desde lo más profundo de su ser acompaña a la guitarra, la caja y las palmas. Los oyentes, con rostros de piedra dejada a secar durante años, aferran con su mano izquierda un vaso de finito fresco y dan golpes en la mesa con la derecha, consecuentes con lo que oyen.
No ze cooomo, ay no ze. Zu’ paso descarso enl’ arena suenan calzao pa mi.
Gitana de grazia morena, descarso por ti yo voi.
Por ti, aaaaaaaaaaay por ti.
Uno de los oyentes entrecierra los ojos de un modo exagerado y nos recuerda a Clint Eastwood en su época de vaquero.
Ay, kenoma, ay kenoma, kenoma devuerto lalpargata i vi descarzo.
I no sé ay, ay que no sé’l poqque tú también vai asín.
Si yo aaaay, aaaaaaaay po ti, po ti descarzo voi.
I e por ti.
El segundo oyente se arrea un lingotazo de su vaso de finito que no llega a tocar mesa si volver a estar lleno. De la nada han aparecido jamón, chorizo, pan y un cuchillo que mantendrá lejos a los que intenten invitarse solos a comer.
¡Aiiiii! Ai, la jamba, la gamba, el camarón y el boquerón.
Ai el picoteo, po ti, to po ti, al vino le di.
Aiy, aihy en Logroño, aihy en Logroño te quieo tocá to’l...
Te quieo tocà to’lalpagata.
¡¡Aaaaaaaaaaay!!
Ese viajero ocasional que ronda estos lares, El Loco, miró la escena con un interés que trascendía las fronteras de lo paranormal. Sin lugar a dudas había música, había ritmo y arte. Pero al mismo tiempo algo le decía que no debía tomarse muy en serio lo que le había marcado la carta del día.
¿Esa carta existía? Hasta hoy no tenía ni idea que fuera así.
Haz como él, lector, encógete de hombros y disfruta de los momentos que te llegan, por absurdos que puedan parecer.
Lo malo es que el autor incluso es capaz de apreciar arte en ese tipo de música... Perooooo como no se oyen los graznidos pues está bien. Que conste que no estoy en contra del flamenco, solo en contra de escucharlo :P
Vota al partido antitaurino/ antiflamenco/ antitabaco/ antimanchas/ anticorrosion/ antipartidos/ antipersonas/ anti...guo...
Escrito por Invic a las Junio 7, 2004 10:34 PMY el famoso "DAME VENENO QUE ME QUIERO MORÍ". Yo si hubiera sido El Loco, habría salido corriendo. Mis oidos no aguantan esas cosas, ni si quiera si son escritas, los pobres se imaginan el sonido, y para que quiero más.
Pero la carta te ha salido BORDÁ
Con ese Frai Leopoldo custodiandola.
;-DDDDDDDD
Im-presionante la obra maestra de carta. Siento no poder apreciar el relato al 100% pero es que el flamenco me pone malo..
Escrito por Esgar a las Junio 8, 2004 04:35 PMTranquilos, si hay algo más de esto serán cartas, el flamenco me lo guardo para mi, sosos.
Escrito por Garuda a las Junio 9, 2004 09:51 AM