Agosto 30, 2005

Muerte a los plastas

A veces te encuentras con una persona que, pese a que a ti te inspira básicamente una clara indiferencia, quizá con un leve toque de simpatía, parece ver en ti a un amigo de quien no quiere separarse en la vida.

Y tú no haces nada, no eres especialmente simpático, ni tienes detalles, ni siquiera piensas en esa persona jamás. Actúas de forma pasiva, contestando con monosílabos a sus interminables preguntas, sin interesante lo más mínimo por su vida, explicando lo mínimo de la tuya. Aún así siempre te llama para quedar para “ir a echar una birra” y tú no ves la forma de decirle que no.

Huye. Cambia de teléfono móvil, no le des jamás el número de tu casa. Dile que te vas a vivir a otra ciudad. Si es preciso hazte una operación estética y cámbiate el rostro. Lo que sea. Esa persona es un plasta, el depredador más voraz sobre la faz de la tierra. Ni leones ni tigres ni tiburones. Uno de esos animales te devora al instante, sí, pero un plasta te hace la vida insoportable hasta el día en que decides comerte tus propios intestinos.

Yo acarreo con un plasta a mis espaldas, el cual me ha llamado hace media hora. ¿Para qué? Para ir a “echar una birra” y contarnos la vida…joder…¡su vida me importa tan poco! Le vi a finales de julio, y en lo que llevamos de verano me habrá llamado unas veinte veces, de las cuales en seis ocasiones le he cogido el teléfono. Ya sé lo que hay con su vida: ¡que es un coñazo! ¿Para eso tenemos que quedar? Y la mía también lo es, así que mejor cada uno en su casa, pero no…

Todo empezó cuando hace un año y medio coincidimos haciendo prácticas en la misma empresa y en el mismo departamento, pese a que nuestro trabajo era distinto. Él era un proyecto de licenciado en Administración y Dirección de Empresas y yo un proyecto frustrado de diseñador gráfico. Era, no lo niego, un buen compañero de trabajo. Muy sociable y siempre dispuesto a ayudar, y además me contaba cantidad de chismorreos de la empresa. Cuando me fui de allí lo hice pensando en quedar con él de vez en cuando… de vez en cuando era para mí unos seis meses, para él una vez al mes. ¿Por qué tenemos que vernos tan a menudo? En un mes mi vida no cambia y no tengo nada que contarle. Ni ganas, claro. No le cuento nada interesante, sólo lo mismo que le cuento a mis abuelos: el trabajo bien, la familia bien…. Aunque a él al menos puedo decirle “Menuda borrachera me pillé el sábado”.

Lo peor de tener a un plasta en tu vida es que no llegas a comprender qué le gusta de ti, así que no sabes qué cambiar para que se canse de ti. Da igual si no le cojo las llamadas, da igual si quedo con él y bostezo constantemente, o si me rajo a última hora; Él seguirá llamándome. Yo nunca le llamo. Nunca. Como mucho le envío un sms y entonces él me llama.

Me ha dicho que me llamara el domingo para que quedemos la semana que viene. No quiero verle. Joder, ¡una solución quiero! ¿Sugerencias?

PD: Que nadie me diga “díle la verdad”. Ese es el peor consejo de la historia junto con “Sé tú mismo”. Nunca funcionan. Sobretodo cuando se trata de ligarte a una tía, pero en casos así tampoco.

Escrito por W. Holden a las Agosto 30, 2005 12:14 AM
Comentarios

Golpéale con algo contundente en la cabeza. Eso suele funcionar.

Escrito por fettuchini a las Agosto 30, 2005 02:46 AM

Querido william.

Tu terrible problema escapa a mis posibilidades, puesto que yo arrastro con exactamente el mismo tipo de persona y no he sido capaz, en todo un curso, de mandarle a tomar por culo. Aunque todos mis amigos me lo han aconsejado, no he podido hacerlo, por que no me ha hecho nada malintencionadamente mas allá de existir y hacermelo saber dia tras dia. Quizas lo que ambos los dos you and me deberiamos hacer es convertirnos en auténticos cabronazos. No en cabroncetes que no responden sms ni cogen las llamadas, ni saben a ciencia cierta que haran el sabado noche y ya llamarán (si casualmente no se quedan sin bateria).
Yo lo he solucionado de momento mudándome a un lugar desconocido para esta persona (que compartía residencia monjil conmigo), pero Granada es pequeña y volveremos a vernos, y volveré a la eterna huida.
No se que hacer. Estoy desesperada.
Si encuentra usted la manera de solucionar este asunto, le ruego que me lo transmita. Es mi última esperanza.
Hasta el momento, llevaré siempre un adoquin en el bolso, como aconseja Fettuchini, que tiene nombre de mafiosete lo que explica que sea un humano con recursos.
Le deseo la mejor suerte en su terrible gesta.

Saludos.
Su vecina Delirio, la que se aburre por las tardes.

Escrito por Delirio a las Agosto 30, 2005 06:17 PM

qué marrón! a mí eso no me pasa porque no suelo dar mi teléfono a la gente hasta que estoy convecida de que no van a acabar siendo auténticas pesadillas!
yo dejaría de coger el teléfono, responder llamadas y mantener el contacto. a menos que sea un auténtico happy se dará cuenta de que te sobra.

Escrito por andrea a las Agosto 30, 2005 09:23 PM

Veamos....por un lado tenemos como solución la violencia, forma fácil además de divertida de zanjar el promblema, y por otro lado la prevención.

Demasiado tarde para prevenir. ¡A hostia limpia!

Escrito por William Holden a las Agosto 31, 2005 11:27 PM

no seas tu mismo ni le digas la verdad; mucho mejor quejarte en el blog

Escrito por REDRUM a las Septiembre 2, 2005 12:47 AM
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