Jueves 13 de Octubre de 2005
He dormido unas doce horas. Con el estómago vacío cojo el metro hasta Picadilly Circus. No me impresiona como esperaba. Sólo es una puta plaza. Mucha gente y mucha lluevia. Ando y ando sin saber dónde voy. Camino por el Soho bajo la lluvia, viendo enormes carteles de musicales, con los bajos de los pantalones empapados y los pies húmedos. Desayuno en la parte de arriba de un Burger King mientras veo como bajo la lluvia unos hombres cuelgan un cartel de la nueva peli de Tim Burton. Maldigo todas las veces que he dicho que me gusta la lluvia; la odio, es deprimente. Me fumo un cigarro en la puerta del Burger King, refugiado de la p-u-t-a lluvia, y me voy hacia Covent Garden.
El mercado de Covent Garden tiene un encanto único (y además deja de llover cuando llego). Veo a un grupo tocar música clásica en él. Entro en una tienda llamada London Rocks donde todas las dependientas son japonesas; la mercancía mola, pero es carísima y casi no hay nada que no pueda encontrar en Barcelona. Entro en otra tienda, una de juguetes y chorradas guays, en la que compro cosas para para t. En el Jubilee Market me autoregalo una camiseta en la que sale Michael Caine.
Más animado tras las compras, me voy hasta el Palacio de Buckinham. El Palacio en sí me la pela bastante. Lo veo, le hago una foto, y me largo hacia los parques que hay detrás. Camino por Birdcage Walk hasta llegar a Westiminister. El Big Ben, Houses of Parliament, la Abadía, y esas cosas. Cojo el metro y vuelvo hacia Victoria. Como algo en un Puccino’s donde robo unos sobres de azúcar con frases ingeniosas . La decoración es como diría alguien “hipermegamona”.
Doy una vuelta por Chelsea, pero no me interesa nada de lo que veo.
Vuelvo a Victoria. En la estación compro el Evening Standard, que vale 40 peniques, porque con él regalan un paraguas rojo. No puedo dejar pasar esa ganga en una ciudad tan sumamente cara donde encima llueve tanto. Cuando lo abro veo que tiene el logo del Grupo Santander. Fuck.
Voy a Oxford Street. Tremendo bullicio. Está lleno de tiendas, pero las mismas que se encuentran en Paseo de Gracia. Entro en un HMV y me compro tres discos por 15 libras: Rolling Stones – Exile on Maine Street; Patti Smith – Horses; y Stevie Wonder – Talking Book.
Vuelvo al hostal. Me mancho mi sudadera negra al bajar a recepción y apoydarme en el marco de una puerta recién pintado de lila. Fuck!. Le envio una postal a t. y también la llamo desde una cabina. Dejo un mensaje en el contestador a mis padres: “Siento no haber llamado antes. Lo estoy pasando bien. Llueve. No hace frío. Bla bla bla. Vuelvo el sábado por la noche.” Cento en una pizzería llamada Royal Cron regida por unos pakistaníes jóvenes. El local no solo no inspira confianza sino que me preparo psicológicamente para que en cualquier momento entre algún herido lleno de sangre a refugiarse en la trastienda o para que un BMW aparque en la puerta y salga un tío que dispare a quemarropa con un Kalasnikov. Nada de eso sucede.
Vuelvo a litera de arriba del hostal. Un chico de Nueva Zelanda me dice que si quiero acompañarle a un pub, pero paso. Hablamos un poco y parece majo, un cabra loca.
Viernes 14 de Octubre de 2005
Me despierto sobre las siete de la mañana. En el lavabo coincido con un tio gordo y barbudo al que saludo con una vocecila ridícula que dice “hi”; él me replica con un sonoro “morning” que retumba tanto que casi mueve de su sitio la taza del water.
Bajo a la calle y desayuno en una cafetería. Pido un Tradicional Breakfast y me ponen un plato tan enorme que casi me sale por las orejas. El café no está mal, tras vaciar medio bote de azúcar en él.
Como la Northern Line está cerrada decido ir a Camden caminano. Voy por Euston Road y luego hasta el final de Eversholt Street que me deja en Camden Town. Pregunto a unos policias como llegar al mercado y me suelta un rollo y lo poco que entiendo es: “This street…right…three…cross the bridge…left….”. Resulta estar en esa calle, le sobran explicaciones.
Camden es tan guay y multicultural como lo pintan y saca mi lado más consumista. En una tienda me compro un jersey rollo “vengo de los Andes”. En un puesto de chinos compro dos camisetas de manga corta. Paso por un puesto de música y suena una versión de Revolution de los Beatles que nunca he oído. Le pregunto al chico y me dice que es un disco acústico de una grabación en casa de George Harrison con los temas que más tarde compondrían el White Album. Miro el disco y parece pirata. Le pregunto si lo es y me dice “It’s never been released” y no sé que más, o sea que sí lo es. Doce libras, pero no he venido aquí para quedarme con la miel en los labios. Paseando por una calle, con la intención ya de volver al hostal, entro en una tienda y hablo con el dependiente y sin quererlo realmente acabo comprando tres pulseras. Voy a otro mercadillo, sólo para mirar y acabo comprando una camiseta de The Libertines. Me voy al hostal, antes de que Camden me deje arruinado, y dejo las compras.
Voy hasta Tower Hill y le hago una foto panorámica a la torre de Londres y me siento en un banco a escribir. Luego voy hacia Westminister y hago más fotos al Big Ben, al Parlamento, y otra a la "Noria of the fucking millenium". Decido ir a la National Gallery, que es gratis, así que cojo el metro hasta Picadilly, donde unos hindúes graban un videoclip pop, y voy andando hasta Trafalgar Square, pero me entra hambre y decido ir a comer antes del museo. Doy una vuelta y llego a Chinatown, que parece estar de fiestas. Ningún sitio me convence así que al final entro en un “badulake” y compro un sándwich, bebida y un paquete de Lucky que me cuesta un ojo de la cara y me a Trafalgar Square a comer. Siete millones de palomas vienen hacia mí cuando saco el sándwich. Oigo hablar castellano por todas partes.
La National Gallery impresiona. Los Monet y los Turner siguen siendo mis favoritos aunque en todas las salas hay cuadros geniales. Me siento en un sofá en la Sackler Room, frente al cuadro de un caballo, y casi me quedo frito. Al salir veo que en la embajada de Canadá hay una exposición de fotos hechas por Brian Adams.
Estoy cansado así que vuelvo al hostal. El chico de Nueva Zelanda y dos personas más se han largado de la habitación y en su lugar hay un hombre francés y sus dos hijos. Se quedan flipados al verme, supongo que no tengo muy bien aspecto. Intento dormir pero no lo consigo porque por la calle del hostal pasan mil coches. Hay un tío rarísimo sentado en su litera con las piernas cruzadas sin hacer nada. Ayer por la tarde estaba igual. Supongo que no le gusta Londres.
Salgo a dar una vuelta por el barrio. King’s Cross es agobiante y está repleto de gente, como todo Londres supongo. El taxista hijoputa me dijo que tuviera cuidado porque era peligroso. Lo diría porque hay un kebab en cada esquina, pero a mí no me parece para tanto. Ceno abundantemente en un Burger King y cojo el metro y voy a Picadilly que está lleno de gente que va a ver musicales. Entro en uno de los pocos bares que no está lleno y me tomo una Guiness mientras veo un partido de fútbol en la tele. Voy a Covent Garden, que de noche es aún más guapo y tiene mucho ambiente y me siento a ver a un grupo de reggae. Cuando llego tocan “Turn your lights down low” con tanto sentimiento que casi me hacen llorar, y después “Jammin’” que es mi favorita de Bob Marley. Les echo unas monedas.
Sábado 15 de octube de 2005
Último día. Recojo mis cosas y me voy hacia la estación de Victoria. Dejo mis cosas en consigna, pero el tío que atiende ahí me dice que no puedo dejar el paraguas por no sé qué gilipollez. Lo acabo abandonando en la calle. Londres ha ganado esta batalla.
Desayuno en el Puccino’s que hay cerca de la estación mientras suena un disco de clásicos de Jazz. La chica que me atiende es muy simpática y mientras como se acerca a mí y hablamos. Es de la República Checa y vivió un año en Mallorca. Hablamos sobre Londres, lo que nos gusta y lo que no. Me hace pasar un rato agradable y cuando me despido de ella me desea suerte y a mí me da pena irme.
Camino hacia Hyde Park. Sólo son las diez de la mañana y en el parque hay poca gente. Me siento bajo un árbol y escucho el disco de los Beatles que compré. Es un parque genial pero por desgracia no lo disfruto del todo.
Voy en metro hasta Covent Garden (oooootra vez). Vuelve a estar el grupo de música clásica, que ésta vez interpreta una versión del Can’t take my eyes off you de Frankie Vallie. Soy una vuelta por el Soho y tomo un café una de las mil cafeterías italianas que hay. En Leicester Square vuelven a estar los hindúes grabando el videoclip. La gente se amontona para verlo y se parte con la coreografía. Entro en un HMV con la intención de matar el tiempo; me acabo comprando una camiseta de Led Zeppelin. Bajo andando hasta St. James’s Park y como hace sol aprovecho para tumbarme en la hierba. Quién me iba a decir el miércoles cuando llegué al hostal empapado que acabaría en manga corta y tomando el sol.
Vuelvo a la estación de Victoria, y en consigna me clavan ¡¡ONCE LIBRAS!! Por guardarme la maleta y una bola durante seis horas. Además no encuentran la maleta y he de entrar al almacén para reconocerla. Desde que vi al chico de consigna supe que era un cretino. Consigo juntar todas mis pertenencias en la maleta y a ésta le sale una cómica joroba. Cojo el Gatwick Expres que me cuesta sólo trece libras,lo que hace que me cabree un poco más con los de consigna. En el tren intento escribir pero le traqueteo convierte mi letra en un galimatías incluso para mí.
Llego al aeropuerto de Gatwick una hora antes de poder facturar. Encuentro un asiento y pongo los pies encima de mi jorobada maleta. Aquí se acaba, pienso. Los aeropuertos son muy fríos, las estaciones de tren tienen más glamour, así que no consigo ponerme melancólico ni nada. Tan solo vuelvo a casa. Podría ser peor, podría no haberme ido.
He conseguido leer los dos posts como una señora, de una sentada. Y ahora, ¿dónde está mi premio?
Escrito por Azid a las Octubre 18, 2005 10:30 PM