Probé de pie esta vez. Habitualmente no funciona. Esta vez parecía que sí... Ella decía
“¡Oh, dios, tienes unas piernas tan lindas!”.
Estaba todo bien hasta que ella levantó los pies del piso, y me envolvió con sus piernas.
“¡Oh, dios, tienes unas piernas tan lindas!”.
Ella pesaba como 60 kilos y se colgó de mí mientras yo trabajaba. Fue cuando acabé que sentí el dolor volando hacia arriba por mi espalda. La tiré en el sofá y caminé por la habitación. El dolor seguía.
“Mira”, le dije, “mejor vete, tengo que revelar algunas fotos en el cuarto oscuro”.
Ella se vistió y se fue y yo caminé hasta la cocina para buscar un vaso de agua. Agarré el vaso con mi mano izquierda. El dolor corría detrás de mis orejas y solté el vaso que se rompió contra el piso. Me metí en la bañera llena de agua caliente y sales. Me empezaba a relajar cuando sonó el teléfono. Intenté enderezar la espalda y el dolor se extendió a mi cuello y a mis brazos. Me caí, me agarré de los bordes de la bañera y pude salir con mi cabeza llena de luces verdes amarillas y rojas. El teléfono seguía sonando. Atendí.
“¿Hola?”.
“¡Te amo!”, dijo ella.
“Gracias”, le dije.
“¿Eso es todo lo que tienes para decirme?”.
“Sí”.
“¡Vete a la mierda!”, dijo y colgó.
El amor se seca, pensé mientras volvía al baño, más rápido incluso que el esperma
Charles Bukowski
Escrito por Entrari a las Julio 15, 2004 09:47 AM