Today Alexandra y yo caminamos demasiadas horas, demasiado tiempo, muchísimo espacio y fue entretenido. A pesar del sol, de no tener carro, de estar muertas de calor y sed, decidimos que iba a ser una mañana mutua. Para ponernos al día y volver a ser amigas. Conversando de sus ganas de ir a la playa a atrapar color, hablando sobre mi fracaso con Mr. Perfect, comentando sobre la ciudad más fea del mundo que de nuevo y con 24° nos tenía bien atentas y diciéndonos que nos queremos como mierda. A pesar de todo.
Porque líos hemos tenido en cantidades exorbitantes, y después de mucho meditarlo, creo que lo mejor de querernos tanto es olvidar las contradicciones.
De regreso a mi casa, pensaba que he perdido y perderé a mucha gente que en realidad quiero, y deseo conservar. Pero hay cosas que ocurren y algunos acontecimientos no se los puede cambiar a causa de eso que llamamos “orgullo”, y de lo que padezco como una enfermedad terminal. Lo acepto. Sin embargo el esfuerzo que yo hago, el paso que yo doy, es porque pienso que merece la pena intentarlo y que conservar una voz en mi memoria no es suficiente para mantener el sentimiento de querer y sujetar a una persona que nunca quise perder. Como hoy con Alexandra. Como todos esos días en los que me comentaban por teléfono que faltaban pocas semanas para que regrese de Italia, y yo pensaba muy en el fondo que la extrañaba horrores, pero no quería decírselo a nadie. Hasta hoy. Porque el efecto de recuperar a alguien tan importante es lo que me tiene más que contenta y me proyecta en más a estar feliz como una lombriz.