Pues sí. Gracias a ZonaLibre y este gran espacio que pone a disposición de todos, pero he decidido mudarme a WordPress. Mi dirección provisional, ésta: http://www.narux.tk (no es egocentrismo, es que no había otra).
Un chico se suicidó ayer por la mañana en la Politécnica de la UGR. Salió de hablar con un profesor y se tiró al hueco de las escaleras, o algo así. Como siempre que una se informa en Radio Patio, no podré estar segura de lo que sucedió hasta que no consulte la prensa escrita, y aún no he encontrado nada en Internet sobre el tema.
No sé las razones que pudieron llevar al chico a cometer un acto semejante, pero lo que sí sé es que hay profesores por los que uno se tiraría a donde sea con tal de evitarlos. De todos los que yo tengo este año, la gran mayoría son excelentes profesores y personas, atentos y que te tratan como se debe tratar a una persona, con respeto y amabilidad.
Mas, por supuesto, siempre está la oveja negra. Precisamente acabo de venir de hablar con ella, si es que se puede hablar con un hombre de ideas fijas, cabeza cuadrada y un ego por las nubes provocado por el hecho de ver su nombre repetido en numerosas publicaciones. Y es que resulta irónico que un tío tenga el morro de decirte que no tienes interés en la asignatura cuando tiene un tocho de trabajos, textos y esquemas tuyos, sólo por tener dos faltas de asistencia, cuando además ya le has justificado esas faltas... pero, en fin, parece que hay gente que no duerme tranquila si a lo largo del día no ha hecho valer su supuesta superioridad sobre los demás con comentarios desagradables y totalmente fuera de lugar (al menos esta vez no ha criticado la forma en la que hago las llaves de los esquemas...).
Cuando estás a dos semanas de los exámenes, lo que un profesor que te va a aprobar o suspender te diga te pesa, y mucho. Por la facultad circulan historias de profesores que no aprobaron a nadie en su primera convocatoria porque "su asignatura no se aprendía en un año", o alumnos que no pudieron aprobar una asignatura hasta que le cambiaron el profesor, y encima lo hicieron con sobresaliente. Historias que cada día me resultan más creíbles, vista la mala leche que gastan algunos de los catedráticos. Porque ya sé que el mundo universitario es distinto, que es imposible recibir la misma atención personalizada que en el Instituto, que no soy más que dos apellidos seguidos, y a veces uno... Pero eso no es impedimento para que al alumnado se le trate con respeto, porque seguimos siendo personas y tenemos derecho a la dignidad, y a que no se burlen de nosotros e infravaloren nuestro trabajo los que se supone que deben enseñarnos a ser mejores.
Qué bien sienta volver a casa, estar rodeado de tus cosas, asomarte a la ventana y ver el mismo panorama de siempre... y no es que haya estado mal estos días en Melilla, pero estaba deseando volver a la rutina.
De mi viaje, nada que destacar. He aprovechado para conocer la Semana Santa melillense, con un tiempo asqueroso que variaba a cada instante, lo que frustró las aspiraciones de mis padres de ir a la playa de Marruecos (además, la frontera estaba bastante conflictiva, por lo que decidimos no arriesgarnos). Por suerte, coincidí con Aarón, lo que me sirvió para entretenerme bastante. El día del bautizo cayó una granizada tremenda, y ayer por la mañana el barco se movía como una montaña rusa y me pasé casi todo el viaje acostada. En fin.
Ahora tengo la recta final del curso, con los primeros exámenes a poco más de un mes, y un par de trabajos. De momento, el jueves tengo un control y la revisión de unas 45 fichas sobre el Arte gótico. La semana que viene tengo otro control, y, después, un ensayo sobre el megalitismo.
Habrá que empezar a apretar las tuercas, si quiero sacar buenas notas. Por cierto, que el día antes de irme (Lunes Santo) me llamaron de la Autoescuela, muy oportunamente, para preguntarme si quería empezar a dar clases al día siguiente. A ver si me llaman de nuevo esta semana y puedo empezar ya, antes de que se me echen los exámenes encima.
Ayer nos dieron el susto de nuestra vida.
Por la tarde llama mi tía y dice que mi abuela está ingresada en Urgencias porque no puede respirar. Los médicos le hacen un análisis y le diagnostican una anemia de órdago.
No pillé bien las cifras, pero según mi tío (que es ATS) los niveles de glóbulos rojos son tan bajos que su vida está en grave peligro. Lo último que nos dice es que van a hacerle una transfusión de sangre.
Mi abuela, como cualquier persona mayor, se somete periódicamente a chequeos y análisis. Por eso nos resultaba increíble que pudiera tener unos niveles tan bajos, cuando hacía poco que en un análisis le habían salido normales. Los médicos nos dijeron que quizá en los chequeos previos había habido algún error, un error que en esos momentos podía resultar fatal.
Cuando ya estaba toda mi familia hablando de negligencia médica, nos llaman de nuevo. Falsa alarma. Ha habido un error en los análisis, sí, pero en los que le hicieron en Urgencias. Mi abuela tiene los niveles de sangre normales, y si se ahoga es sencillamente porque tiene asma.
Así que de negligencia médica pasamos a un error de análisis que nos tuvo toda la tarde en vilo. Al final suspiramos aliviados, sí, pero esperamos que no nos vuelvan a dar un susto como este.
Resulta curioso echar la vista atrás y hacer un repaso de todos los mejores amigos y amigas que hemos tenido, y cómo van cambiando en función de cómo lo hacen nuestros gustos, nuestras aficiones, nuestros lugares de estudios o residencia... Bueno, aquí va mi particular lista (en este caso, de mejores amigas):
Eli. Como ya dije una vez, esta chavala y yo éramos como la noche y el día, pero al ser vecinas puerta con puerta no nos quedaba otro remedio que ser amigas. La típica amiga de para ir a jugar a la calle, comprar chucherías y poco más. La perdí de vista cuando se mudó, y lo último que he oído de ella es que pensaba casarse (y apenas tiene un mes más que yo...).
Auxi (alias Sausi). La primera persona que conocí cuando entré en mi colegio... ¿Cómo describirla? Bueno, es la típica persona no muy inteligente, buenaza en general, pero que necesita llamar la atención de alguna forma. Y ella lo hacía mintiendo.
En los años que estuve con ella, tuvo unos tres o cuatro padres y madres adoptivos (mantenía que sus padres originales estaban muertos, lo cual por supuesto no era cierto), un chalet con piscina y un tigre blanco en una jaula de oro (¡!). Evidentemente, no duramos mucho...
Carmen (alias La Sopa). Otro especímen raro (Dios nos cría y nosotros...). Fue mi mejor amiga durante muchísimo tiempo, hasta que empezó a cambiar a peor. Recuerdo que las niñas tontas del colegio se metían siempre con ella porque decían que era lesbiana (gran motivo para criticar a alguien, sí señor...) y un día les dio por decir que había llamado a una de ellas para hacerle proposiciones indecentes. En fin, al final casi me pegan a mí por meterme y defender el honor de mi amiga, y no es que me preocupase que fuese o no fuese lesbiana, no... lo que me preocupaba era que la supuesta acosada era un esperpento (física y moralmente), y en una cosa estaba segura: mi amiga no podía tener tan mal gusto.
Al final le dio por ir de chica mala, le pegó a una compañera y ahí acabó nuestra amistad. Bueno, poco después la pillé haciendo cositas que no se hacen durante el viaje de estudios, y casi le hago chantaje como represalia... pero esa ya es otra historia.
Rocío (esta sin alias). Una cachonda nata (en el buen sentido), ponerse a su lado en clase era equivalente a que te regañaran por no parar de reír. Todavía guardo una carta suya digna de figurar en cualquier libro de humor. Le pasó como a la anterior: se volvió chula a más no poder.
Maite (alias ToMaite). La llamábamos Tomaite porque cada vez que veía aun tío que le gustaba (y le gustaba algo así como el 80% de la población masculina de Granada) se ponía roja como un pimiento. La amiga más enamoradiza que he tenido, era no obstante un cacho de pan con gafas, y una de las pocas a las que lamento haber perdido. Nos distanciamos cuando conocí a Nieves y Alfonso, y es que prácticamente me dio a elegir entre Nieves y ella... y claro, Níbs es mucha Níbs.
Nieves (alias Níbs o Su Majestad, según del humor en que nos pille). Si vuestra nueva compañera de pupitre llegara el primer día después de habernos cambiado y, sin conoceros de nada, os soltara un "Yo ser Venus, tú ser Júpiter, ¿amigas?" ¿qué pensaríais? Evidentemente, que está como una cabra. Eso pensé yo (y a veces lo sigo pensando), antes de descubrir que me encontraba ante un ser excepcional, una persona semi-pluscuamperfecta que llama la atención donde quiera que esté (Internet inclusive). Inteligentísima, guapa, simpática, mordaz, irónica y con un irritante punto borde. Ya he perdido la cuenta de los tíos que le han tirado los tejos, pero no miento si digo que la mayoría de los que la conocen lo acaban haciendo (para desgracia mía, que luego me toca ahuyentarlos...). Asimismo, provoca un raro fenómeno (bautizado como nievesdependencia) que consiste en que los hombres y mujeres que entran en su círculo de amigos acaban pendientes de ella, lo que le ha granjeado el apodo de Su Majestad. También tiene su lado bueno aunque muchos crean que no, yo puedo decir que le debo la vida (literalmente) y que haría cualquier cosa por ella, lo que no quita que me toque (bastante) las narices de vez en cuando.
Obviamente me he dejado en el tintero algunas personas que no merecen mayor atención, como amigas del instituto a las que no veo desde Selectividad y otras personas que no merecen mayor atención.
Estoy yo en plena lucha con un ejército de hormigas que quieren devorar mis sustanciosas carnes, cuando escucho de repente la voz de un señor que me canta que él sabe que soy lo suficientemente fuerte para matar a alguien (¿?). Después de unos segundos de preguntarme cuándo han instalado un hilo musical en la selva amazónica, abro un ojo, me incorporo en la cama y apago la radio. Tras esto me palpo el cuerpo para asegurarme de que ninguna hormiga asesina ha traspasado el umbral onírico y está ahora en mi cama. No debí ver CSI anoche.
Me levanto, no sin antes tropezarme con un bulto de pelo negro que todas las mañanas amanece a mis pies a pesar de que yo lo coloco todas las noches en su cestita acolchada. Ya ni me molesto.
Media hora después, a las 7:30, mientras me zampo con evidente desgana las dos insípidas rebanadas de pan integral tostado que constituyen mi desayuno, la cosa negra se materializa ante el sillón. Intento razonar con ella ("Taifa, si yo tuviera la suerte de ser un chucho casero como tú, ahora estaría en la cama, créeme...") y finalmente consigo que se vaya a dormir dándole un trozo de pan. No sé si eso era lo que quería, pero seguramente comprobó que no merecía la pena perder minutos de sueño por un soso pedazo de biscote.
Después de escuchar, atónita, que otra mujer ha muerto por ver La Pasión de Cristo, me levanto y me voy a la facultad.
A eso de las diez, después de una clase medianamente decente, me toca ir a entregarle unos trabajos a un profesor. Gracias a un amable becario (ya no está de moda poner en la puerta tu horario de tutorías) le localizo. El docente en sí es de esa clase de personas que sienten la irremediable necesidad de ser bordes con los alumnos jóvenes (sobre todo los de primero) así que después de escuchar algunas críticas (ninguna constructiva) concluyo en que (según su criterio) no sé hacer bien las llaves de los esquemas (caray, debo de ser la vergüenza de los historiadores). Arrastrando tamaño estigma, que constará en un lugar destacado de mi expediente académico y me lastrará durante toda la carrera, me dirijo a la parada del autobús. Por el camino, leo eMe (una de esas publicaciones universitarias que nos amenizan la espera diaria en la parada).
Ya en casa, compruebo que mi padre está tan enfrascado en jugar al dominó por Internet (magna tarea) que ni siquiera ha tenido tiempo de sacar a la perra. Y es que, cuanto menos cosas tienes que hacer, menos cosas quieres hacer. A las once y algo, después de que Taifa haya saludado a todos los perros del vecindario, me encierro en mi habitación a estudiar. A las 12:30 decido hacer un parón y me dedico a vaciar mis carpetas y tirar a la bolsa de reciclaje, con gran pena y sufrimiento, mis apuntes de Química, Ciencias de la Tierra, Educación Física y Geología de 2º de Bachillerato. Hala, volved al sitio de donde nunca debísteis de salir...
A las tres y media de la tarde, después de los Deportes de Antena3, llega uno de los momentos más duros del día... conseguir levantarse del sofá, con esa modorra que entra después de las comidas, para sentarse delante del escritorio a empollar es una labor titánica. Al menos consigo estudiar un par de temas antes de que me entre el cansancio a eso de las ocho, y es que me temo que me falta mucho para ser una empollona de pro, pero... algo es algo.
En fin. Ahora, supongo, media horita de leer cosas varias en Internet, sacar al chucho de nuevo y cenar viendo Memoria de España, al menos hasta que el cuerpo aguante. Sólo espero no soñar esta noche con Boabdil ni nada parecido...
Cuando con ocho años mi tía me preguntó que si me gustaría salir de penitente aquella Semana Santa en la antigua (más de tres siglos de historia antes de fusionarse las dos hermandades) cofradía en la estoy apuntada desde el día en que nací, no me lo pensé dos veces y le dije que sí. Poco me imaginaba yo que esa experiencia iba a cambiar mi vida, y poco se imaginaba mi familia que yo iba a hacer algo más que salir un par de años para cumplir con la tradición, posar para la foto y guardar los hábitos para siempre.
Recuerdo la primera vez como si fuera ayer. Yo, vestida de negro y blanco, apretando nerviosamente la vela que casi medía más que yo (miento; medía más que yo) sin apartarme del grupo de penitentes que eran amigos de mi familia y de los cuáles me habían ordenado no apartarme. Todo el mundo se fijaba en mí, todos me preguntaban que si estaba cansada, y mi madre apareció a mi lado unas tres o cuatro veces para preguntarme si quería salirme de la fila e irme a casa. Al llegar a la Iglesia de San Pedro (desde donde habíamos partido), recuerdo haber preguntado que si ya habíamos acabado, y también recuerdo las risas de los mayores cuando me dijeron que llevaba ya 8 horas de marcha por las calles del pueblo. Ocho horas que se me pasaron en un suspiro, sin sentir cansancio y sin enterarme, aprovechando las pausas que hacíamos a lo largo del recorrido para mirar embobada a la figura de madera a la que precedía.
Desde entonces, fielmente espero cada Semana Santa a que el tiempo acompañe (ya nos quedamos un año sin salir por la lluvia) y pueda acompañar a Jesús de la Humildad por las calles de Torredonjimeno. Y, en estos tiempos en los que cada vez me cuesta más mantener mi fe en la Iglesia (que no en Dios) para mí es mucho más que una simple tradición, mucho más que folclore, atracción turística y figuras bonitas precedidas de gente con gorro picudo. Es una forma de recordarme que una vez hubo un hombre que hizo y dijo muchas cosas buenas, y fundó una religión que ahora ciertos curas y obispos, precisamente los que deberían dar ejemplo, se empeñan en dejar a la altura del betún con sus escándalos sexuales y trapicheos varios. Claro que, como siempre, una minoría deja mal a una gran mayoría.
Por eso el momento más feliz del año, sin duda, es aquél en el que me enfundo la túnica blanca y la capa negra. La mayoría de la gente no me entiende cuando digo que me encanta desfilar bajo el caperuz al son de una buena marcha y que me emociono cuando se produce El Encuentro entre el Cristo y la Virgen de mi cofradía. Claro que para entenderlo hay que patearse las calles cada Semana Santa (y no sólo para irse de copas), estremecerse con una buena levantá o un paso sevillano bien llevado, y haber llorado cuando la lluvia no permite que tus titulares salgan a la calle. Simplemente, hay dos formas de entender la Semana Santa, y yo he elegido la que la convierte, sin lugar a dudas, en mi fiesta preferida del año.
¿Que por qué escribo esto? Bueno... pues porque este año no voy a poder salir. Mi prima Laura se bautiza en Melilla, y yo evidentemente tengo que estar allí. No sólo me pierdo mi procesión, sino la de mi amiga Nieves, que es una de las más grandes de Granada. Intento no pensar en eso, porque la larga espera del cofrade se me va a hacer doble este año, pero el Jueves Santo, sin duda, mi corazón estará en Torredonjimeno acompañándoles.
En la vida de toda mujer gorda llega el momento en el que tiene que decidir si vivir a dieta o ser una gordita feliz.
Ahora está de moda decir que el peso no importa, que el físico menos y que el interior de una persona es lo que cuenta. Pura hipocresía, y no porque el interior no sea realmente lo importante (que lo es), sino porque en esta sociedad superficial lo que prima es la primera impresión, el aspecto, la fachada, la figura esbelta, el rostro terso y el pelo Pantene.
Porque hay que vivirlo y sufrirlo en tus propias carnes para comprender lo que supone el estar gordo. Y al sufrir no me refiero a las burlas del colegio, pues al fin y al cabo los niños son crueles y se burlan de cualquier cosa. Me refiero a las miradas de desprecio en el instituto, a los comentarios mordaces de la familia, a la condescendencia y piadosa falsedad de los amigos que intentan hacerte sentir mejor (¡pero si tú eres muy buena persona!). Me refiero a la tortura que supone el simple hecho de ir a comprar ropa y ver que apenas tienen nada de tu talla, y comprobar que la totalidad de las prendas que venden están pensadas para cuerpos danone de vientre plano y cintura de avispa. A la vergüenza que se pasa en las clases de gimnasia Educación Física, cuando no eres capaz de correr tanto como los demás, ni de saltar el potro con la misma soltura. Parecen tonterías, sí, pero en realidad son situaciones que te hacen sentir humillado, y a la larga van creando lo que llamamos un complejo de gordo.
Mi caso es un poco injusto, pues teniendo en cuenta que no como dulces, ni chucherías (no por imposición ni por dieta, sino porque no me atraen) ni fritos, ni batidos, ni alcohol, ni demás guarrerías de las que mis amigos delgados abusan a placer, no se comprendía que hace dos años mi menda pesara 71 kg con 1'58 de estatura. Un verano decidí, de una vez, acabar con los kilos que me sobraban, me lo propuse y casi lo conseguí. En Septiembre pesaba 66 Kg, y hubiera seguido con la dieta si no hubiera empezado a desconfiar del homeópata que me trataba, un acupunturista que me colocaba agujas en la yema de los dedos para mejorar la energía de no se qué, y quería solucionar todos mis problemas (espalda, asma, alergia...) con unos pequeños gránulos que parecían caramelos.
Así que en Enero decidí empezar de nuevo. Partiendo de 67 Kg, me he puesto en 63. Cifra ansiada, que no veo en una báscula desde hace al menos cinco años. La dieta no me supone ningún esfuerzo porque, como ya he mencionado, nunca he abusado de los dulces ni de las grasas. Lo malo es que, por esa misma razón, cada gramo que pierdo me cuesta un esfuerzo tremendo. ¿Que si me compensa? Pues sí, y mucho. No os voy a mentir diciendo que lo hago porque es bueno para mi salud.Bueno, lo es (tengo la espalda hecha un desastre y cuanto menos peso le cargue, mejor), pero la salud no era precisamente en lo que estaba pensando cuando entré por primera vez en la clínica de mi dietista. Pensaba en dejar atrás la compasión (la propia y la de los demás), las críticas y la fama de zampabollos (porque si estás como estás será por algo, ¿no?), en poder correr más de diez minutos sin llevar la lengua fuera, y en usar una talla normal.
Por tanto, elegí ser una gordita a dieta. Ojo, que esto no quiere decir que todas las personas con sobrepeso sean infelices. Tengo amigos gordos y felices, claro que también tienen una autoestima considerable que les impide hacer caso omiso a las situaciones y actitudes desagradables. Pero mucho me temo que , de momento, mi precaria autoestima no me permite esa clase de lujos.
Hoy he donado sangre por segunda vez. Como la anterior creo que no me molesté en describir el proceso, voy a hacerlo ahora por si con ello puedo convencer a algún indeciso de que lo haga.
Todo comienza cuando en tu facultad/lugar de trabajo/etc. instalan un chiringuito ambulante de donación de sangre. En mi caso, el pasillo de Filosofía y Letras se presta especialmente a ello, y con cinco o seis biombos y otras tantas camillas se consigue crear un espacio de tamaño e intimidad suficientes.
Al lado normalmente hay un señor informándote, un banco donde se sientan los que ya han donado mientras se toman algo, y un médico al que tienes que entregar una hoja con todos tus datos (o el carnet de donante, si lo tienes), que te pregunta acerca de tus enfermedades y te mide la tensión (y, ojo, que los alérgicos que ya estén tomando antistamínicos no pueden donar).
Tras esto pasas a la zona de donar en sí, donde los enfermeros primero te hacen un pequeño pinchazo en el dedo con una lanceta para tomar una muestra de sangre (es como un picotazo) luego te hacen tumbarte en una camilla, te "desinfectan" la parte del brazo a pinchar y te inyectan la aguja.
Esta es la parte más complicada. Si eres de a los que se les encuentra rápidamente la vena, enhorabuena. Si eres de venas finas como yo, es posible que tengan que pinchar una segunda vez. A mí la anterior vez (tras dejarme el brazo derecho hecho un cristo) me dijeron que el bueno era el izquierdo. Hoy se lo he dicho, me han pinchado en el izquierdo primero, y tras hacerme un hematoma, se han pasado al derecho y han acertado a la primera (ni me he enterado del pinchazo). Ahora, lo que son las cosas, me duele el brazo izquierdo y no el derecho, que es del que he donado... Todo depende, en definitiva, de la mayor o menor pericia del médico o enfermero que te toque, pero normalmente a casi todo el mundo le encuentran bien la vena a la primera y sin hacer daño.
Después, un ratito abriendo y cerrando la mano, de cháchara con el vecino de al lado si quieres (yo les he estado informando a las mismas enfermeras de las características de mi reproductor mp3...), te sacan la aguja, estás un rato presionándote la zona afectada, y te mandan afuera donde un señor te retendrá hasta que no te tomes mínimo una botella de agua, zumo o refresco y te comas algún dulce.
En cuanto al mareo... lo cierto es que después de donar te sientes algo más débil, pero si no haces ningún esfuerzo físico no tiene por qué sucederte nada. La anterior vez que doné estuve como una rosa, y hoy sin embargo se me ha ocurrido salir a comprar y casi me caigo redonda en pleno supermercado (claro que yo estoy haciendo dieta y mis niveles de azúcar deben de estar bastante bajos). Lo recomendable es desayunar y comer bien antes de ir a donar, y después no hacer esfuerzos y beber mucha agua para que el cuerpo recupere con rapidez la sangre perdida.
Por cierto, que hoy he notado cierto cambio respecto a la otra vez que pusieron el chiringuito. En Diciembre ni siquiera tuve que esperar, y hoy a eso de las 11 ya había cola ante los biombos. Parece que los atentados del 11-M nos han concienciado de la importancia de poner nuestro pequeño granito de arena (o nuestros 450 ml de sangre), sobre todo de los que somos de un grupo raro. Además, creedme, después de hacerlo uno se siente muchísimo mejor pensando que esa sangre que mi cuerpo puede reponer con facilidad le puede salvar la vida a una persona en un momento dado.
A las 16:00, llamo a la autoescuela para ver los resultados. Me responde un chico que me dice que ese número ya no es de de allí y que me sugiere que consulte la guía. Siguiendo su consejo, miro las Páginas Amarillas, las Páginas Blancas y hasta el QDQ, pero el nombre de mi autoescuela no aparece en ningún sitio.
Media hora después, se me ocurre consultar a Nieves, que sólo puede facilitarme el móvil del dueño. Lo llamo, y me responde un contestador.
Total, que decido plantarme allí. Voy a la parada del autobús, que estaba llena hasta los topes, y pasa uno de largo sin detenerse. A la media hora, bajan tres, y al rato sube uno y pasan dos de largo. Me subo junto con tropecientas personas más, y nos apretamos como sardinas. Entre mi nerviosismo y que los autobuses llevan una hora sin pasar y cada vez sube más gente, el tráfico granaíno se me está haciendo más insoportable que nunca.
Al final decido bajarme un poco antes e ir a pie. Llego y está el dueño hablando tranquilamente por teléfono. Espero un par de minutos mientras pienso que hoy es definitivamente mi día de mala suerte. Finalmente, cuelga y llama para saber los resultados. Elena, Apto. Guay.
La semana que viene empezaré a estrellarme contra los semáforos dar clases de coche. Ya os contaré...
Esta mañana me levanté con cierto cosquilleo en el estómago y un nerviosismo fuera de lo común. A las nueve de la mañana me enfrentaba a un examen que llevaba ya postergando desde junio: el teórico (prueba teórica del examen para obtener el permiso de conducción de clase B...). En un principio, el estar nerviosa en mí suele ser buena señal, pues eso significa que me sé el examen bastante bien.
A las ocho estaba en la puerta de la autoescuela, donde me reuní con dos compañeras en mi misma situación. A las y cuarto, pasaba a recogernos el dueño para llevarnos a la Jefatura de Tráfico en coche.
Una vez allí, salimos del coche y, para nuestra sorpresa, el hombre se queda dentro.
- Bueno, que yo luego no vengo, ¿eh? Hala, suerte.
Nos miramos las unas a las otras con cara de preocupación. Hay que aclarar que en Granada, el sitio donde se realizan los exámenes (Las Conejeras) está en un pueblo, bastante lejos, en el que yo personalmente jamás había estado. Para más inri, una de mis acompañantes es de Gerona, y otra de Jaén, así que no tenemos ni idea de cómo salir de allí.
En fin. Nos sentamos a esperar a que nos llamen, y, a las nueve y cuarto nos hacen pasar al interior de la clase. A las nueve y media (tras comprobar que la mayoría de los encargados de examinarnos se habían dejado ese día la simpatía y la amabilidad en el cajón de su mesilla de noche) nos entregan los exámenes, y me sorprendo de lo fáciles que son.
A las diez y pico estoy fuera. Ya que el encargado de mi autoescuela no va a ir, no puedo esperarme a que nos den los resultados. Empiezo a dar vueltas por el pueblo, y no veo ni una mísera parada de autobús. Al acercarme de nuevo a la Jefatura por si alguien me puede dar alguna indicación, me encuentro con una de mis compañeras (la de Gerona). Ya juntas, preguntamos a la gente del pueblo, pero ninguno sabe decirnos dónde está la parada del 9.
Al final, por pura inercia (o por puro aburrimiento) acabamos dando con un descampado, justo al lado de la señal de fin de poblado, medio rota, pero con un letrero aún legible: 9. En total, media hora dando vueltas por un pueblecito en busca de una parada tan escondida que ni los habitantes de allí saben indicarte e dónde está...
La gracia es que en el precio de la autoescuela está incluido el transporte a los exámenes. Hay que comprender que hace poco que se fue una de las profesoras, aún no han encontrado otra y el encargado tiene que encargarse de dar todas las clases prácticas, pero al menos nos podían haber preguntado si sabíamos cómo salir de allí.
El jueves por la mañana me levanté y decidí apagar mi ordenador para que descansara un rato. Craso error. Cuando volví tras las clases, mi padre me informó de que el puñetero módem USB de TISCALI no se podía conectar.
Admito que no me preocupé. Prácticamente desde que me apunté a Tiscali (y ya van casi dos años) tengo continuos problemas con la conexión. Desde el primer día, la conexión se corta cuando se descuelga o cuelga el teléfono (y todavía ningún técnico de la compañía ha venido a averiguar el por qué). La velocidad deja muchísimo que desear, porque no es que no alcance la de cualquier ADSL normal, es que hubo un mes en el que iba MÁS lento que una conexión normal a Internet. Además, de todos los mal llamados "extras" (llamar por teléfono desde el ordenador, por ejemplo) que nos ofrecieron a la hora de contratarnos, no funciona NINGUNO. Y estamos pagando más de 40€ al mes.
El problema vino cuando a lo largo del jueves seguía sin conectarse. Mi padre llamó unas tres o cuatro veces (pagando él la llamada, claro) y cada vez le daban una versión distinta. Finalmente, le echaron la culpa a Telefónica, prometiendo que en 72 horas laborables el problema estaría arreglado...
El culebrón acabó felizmente esta tarde. Vuelvo a tener Internet, sí (y a tiempo, porque el viernes tengo que entregar un trabajo sobre un yacimiento, y el profe nos ha dicho que busquemos la información en la Red), pero Tiscali tiene en mi casa los días contados. Estamos esperando para contratar una conexión experimental, más rápida que los ADSL y más barata (al menos, seguro que más barata que Tiscali) que no necesita conexión a la línea telefónica. No sé cómo funcionará el invento, pero, estoy segura, peor que ahora no nos puede ir.
Creo que fue Alfonso quien dijo que: "cuando estoy de exámenes, se me ocurren 10000 cosas que podría estar haciendo en vez de estudiar, y, ahora que tengo tiempo libre, no me apetece hacer ninguna de ellas" Pues eso.
Bueno, la verdad es que esta semana he estado ocupada con mi nueva web (visitadla aunque sólo sea porque me suba una visita el contador... :-) ) y el proyecto de Bitácora histórica con Aarón sigue en pie, aunque tendrá que esperar un poco.
Además, estoy viendo series nuevas como Noir (ya la reseñaré, aunque estoy segura de que todo el mundo la conoce menos yo...) o Bible Black (ejem). Encima, y para mi alborozo, hoy por la tarde mi inspiración ha vuelto de vacaciones (se fue cuando empecé los exámenes, previa petición mía; es que, no sé cómo lo veis, pero estar estudiando Prehistoria mientras tu inspiración te machaca sobre la mejor manera de terminar un capítulo es una auténtica lata) y me he puesto de inmediato a escribir.
Finalizando, y siguiendo la tradición ya iniciada en año pasado en los DeadJournals, os dejo mis notas.
Cuatrimestrales:
Prehistoria: Notable
Historia Antigua de España: Sobresaliente
Anuales
Historia Antigua Universal: 8'25
Historia Medieval de España: Suspensa suspensísima (yo y 94 alumnos más de 100)
Historia Medieval Universal: todavía no están corregidos, y mucho me temo que vamos a tener que esperar unos días más...
Historia de América Prehispánica: tuve la GRAN suerte de ponerme mala un día antes del examen, y de que en éste cayera lo que mejor me sabía... corren los rumores de que habrá una especie de recuperación en Marzo, así que no pierdo la esperanza.
Como primera "toma de contacto" no las veo demasiado mal, pero, desde luego, tendré que mejorar muchísimo de cara a los finales si no quiero verme el día de mañana haciendo cola ante el INEM.
Por cierto, después de ver los resultados, apuntes y exámenes de mis amigos, doy gracias a Dios por haberme hecho bajar la nota tan radicalmente en 1º de Bachillerato e impedirme hacer Medicina en Granada... Además, después de las primeras pruebas, me doy cuenta de que realmente me gusta la carrera que estoy haciendo, y que hice bien eligiéndola en vez de Derecho.
Pues nada, hoy he "migrado" unas cuantas entradas del antiguo blog, sólo algunas que me interesa conservar, entre ellas algunas ya míticas como El emepetrés, El don de la oportunidad, y, por supuesto, la de la ya famosa impresora multifunción de mis primos
Mañana, si puedo, haré más cambios (entre otras cosas, poner las fotos y personalizar un poco) porque estoy esperando a que me llegue la confirmación del espacio web. Además, por la mañana no voy a poder hacerlo porque tengo prácticas (espero que no nos hagan excavar en el campus en busca de algún hueso de ardilla...) y por la tarde nos vamos de marcha, y al día siguiente se viene Alfonso, y el domingo hay merienda en casa de Nieves... así que mucho me temo que hasta el lunes, nanay.
Inauguro (aunque ya he puesto un par de entradas) la nueva versión de esta bitácora, hecha gracias al motor Movable Type. Como novedades, decir que las entradas a partir de ahora se clasificarán según categorías, que una de ellas estará dedicada a las fotos, y probablemente otra a mis textos. El diseño es uno predefinido porque no tengo tiempo ahora de ponerme a hacer uno nuevo ni a adaptar el antiguo, aunque pienso recuperar la versión "granatensis" en un futuro próximo. Ahora mismo no hay muchas opciones, mañana pondré un tagboard decente, mientras tanto podéis escribir comentarios y tal :-)
Ayer dije que igual registraba un espacio web. Hoy puedo decir que ya es oficial, con dominio y todo, aunque probablemente no lo tendré activo hasta el fin de semana. Las razones de esta "compra" ya las detallaré otro día, no me he comprometido mucho (1 año el dominio y 3 meses el espacio web) porque lo que me interesa más que nada es probar y ver si con un alojamiento en condiciones puedo hacer una página medianamente decente.
Y, como ya comenté ayer, si alguno de mis amigos con web o blog quiere que le haga un huequecito (...) para probar nuevas herramientas, que no dude en pedírmelo.
Esto es para avisar de que me han aceptado en www.ZonaLibre.org, por lo que pasaré un par de días "de mudanza", pues tengo que adaptar el diseño de este sitio a MovableType (o decidir hacer uno nuevo, si veo que va para largo...).
Por otra parte, ya tengo terminada la nueva versión de La Tôdai. Lo malo es que la publicidad de miarroba me rompe totalmente el nuevo diseño, por lo que he empezado a plantearme, por primera vez en serio, la posibilidad de comprar un espacio web. No es que piense que mi web lo merezca, pero, dado que siempre estoy "trasteando" en Internet, ya sea con una cosa o con otra, no es descabellado pensar en adquirir un espacio por tres meses, sólo para probar. Además, me permitiría alojar, viendo que mi web de momento no "chupa" mucho, las páginas y bitácoras de mis amigos...
Hablando de bitácoras, cierta persona ha abierto una nueva:
El otro día, al salir de la iglesia, topamos con tres nenas del Opus
Dei. Al parecer, llevan ya bastante tiempo tras Nix.
Primero se acercó una, y después llegaron las otras dos. Eran seres
clónicos, la misma ropa, la misma expresión, la misma sonrisa asquerosamente
hipócrita... La rodearon como una manada de leonas que acorrala a su presa,
ignorando totalmente a los que estábamos con ella. Les faltó enseñar
los colmillos, la verdad.
Tras las preguntas de rigor, le preguntaron que cuándo iba a ir a verlas.
Tras una típica respuesta de cortesía por parte de mi amiga que,
en realidad, vino a significar algo así como "espérate
sentada, guapa", se miraron las unas a las otras y decidieron que algún
día subirían ellas a visitarla...
Más tarde, Nix me dijo que, si querían verla, ya les mandaría
ella una foto...
Hoy, al recordar el incidente, he decidido buscar información de la
Obra en Internet. En concreto esta
página titulada "Gracias a Dios, ¡nos fuimos!"
me ha resultado muy interesante. Contiene un testimonio de una chica ex-numeraria,
que entró a formar parte del Opus a los 15 años, y que
resulta francamente estremecedor.
Nieves y yo, un día cualquiera, en cierta hamburguesería
(que no es McDonald's, ni Burguer King...
Nieves me pinta un corazón con Ketchup en la hamburguesa.
Pasa la camarera (mirada de reojo).
(más tarde)
Yo: (tono de broma) me tienes abandonada...
Nieves: (tono de falsa indignación) ¡¿Yo?! ¡Pero si
llevo un montón de tiempo saliendo contigo!
Pasa la camarera (mirada de reojo).
(más tarde)
Yo: dice mi padre que no piensa ponerme una cama-nido... lo cual quiere decir
que si os venís a dormir, pongamos por ejemplo, Alfonsito, AA y tú,
tendrías que dormir contigo...
Nieves: bueno, a mí no me importaría acostarme contigo...
Pasa la camarera (mirada de reojo).
(más tarde)
Nieves: Javi es malo...
Yo: no...
Nieves: que sí...
Yo: no y te lo puedo demostrar...
Nieves: venga, demuestralo...
Yo: Cuando estemos fuera de aquí te lo demuestro.
Pasa la camarera (mirada frontal, directa y guasona). Nieves se echa a reír.
Otro día cualquiera, Nieves y yo, en el mismo sitio...
Nieves: ¿cuándo te vas a examinar del teórico?
Yo: Cuando tú te examines...
Nieves: Vale, lo haremos juntas.
Pasa la camarera.
Ayer, en el mismo sitio, Nieves, Javi, yo y unos cuantos más...
Nieves pegándose el lote con Javi...
Yo: ¿por qué no pasa ahora la camarera?
Patri: es que vosotras dos tenéis el don de la oportunidad...