Febrero 08, 2005

Days like this

- ¿Es Van Morrison eso que suena?

A Esther se le escapó la pregunta. Siempre parece inadecuado prestar atención a las canciones que se escuchan por el hilo musical cuando estás en una sucursal bancaria y delante de ti hay una vieja amargada, comprobando el estado de tus intereses en un ordenador diabólico que jamás se equivoca en tu favor. Pero era Van Morrison, seguro. Esther no recordaba el título de la canción. La había oído mil veces en la radio y le encantaba. Era relajante, alegre sin caer en la euforia, íntima, romántica, vagamente melancólica. Hacía sentir que todo estaba bien, aunque no lo estuviera. El mundo podría estar sufriendo las consecuencias de un holocausto nuclear, pero si esa canción sonara, todo el mundo sonreiría y tararía la melodía. Algunos incluso chasquearían los dedos al ritmo y cantarían. Esther se conformaba con seguir el ritmo de la canción con el pie.

- ¿El qué? – preguntó la empleada de la oficina.
- La canción que está sonando. ¿No es de Van Morrison?
- ¿Quién?

Es inútil, pensó. Algunas personas sencillamente tienen el corazón enterrado en cemento. Hubiera necesitado horas para explicarle lo que esa canción le hacía sentir, y aun así, la mujer no lo habría entendido. Hipotecas, declaraciones de renta, impuestos trimestrales, nóminas, préstamos a corto plazo…. Esas cosas seguro que le interesaban, pero no Van Morrison.

Odiaba ir al banco. Antes solía ir con Joaquín, pero ahora tenía que hacer este tipo de cosas sola. Como arreglar un enchufe o acudir a las reuniones de vecinos. Ahora tenía que hacerlo sola, y no era ir sola lo que le molestaba en el fondo, sino el simple hecho de ir, y comprobar que el dinero se le acababa. La mujer que la atendió le recomendó sacar dinero de la segunda cuenta que Esther tenía para pagar las facturas. El dinero que guardaba en la segunda cuenta era para realizar su antigua fantasía de pasar un año viajando por Estados Unidos. Supuso que las facturas eran más importantes, al menos a corto plazo, y accedió. “Adiós Ruta 66”, murmuró para si misma mientras dejaba la oficina bancaria.

Mientras caminaba de camino a casa pensó en el viaje que cada vez se alejaba más. Susana, su mejor amiga de la adolescencia, era quién lo había tramado todo. Durante años lo planearon sin llegar a concluir gran cosa, aunque una vez compraron un mapa y señalaron la ruta que querían hacer, que empezaba en Nueva York y acababa en California. Ahora Susana vivía en Italia y estaba casada con el hijo de un empresario muy rico e iba a fiestas en las que coincidía con Silvio Berlusconi y Rafella Carrá; Podía llamarla e irse una semana con ella a Nueva York, alojarse en el Plaza y comprar vestidos en las tiendas más caras porque Susana lo pagaría todo, pero no sería lo mismo, porque Susana no necesitaba tomarse un año sabático. La historia de siempre, quién se puede permitir un año sabático es quien no lo necesita. La vida es muy puta, pensó Esther.

Al llegar a casa, sintió que la máquina de escribir le rugía, como un perro ruge a un desconocido; Tenía el libro muy retrasado. Dentro de pocos días su editora la llamaría para pedirle que le dejara ver algo, y debía hacerlo si quería recibir un anticipo. Dinero, dinero, dinero. Ahora su vida se resumía a eso, y no porque sólo le preocupara ganar dinero, sino porque no tenía. Cuando la editorial le compró su primer libro infantil el futuro se prometía más satisfactorio de lo que finalmente había resultado ser. Quizá los niños se habían vuelto estúpidos de repente y no querían leer, pensó, o tal vez había perdido su talento literario entre tanta borrachera. Le resultó amargo y desesperanzador llegar a la conclusión de que a los niños no les gustaba lo que escribía.

Se encendió un porro, aunque sólo eran las diez de la mañana, y se preparó un café. Su pequeño piso, lleno de libros y discos, le pareció vacío. Siempre había soñado con tener una casa a la que siempre acudieran sus amigos, y cayó en la cuenta de que desde que Joaquín se fue, hacía ya más de tres semanas, nadie salvo ella había pisado el piso. No estaba sola, podía descolgar el teléfono y quedar con alguien para comer o para cenar, pero ya no había nadie cerca a quien quisiera invitar a casa a tomar café, o simplemente para sentarse en el sofá y charlar toda la noche hasta el amanecer.

No se le ocurrió nada mejor que poner a Billie Holiday de fondo para inspirarse, pero cuando cogió el disco, recordó que Joaquín se lo había regalado, así que decidió escuchar por despecho un disco de Carly Simon que él siempre había aborrecido. Aún así, pensó en él al oír Coming around again; En él y en todas sus historias de amor malogradas. En su malogrado proyecto de año sabático en Estados Unidos. En su malograda carrera como escritora.

Tras una hora en la que Esther arrugó varias hojas con apenas cuatro líneas cada una, decidió ver la tele. Cambiando de canales, vio que un meteorólogo advertía unos cuantos días de lluvia, y Esther, inconscientemente, le replicó en voz alta “serán bastante más que unos días”. Pero al cabo de un rato volvió a su mente la melodía de la canción que había escuchado en el banco a primera hora de la mañana y comenzó a silbarla mientras lentamente desfruncía el ceño hasta que, allí sola y tumbada en su sofá, sonrió como hacía meses que no lo hacía. Puto Van Morrison, pensó.

Escrito por W. Holden a las Febrero 8, 2005 07:22 PM
Comentarios

ais....que me ha gustado!!!!yo tb tengo canciones asi....aunque no son de van morrison...

Escrito por thais a las Febrero 8, 2005 09:59 PM

Gracias thais :)

Escrito por William Holden a las Febrero 8, 2005 11:03 PM

supongo que lo de "gracias2 no es por el hecho de que mis canciones no sean de van morrison ¿no? ;)

Escrito por thais a las Febrero 8, 2005 11:33 PM

No, que sean de Van Morrison o no resulta secundario, aunque me gustaria saber cuáles son.

El gracias (ya veo que hay que explicarlo todo) es por decir que te ha gustado el relato. Las palabras amables siempre son bienvenidas y recompensadas.

Escrito por William Holden a las Febrero 8, 2005 11:57 PM

jajaja una tiene una reputacion que mantener ;) el dia que me invites a tu loft del soho te digo las canciones para que te rias un rato.
pues si pues si...historia rechula :P

Escrito por thais a las Febrero 9, 2005 12:24 AM

A mi me ha gustado, no lo voy a ocultar :P
De hecho después d leer cosas bien hechas me siento torpe y como si no supiera escribir (veis, no encuentro un adjetivo)

x cierto ¿De dnd sacaste la inspiración? (si no es mucho preguntar)

Escrito por k lo a las Febrero 9, 2005 12:27 AM

La idea me vino al principio de la canción de Van Morrison, pero tras dejar la historia a medias durante unos meses, ayer conseguí acabarla tal vez gracias al cabreo que tenía conmigo mismo por no ser capaz de concluir una historia como esta, corta y sin pretensiones.

La inspiración viene a trompicones, es una puta almenos en mi caso, así que más vale apostar por la tenacidad y el trabajo.

(Esto ha quedado muy del palo "Niños, no toméis drogas...", pero bueno)

Escrito por William Holden a las Febrero 9, 2005 06:40 PM

la vida es así. ojalá viviéramos en un gran musical... pero parece q estamos condenados a perecer en un gran drama.


BEXETS!

Escrito por PennyLane a las Febrero 9, 2005 08:14 PM

Es verdad que la música tiene un poder sobre las emociones que no tiene ningún otro arte. No sé si mayor o menor, pero desde luego distinto. Hay canciones capaces de nublar el día más soleado, y también las hay como para resucitar muertos. Recuerdo que escribí una vez para mi blog algo sobre una canción, porque aquella tarde la había escuchado y me había deprimido de golpe (como cada vez que la pongo): "Still got the blues", de Moore.

Escrito por Santo a las Febrero 11, 2005 08:19 PM

Me encanta esa canción de Gary Moore; Sin embargo hay otra que canta con B.B. King que tiene un efecto totalmente contrario, me pone de un buen humor extraordinario: "Since I met you baby".

Escrito por William Holden a las Febrero 11, 2005 09:26 PM

rimedon, per kiu ni venkis jam multajn gvidistojn -- malsago kaj idiotaj demandoj. Ci tiuj kreitajoj nenion suspektas -- ili tute ne komprenas la sarkasmon. Neniam dum mia vivo mi estis tiel kontenta, tiel trankvila, tiel plena de bena paco, kiel hierau, kiam mi eksciis, ke Mikel-Angelo ne vivas plu. Ni eltiris ci tiun sciigon el nia gvidisto. Li kondukis nin tra mejloj da pentrajoj kaj skulptajoj en la vastaj koridoroj de Vatikano, tra mejloj da pentrajoj kaj skulptajoj en dudek aliaj palacoj; li montris al ni la grandan pentrajon de la Siksta Kapelo kaj freskojn, kiuj suficus por freskigi la tutan cielon, -- preskau cio estis farita de Mikel-Angelo. Ni decidis uzi kontrau li rimedon, per kiu ni venkis jam multajn gvidistojn -- malsago kaj idiotaj demandoj. Ci tiuj kreitajoj nenion suspektas -- ili tute ne komprenas la sarkasmon.

Escrito por ilar a las Febrero 12, 2005 04:47 PM

haces aflorar todo mi sentimiento de inferioridad al leer una cosa tan bien hecha como aquel relato;
tendria q aprender a escribir y leer y sufrir para poder hacer uno miserablemente parecido
felicitaciones

Escrito por Darkhole a las Marzo 8, 2005 12:36 AM
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