Te amo por ceja, por cabello, te debato en corredores
blanquísimos donde se juegan las fuentes de la luz,
te discuto a cada nombre, te arranco con delicadeza de cicatriz,
voy poniéndote en el pelo cenizas de relámpago y
cintas que dormían en la lluvia.
No quiero que tengas una forma, que seas
precisamente lo que viene detrás de tu mano,
porque el agua, considera el agua, y los leones
cuando se disuelven en el azúcar de la fábula,
y los gestos, esa arquitectura de la nada,
encendiendo sus lámparas a mitad del encuentro.
Todo mañana es la pizarra donde te invento y te dibujo,
pronto a borrarte, así no eres, ni tampoco con ese
pelo lacio, esa sonrisa.
Busco tu suma, el borde de la copa donde el vino
es también la luna y el espejo,
busco esa línea que hace temblar a un hombre en
una galería de museo.
Además te quiero, y hace tiempo y frío.
Julio Cortázar y un muro y la luna y un espejo para mirarme en tus ojos
12 horas de vuelo y la sola idea de llegar a tu puerto hace el cielo más ligero. Contaré del uno al once. Y al siguiente segundo mis pies ya rozarán tus aguas y me alzarás de vuelta y me alzarás tan alto que veremos los tejados y las olas se congelarán a nuestro paso...Si. Como en aquel sueño que te conté....
Y sí mi cielo, también haremos fiesta en La Caleta, allá arriba en el paseo, frente al árbol de mora...
11 días menos y casi 11 meses de más. Casi.
Haciendo pruebas para deshacer el error....
Arquitecturas instantáneas
sobre una pausa suspendidas,
apariciones no llamadas
ni pensadas, formas de viento,
insubstanciales como tiempo
y como tiempo disipadas.
Hechas de tiempo, no son tiempo;
son la hendedura, el intersticio,
el breve vértigo del entre
donde se abre la flor diáfana:
alta en el tallo de un reflejo se desvanece mientras gira.
Nunca tocadas, claridades
con los ojos cerrados vistas:
el nacimiento transparente
y la caída cristalina
en este instante de este instante,
interminable todavía.
Tras la ventana: desoladas
azoteas y nubes rápidas.
El día se apaga, se enciende
la ciudad, próxima y remota,
Hora sin peso. Yo respiro
el instante vacío, eterno.
Octavio Paz