He notado, sin haber sentido, que he aprendido sin ellas a ser feliz, y que, ahora, cada vez que ellas se me arriban, todo son lágrimas y llueve a cántaros sin un techo encima.
Mi paraguas está roto… tiene una varilla salida, le falta el pitorrito de arriba, y tiene el palo torcido, oxidado y carcomido.
Con esto quiero decir, que vuelvo a llorar, lo siento, quiero alejarme de ellas y ellas me llevan mar a dentro. Donde nadie puede oírme, ni ayudarme, ni besarme. Antes no quería llorar, luego quise llorar por dentro, ahora por no hacer nada… por no pensar, ni lo intento.
El silencio se ha roto, y no sé como pegarlo. He perdido mi billete, he perdido mi vuelo. tus maletas se van, con las mías… yo, me quedo.
Todo lo que escribo me impide llorar, y hace llorar a todo aquel que se lo envío. No lo entiendo. El que quiere llorar soy yo, y no puedo.
El Mare Imbrium está en la Luna, y como ya te dije, lo llenó una sola musa, lo llenó una sola nube, pequeñita, muy mimosa. Con ojos infinitos, y pestañas melancólicas. Con una manos que… con unas manos quien… con una manos de… con unas manos, sí.
Mi propia princesa me ha encerrado en su torre, mientras vuela con el dragón, lejos, muy lejos, no sé donde.
Las olas… el viento… y su seductor apareamiento… Se sienten sucios y cohibidos, como amantes de aparcamiento. Y yo en tu apartamento, encerrado, leyendo, un libro de escapismo para los más desaprensivos. Sin saber nunca que siento, aún habiéndolo sentido.
Voy por la mitad del libro, y poco he aprendido, voy a mitad de enamorarte, y a la mitad de estar perdido. Señalo las hojas con una tirita de silencio, así cuando todos hablan, sé por donde voy leyendo, y cuando todo se calla, dejo de leer y atiendo.
Si tú te mueves me impaciento, y el cuarto se hace más pequeño. Y el escapismo ilustrado… mira sino me concentro no aprendo, o me quedo aquí dormido, o me muero en el intento, de escapar de tus adentros.
Fugarme del mar al desierto.
Taciturno no tiene escapatoria, si me observas o me lloras o en mí piensas.