El silencio es el grito más fuerte
Estoy tumbada.
No puedo mover mi cuerpo, solo mi vista.
Esta comienza a nublarse y de mis manos nacen espinas que amenazan con convertirme en una rosa negra.
La primera y única rosa negra tamaño natural con perforaciones en el rostro.
Pienso en romper los vidrios de las retorcidas ventanas y cortar una a una las venas de mis brazos y mi cuello.
También pienso en el último abrazo que nos dimos antes de partir y de sus jadeos al término de la transpirada cabalgata.
Mi pelo esta sucio y se adhiere a mi rostro como el de un recién parido.
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