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Enero|30

Extraños (continuación)

“¿Tú vienes para acá siempre?”, preguntó. Es cierto, no fue nada original, pero fue así como se abrió la celda de recelo que los separaba. Y quedaron solos. No, no se fue el resto de la gente, pero desde ese momento todos se desvanecieron. Su mirada era punzopenetrante… sentía que sus ojos le hablaban directamente a los suyos en un lenguaje que solo ellos podían comprender. Y le gustaba.

Más diálogos triviales fueron y vinieron hasta que llegó la pregunta de rigor: "¿cómo te llamas?". “Adriana”, respondió sin titubeos, aunque no era cierto, y calló sin requerir la identidad de su interlocutor para no demostrar tanto interés. Está claro que habló la cautela –y quizá algo de la estupidez femenina también- primero. ¿Pero es que acaso no estaba hablando con un extraño?

Él fijó sus ojos marrones aún más en los suyos – si era eso posible – y sonrió como si quisiera evitar soltar la carcajada ante lo que se sabe es una mentira infantil. La siguió mirando y sonriendo. Así permaneció por unos interminables segundos. “¿Qué pasa?”, inquirió finalmente ella con la ansiedad del culpable. “Nada. ¿Sabes que eres muy llamativa? Eres diferente”. Ella se dejó vencer y bajó la mirada, pero rápidamente recuperó la compostura: “¿ah sí?”, respondió con una sonrisa retorcida de sarcasmo.

La noche siguió su curso y ellos el suyo. El ruido exacerbado no fue obstáculo en la comunicación, al contrario. Ella en repetidas ocasiones colocó el brazo alrededor de su cuello; y mientras posaba la mano derecha en su nuca enterrando los dedos en su cabello, se colocaba de puntillas para hablarle en el oído izquierdo. Él escuchaba al tiempo que descansaba su mano en la cintura de ella. Y cuando ella no hablaba y él también callaba, se miraban y sonreían. Estaba claro: sus ojos tenían una conversación aparte que sus bocas también comprendían.

En una de esas pausas entre palabras, él tomó la mano derecha de ella. Colocó la palma hacia arriba y comenzó a palparla con los dedos de su otra mano delicadamente, como si de un reconocimiento se tratase. “No me dirás ahora que lees la mano, ¿no?”. “No”. Sonrió una vez más, como bien que lo sabía hacer, la sostuvo fuerte y dijo “ya vuelvo”. Fue la primera vez que lo vio alejarse.

Continuará...

Escuchando What a night de Frankie Valli

Guardado en el cajon: De los mares revueltosPermalink

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