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—la tinka es una estafa
—ah?
—sí, ya reventaron los 12 millones
—y?
—no aparece el ganador, lo están buscando
—y?
—si tu ganaras 12 millones no irías corriendo a recogerlos?
—y si perdí mi boleto, si se lo comió mi perro, si lo metieron a la lavadora con mi pantalón negro?
—no pues, nadie es tan huevón
—no pues
—es una estafa
—ah?
—sí, un día los huevones de la tinka se sentaron a tomar un wisky y dijeron "y si sacamos un ganador de los 12 millones, pero que nunca se presente para volver a rifar 1 millón y quedarnos con esos 12?"
—si?
—y después rifan de nuevo 1 millón, y dónde mierda están esos 12 millones, quién se los queda si nunca los recoge nadie??? se quedan allá pues!
—que pendejada
—por eso ya no juego la tinka
—ah?
—para que esos conchasumadres no vuelvan a quedarse con mis 3 soles
—pero si tú no juegas nunca
—no?
—no
—pues ahora menos.
Al principio me iba a ir con Alexandra y ese par insoportable de primas que siempre nos encaja. El plan era partir hoy, llegar hoy y esperar en el hotel del tío de David a que lleguen supuestamente los cien que dijeron "¿Al Cuzco? Ahí nos vemos!". Pero los planes cambian, verdad? Y aparecen nuevas responsabilidades, aparecen ciertos controles de lecturas que nunca leíste y de los que no puedes evadirte porque las 2 únicas notas que dejan que elimines, tú hace rato ya las eliminaste.
Sooooooo? No queda otra más que quedarte, hacer hora, hacer horas, hacer tiempo, leer tus lecturas y pretender que te sirven para algo más que para fanfarronear sobre tu postura insulsa sobre la filosofía gadameriana (que seguro jamás entendiste o ni sabías que existe) en una reunión donde a nadie le interesa que sepas cosas tan desechables. Y en fin... blip blip blip.
Me quedo.
Y mi anhelo de volver a tomar sol en las escaleras de la catedral se pospone un toque más. Hasta el viernes a las 6, y si llueve qué joda, seguramente ni Alexandra ni sus primas insoportables me querrán ir a recoger.
Guaj!
Hoy no tengo nada qué decir, nada qué contar. Sólo un huevo de encargos que entregar y nada de sol que me pueda quemar. Detesto la esquizofrenia del clima de lima. Es una cosa que me puede bajonear sin motivo, sin razón, sin puta circunstancia. Sólo porque sí, porque le dio la gana. Y hoy por mi casa todo era niebla, nubes negras y nada de luz que no se apague con un interruptor. A veces, esas corrientes que todo lo inundan con frío me tuercen los planes y también los ideales, me hacen salir enojada de la cama, molesta de la ducha, defraudada de mi casa. Y llegar hasta este escritorio donde pienso que siempre es mucho mejor ser una persona distinta, no me hace menos complicado el día. Hoy no tengo ideas que hilbanar, nada de notas que destrozar. Estoy yo, un sol que no calienta y puras ganas de querer agarrarme del cuello y lanzarme por esa ventana. Qué lástima que apenas estemos en un segundo piso, hay cerebros y complicaciones que necesitan demasiada altura para tomarse un respiro.
Y mientras él me miraba horrorizado, y no se decidía a sentarse o largarse y dejarme. Yo esperaba que me despacharan mis dos porciones -con harta cancha- de chanfaina. Claro, la cancha en otra bolsa porque no me gusta que se humedezca. Y mucho rocoto molido en bolsita transparente para que a mi mamá le termine de dar un paro cardiaco.
Y él me miraba con esa mirada que no transmite nada, que va cargada de puras babosadas. Me miraba y decía que cómo podía comer esa clase de comida, en un sitio como éste, servidas y preparadas por manos como aquellas. Y yo en silencio. Porque algunas preguntas están por de más y responderle con esas ganas empecinadas que tenía de fracturarle el ego, me costarían chapar un taxi en la av. canevaro y tenía demasiadas cosas en su carro. Así que sólo dije Cierra el pico y corre a traer mi cartera y si te caes y te rompes el cerebro en la vereda sería mejor. Pero nunca ocurrió. Regresó por las puras arverjas porque no me permitió pagar ni media porción de chanfaina ni la doble ración de cancha que al final nunca me la cobraron porque la doña ya es algo más que mi casera. Y qué gusto verte por aquí Paulita, con la misma sonrisa socarrona, respuestas van, miradas vienen, y la pregunta de siempre, porque hace más de 1 año que ya no viene Seb a comer, y es notorio que se le extraña. Y yo le cuento que está viviendo lejos, que está a punto de entrar a la universidad, y ella, casi su mejor amiga en toda esa cuadra, me dice que lo salude, que le mande todo el amor del mundo y que le desean más que suerte. Y yo me río, me acuerdo de todas las veces en que anclamos en este hoyito desconocido a comer, pero sobre todo me acuerdo de Seb.
Entonces me despido y me trepo al carro con el ser inanimado que me va a llevar hasta mi casa, y escucho que murmulla sus opiniones que no le interesan a nadie y después de garantizarme que moriré de tifoidea, me pregunta cómo descubrí que podía ir a comer allí. Pero hay preguntas que no funcionan o que simplemente no necesitan respuesta, porque mi historia con la chanfainita requiere más tiempo que el lapso que toma llegar desde canevaro a mi casa. Porque tendría que empezar a contar de aquella tarde de enero en que me llevaron a la casa más limpia del universo a conocer a ese bebito de ojos verdes y ombligo salido que se llamaba Sebastián.
Quién iba a decir que después de 15 años me iba a arrastrar a Canevaro a probar uno de los descubrimientos culinarios más valiosos de nuestras vidas.
-Hay ocasiones como ésta en que siento que te extraño demasiado, hermano.
Giana y Paula, Paula y Giana. A veces nos pasa, muy pocas, pero nos pasa.
Intercambiamos papeles y yo paso a ser la conciliadora, la que todo lo escucha, la que interpreta y aconseja, la que te jala de los pelos y te grita que por un fin de semana ya está bueno de tantos lloriqueos y quejas.
Te saco a la calle, te pongo hartas bolas de helado y te arrastro al cine para que te enternezcas y rías con pescaditos animados, y reniegues con tramas insulsas de películas que suponían algo más que chicos guapos haciendo de cabros. Te siento al frente de un lonche demasiado pecador y te quito el mal sabor de mil peleas, de una guerra, de ese final que sucedió justo cuando menos te lo esperas.
Y soy buena gente, te cuento un cuento similar donde la chica que se parece a ti logra que todo brille al final. Te escribo una historia y te permito que escojas los personajes, los desenlaces. Aquello que quisiste y nunca tuviste para hacerte la vida más fácil. Hago lo posible para sacarte del embrollo y me quedo mucho rato esperando que asimiles que siempre puedes contar conmigo. Me quedo, te atosigo de cosas ricas, de anécdotas lindas y te hago reír hasta darte calambres estomacales, te mato a punta de sonrisas y te asfixio de cansancio para que al final no tengas ganas de pensar en nada más que en este domingo que pasaste conmigo. Así como muchas veces hiciste o harás conmigo. Porque Giana, mi prima mayor, y powerpuff girl favorita, terminó para siempre con su enamorado, pero supo que algunas veces el dolor de una separación puede diluirse más fácil cuando lo sepultas de a dos. Y nuestro domingo lo pasamos dedicadas a rellenar algunos vacíos con dosis letales de helados de colores e inundaciones extras de ese amor fraternal que en familias como la nuestra nunca ha de faltar. Porque después de todo... todo principio tiene su final, y ese final genera un nuevo y alentador principio.
esta noche he visto tu cara en televisión
hay soldados que no encuentran nunca el camino a casa
he cambiado el canal y te has ido de mi habitación
no puedo entender qué demonios te pasa
o soy yo
yendome otra vez
(a lo mejor) soy yo
lo hago sin querer*
La canción número uno del soundtrack de mi vida sería esa. La película de mi vida (con sólo 1/2 estrella en la sección de cine de cualquier periódico promedio) tendría el score de esa canción justamente en las escenas más íntimas, en las más personales, justo cuando esa actriz con cara de drogadicta se diera cuenta que todo lo que deja atrás siempre es un poco más que malestar, pena y culpa refleja en una canción que no tiene dedicatorias que valgan la pena.
Y mientras todo el público del cine podría estar desperezándose para largarse sin ver los créditos del rodaje, una versión bastante rústica de esa misma canción se escaparía por los parlantes. Y no me importarían las malas críticas, ni los pocotones de canchita que escupirían después de cada escena, sólo por el simple hecho de sentir que esa canción podría llegar a ser mía.
Y si te llegas a comprar el disco, a lo mejor puedas quejarte. Sería una burla o cualquier estafa, porque pensarías que una sóla canción no podría resultar tan cara.
¿Y qué te puedo decir yo?
Lo siento.
*Lo siento - Christina Rosenvinge - Cerrado - 1997
"Paula se deja leer algo porque emplea bien la palabra y matiza la cadencia de las sentencias pero de allí a que este Nro 1 es porque los que te leen piensan con la cabeza de abajo pero, vale porque por lo menos eres creativa y sin poses..."
A ver, quién me ayuda a entender a este pedazo de huevón, porque no es la primera vez que aparece y opina porquerías que a nadie le interesan. Y francamente ya me colmó la paciencia, quizá porque vengo de una mala noche, de nuevo con insomnio, o tal vez porque ya me harté de resentidos que aparecen para decir estupidez y media y salir corriendo. Si a ti te va mal con tu blog, tú maldito trauma de rechazo, no busques propaganda buscando guerra en otros espacios.
El caso es que ésta "huevada" (y disculpen mi léxico) de comentario, ha terminado por arruinarme el hígado y me ha dejado pensando que en el Perú hay más resentidos de los que me podría imaginar. Y lo peor de todo es que el pobre infeliz insinúa que soy "creativa" y que empleo "bien la palabra". A mi no me interesa que opines tú, que opine él, que opine ella sobre lo que hago o dejo de hacer en éste blog. Si no te gusta, es tu problema, si te gusta fíjate que ni me interesa, si piensas que soy creativa y sin poses, tampoco me llega a importar. Así que sólo insulta, trata de hacerme sentir mal, porque igual, sin adornitos sigo pensando que eres la misma mierda que envidia al resto de la humanidad.
Nunca tomé conciencia de estar ebria, ni de estar pasada de vueltas, ni con la cara enterrada en una almohada, ni nada de nada.
Y el sábado estaba tan bien siendo chica y sintiendo 18 y 19 años que ahogan y amasan y vuelven a atacar tan rápido que ni cuenta te das. Estaba tan metida en mis dos dedos de tequila, oliendo un esmalte de mi madre y pensando que es a esto a lo que huele la verdadera felicidad. Estaba y estaba, sentada en la alfombra a los pies de mi cama y viendo cómo mis amigas se golpeaban con la almohada. Recordando por qué de chica a una niña le gustan tanto las pijamadas. Y tomaba y gritaba, sentía y hablaba. Decía que me gusta Karla y que amo a Mariana, y Mariana se revolcaba de la risa y gritaba que amaba más a Paula pero que le gustaba definitivamente un poco más Karla. Y Karla aullaba que moría por nosotras dos pero si de gustos se tratan prefería mil veces a esa huevona que nos detestaba cuando estábamos en tercero de secundaria. Y ya todo era más que vicio, porque esa cojuda se creía el último sorbo de la botella de pisco. Y nosotras alcohol, cigarrillos, y un poco del otro vicio, porque mi mamá se había quedado de guardia y nos dejó la casa.
Y música a todo volumen, nada fome, más de 2 kilos de limón y sal de mesa deza encima del televisor. Voces, risas y loquerío. Aceptamos que el más lindo de los chicos tenía que ser Fabrizio y que el peor era ese huevón que se llama Enrico. Y cuando llegó la hora de la canción, la más cojuda se sabía completa la última de ese espantoso cuarteto de argentinos, y la otra que no era yo se dedicó toda la noche a cambiarle la letra a la canción. Y poco después del llanto porque “esa canción” estaba sonando, “y puta madre cómo lo extraño”, “no te preocupes que no es para tanto”, “y claro, la cagada soy yo porque el que me gusta resultó siendo cabro”, y después era mi perro ladrando, ¿voces? en el primer piso, algunos pasos, “carajo, están penando”. Y bajar juntas como la chilindrina, kiko y el chavo poco antes de decir "otro gato". Recorrer la casa prendiendo siempre la luz de todos los cuartos y salir corriendo porque la cortina se mueve y no adivinar que es el aire que viene del patio. Trepar como sea las escaleras, meterse al cuarto que era de mi abuela y taparnos hasta la cara. Y cuentos de terror, ¿te acuerdas de la bruja de blair? y puta madre no digas eso que nos haces cagar de miedo. Y nadie quiere hacer la pichi sola, mejor aguantarse hasta que quiera hacer una de las otras locas. Y un teléfono suena en mi cuarto y ¿te acuerdas del Aro? Otra vez con la cabeza dentro de las sábanas y ese miedo cojudo enamando. Pero la luz está prendida y "mierda no sabía que así quedaba la piel cuando te hacías un tatuaje", "no me agarres allí que me dan muchas cosquillas", pero te jodiste y ataque de cosquillas, la más babosa sale disparada porque casi se mea en la cama y las otras dos se quedan un ratito recobrando el sentido del espacio. Y sonrisas, miraditas de amigas y "que alguien vaya a traer el tequila". Simplemente cosas que pasan cuando se quedan 3 chicas solas en una jato tan callada.
Sería más justo que el día de tu cumpleaños no tuviéramos que venir a trabajar, verdad?
Ayer estuve despierta hasta las mil porque mi abuela, abril, andy, sean paul (no el hip hopero) y jackie llamaron para saludarme, y besito, feliz día y regalos que debo recoger algún día. Y estar hasta que casi amanezca en la cama de mi mamá hablando de cosas al azar, quedarme jato un rato hasta que llame mi hermano a las 7 de la madrugada a decirme de nuevo Feliz cumpleaños, y volar a la ducha, sacar el carro, de nuevo Grade y aquí en la oficina muchos regalos. MI jefe hoy me invitará a almorzar, Francisco y Katie dijeron lo mismo, ahora sólo me queda esperar. La gente a la salida me llevará a chupar, como siempre. Y yo ya me compré como 8 tioc tan, porque debo regresar sana y salva a mi casa, como siempre sólo a tragar, a tomar como loca con mis primos y como el año pasado quedarme hasta las 5 bien antojada de comer sólo medio cevichito.
Y qué chux, un 15 como hoy, a la 1pm nací yo. Hace 19 años, qué viejos estamos.
y nada, espero que llegue el viernes y sea mi décimo noveno cumpleaños.
una buena razón para dejarme odiar.
yeah yeah yeah.
Ya lo sé, no tengo nada qué decir, ni media anécdota que contar, mi vida es monótona, triste, medio estúpida y ni siquiera tengo ganas de andar afanándome con un huevoncito de esos que aparecen siempre para regalarme discos, libros y cosas que creen que conservo. Soy mala, ya lo sé. Y no es que me interese tanto.
Acabo de regresar de un viaje de esos en los que sientes que puedes hacerlo absolutamente todo y guardarte los remordimientos. Nada ebria y muy despierta. Con la ropa sucia pero nada negra. A mi me gusta ponerme negra. Quemarme a más no poder, esperar que desaparezca lo transparente de mi piel, que se largue el rojo sangre y se calme el ardor. Conservar mi bronze, alucinar que ese es mi color y luego esconderme debajo de la cama cuando se me empiece a descascarar la piel. Y blanca de nuevo, otra vez la misma monotonía frente al espejo. Sin pecas nuevas en las tetas, sin ojos que combinen con mi palidez. Por eso no me gusta tanto el campo como la playa, porque el sol no me derrite si no estoy tumbada en floss sobre la arena -porque yo también odio las piedras-.
Y nada, nunca pasa nada. El fin de semana largo me lo pasé tomando, tragando y fumando. No marihuana. No ideas malignas gobernando mi vida. Sólo yo y algo de sol, aunque también Alexandra, Sofía, Leonor y un par de universitarios tomándonos fotos con esos celulares detestables e insistiendo en que la lógica del sol sólo funciona si es que nos quitábamos el top. Of course que no les funcionó.
Hoy pensé en ti, sin proponérmelo, sin anotármelo en alguna parte del cuerpo. Pensé en ti sólo por culpa de una canción. Y es que a veces me pasa, a veces cuando estoy sola y suena una de esas cosas que tanto te gustaban, no me queda otra que pensar desmedidamente en ti y en lo que me provocabas, y dirás que es un lujo que no puedo darme, pero la vida me ataca a veces así. Apareces unas veces y otras tantas tus recuerdos se me pierden en la mente porque son demasiado escasos, demasiado malos. Y suena por alguna esquina California y la voz de Mikel me trae a la cabeza tu voz horrenda cantándome como si alguna vez hubieras pisado Los Angeles, cuando los dos sabemos que nunca vas a salir de tu cochina esquina. Y a veces me acuerdo de ti cuando voy por la calle y suena esa salsa asquerosa que bailamos como locos en una de esas fiestas que detestábamos tanto pero a las cuales nunca faltabamos. Me acuerdo de ti así como me viene el nombre de Enrique cuando escucho cualquier canción de U2, so cruel, pero con él no me da nada de pena, porque los recuerdos desaparecen de mi mente cuando son tan amargos, y así mismo, sin importarme puedo volver a escuchar las porquerías de Tatu luego que México desapareciera, sin nada de pena. Igual puedo alegrarme cuando Silvio canta Ojalá y GianCarlo me regresa a la cabeza, y sus besos, sus ojos negros. Y sé que de algunas cosas no me arrepentiré, como escuchar y cantar Im only happy when it rains y acordarme de mi mejor primer beso. Y volver a escuchar cualquiera de The Cure y llorar porque me acuerdo de un chico lindo que se fue para siempre de mi vida, con el corazón destrozado y los peores recuerdos en la mano. Y otra vez Garbage y sentir muchísimo Milk cuando me acuerdo de esto que pasa cada vez que Katie aparece en mi vida.
Y de nuevo me siento sucia, detestable, pero yo... al fin y al cabo siempre yo. Pero esas son otras cosas y no las puedo combinar con lo que siento cuando me vienes a la mente tú.
Tú y Mikel, Esta luz nunca se apagará y los Smiths, y please please let me get what I want this time in my fucking life. Me acuerdo de tus bromas estúpidas, y tus manos enormes acariciándome el pelo. Y me siento de nuevo Christina Rosenvinge y te imagino Loriga, tan raros y a la vez tan perfectos, y sueño que te tengo de nuevo, que me dices que me quieres y que todavía (después de tanto tiempo) te quedan ganas de hacer noches con mi pelo. Te pienso, te pienso y de nuevo me detesto por sentir esto. Por no ser capaz de desprenderme de ciertos recuerdos, de ciertos momentos. Me detesto
como Sylvia Plath
recién casada
a quien Sue Weller visitó en Londres
y encontró "deambulando por la casa
con la cara llena de lágrimas"
como Mariela
la chica de 15 años que vino de
Entre Ríos a trabajar con la familia
y yo encontré a las nueve de la mañana
la mano en la esponja llena de
CIF y lavandina
lavando el baño
con la cara arrasada en lágrimas
como yo misma cuando bajaba
los escalones del hall
del edificio de la calle Maipú
y encontré a mi hermana
que venía a visitarme y
ella me vio
herida
saliendo de la casa
apurada
con la cara arrasada en lágrimas
y hablándome
con cierto temblor compasivo
comprendió enseguida todo el cuadro:
la tragedia de no haber
nacido para esto
Olivos
Delfina Muschietti
Libros del Rojo 2002
Buenos Aires - Argentina
He descubierto que amo a Delfina, sus palabras, sus ideas, esos temas, la facilidad con la que me secuestra y me hace comprender lo complicado de estar viva, de ser neutra, de parecer concreta. Muy pocas veces me ocurre, como con Urriola, cuando me abofeteó dulcemente en el Merino Benitez, mientras estaba despistada esperando mi avión para salir de Chile y me enseñó esa perfección que es Dame tu sucio amor.
Esta vez no tuve que irme lejos, aunque hubiera sido placentero encontrármela el último agosto en Ezeiza, justamente esas dos horas que estuve deambulando como alma perdida mientras esperaba que un avión me regrese a casa.
Ahora, la culpable de mi nueva adicción es la preciosa abuela de mi hermano, que llegó otra vez impecable y lindísima a regalarme un nuevo libro de poesía.
Y bueno, fue una semana de esas, de las que no quieres saber más, como esas visitas a las que quieres despachar de una vez por todas sin necesidad de parecer empeñosa en caerles mal, de esa gente del diablo que llega a decirte Hijita qué flaca estás, seguro no estás comiendo bien, y lo innombrable cómo va, ¿ya no pastillas?, ¿remedios?, debe ser esa anemia, ¿y ese humor de perros? A lo mejor es que estás con la regla... y puras huevadas de esas, y una no entiende cómo pueden ser tan insoportables, cómo logran meterse con una cuando en realidad llegan a visitar a mi mamá. Y así, no poder zafar porque tu vieja te ha pedido que te quedes al té, al pastelito rico, y harto splenda porque esas arpías tampoco comen azúcar, y tú piensas que debería darles igual porque por nada del mundo van a bajar. Pero nada, callada, tragar y tragar, y no soportarlas, sonreír cuando cuentan de sus hijas horrorosas, con enamorados divinos, con carro heredado de un papá bien venido a menos. Entonces se ponen a rajar de aquella huevoncita que en el Santa Ursula no las pasaba, y bla bla bla, que su hija de veinte está esperando y más bla bla bla, y de pronto la más sapa me comenta que su hijito Armando está muy guapo y yo qué horror y qué asco!, pero la tía sigue, que está postulando y también tiene 18 años, y se ríe con mi mamá... te acuerdas cuándo planeábamos que nuestros hijos se iban a casar? Y risas, risas y yo guaj! pero sonrío, y entonces hablan de Francisco, qué pena que se haya casado, porque la hermana mayor de Armando hubiera sido perfecta para emparejar, y más bla bla bla. Entonces es puro tedio, ganas de ponerlas en MUTE y esperar que pase el tiempo, que se vayan, que se vaya la semana, esta invitada nunca esperada, toda depresiva y con ganas de joderme la vida. Y al fin se largan, otra vez es domingo en la noche y otra vez se respira paz en esta casa, paz en mi cabeza, tranquilidad en mi burbuja con sabor a frambuesa. Abro mis ventanas, me fumo sólo un cigarro, me lavo la boca cincuenta veces y corro a rajar con mi mamá de esos dinosaurios que resucitaron. Me río, dejo que me escarmene el pelo, que me diga cómo siente que me le parezco y ya son sólo las ganas de amanecer de nuevo, empezar el lunes desde cero, soportar las demás horas, así sean odiosas, latosas y harto chinchosas. Aguantar, soportar, mi consigna es nunca más llorar. O al menos alargar mi energía y mi alegría un par de semanas más.
No tengo nada qué decir, ni mucho menos qué pensar. Estoy en blanco, sin negro y sin palabras. Sólo un espacio.
Y siempre quise ser una hoja en blanco, una hoja A4, con poco espacio para escribir y completamente afín a los demás. Que no me hagan menos, ni que me hagan más, porque todo el mundo, a la hora de sacar fotocopias acepta una A4 entre sus demás hojas tamaño oficio, sin problemas, sin verguenza.
Y ser diferente entre tanta gente pero contener lo mismo al fin y al cabo es un poco gratificante.
Pero hoy, nada. Hoy un vacío y bastante letargo.
Hoy no soy una hoja bond. Hoy soy un blog borrador y me garabateo finales que no le satisfagan a nadie, ni siquiera a mí.
Pero que conste que no estoy blue. Sólo es el bajón acostumbrado del mes de Octubre, porque empieza otro más, porque cuando se acerca navidad hay más trabajo, le pinto una rayita más a mi pared y le pongo una vela más a mi torta de cumpleaños.
En dos semanas cumplo 19 años. 19, 19, 19... me da pena esto de dejar de ser una teenager. Pero qué chux, si una no es madura, al menos puede objetar que ya es 1 años más grande que cualquier mayor de edad.