…y entonces ella dijo que le gustaban mis orejas; o puede que no lo dijera, pero no dejaba de acariciármelas con ternura y a mí me pareció que tal vez le gustaban. Yo le dije que me gustaban las suyas, que eran pequeñas e infantiles, y se echó a reír sorprendida porque nunca antes se lo habían dicho. Nos estábamos congelando dentro del coche, que tenía una ventana abierta para que se escapara el humo del porro que nos acabábamos de fumar. Yo no dejaba de tiritar de frío y tosía como si me fuera la vida en ello porque acarreaba conmigo una gripe mal curada; ella parecía estar rara, pero eso perdió importancia cuando comprobé al día siguiente que mi bufanda olía más a ella que a mí…
Esto es lo que quiero recordar.
Escrito por W. Holden a las Febrero 19, 2005 11:54 PMoooooooooh q tierno!!
lo mejor de los olores impregnados es cuando no te los esperas.... y descubres horas después q ahí sigue ese olor....
a mí me encanta cuando A me deja su olor en mi almohada.
BEXETS!
Escrito por PennyLane a las Febrero 20, 2005 02:18 PMEso es lo que siempre se recuerda. Y es lo que de verdad cuenta.
Escrito por Santo a las Febrero 20, 2005 08:42 PM