Famélica oscuridad,
de densidad abrasiva,
de magnético vacío,
deprofundidad abismal,
que ni la blancura
amarillenta de mis huesos respetas:
oculta al menos mi rostro mancillado
del pudor de saberme mortal.
Repara la semilla que fructificó
pero sin flor dejó mi interior.
Permíteme la extinción,
concédeme la partida
accede a mi súplica baldía.
Quiero sólo la certeza
de saber que no he existido,
sólo deseo buscar
y no encontrarme,
y felicitarme al término de cada día
por no hallarme.
Quiero sublimar
y que cada mísera partícula
emigre solitaria
hacia los confines
hasta olvidar su unidad.
Y que cada partícula,
anónima en su individualidad,
lleve la marca inversa
a la que Caín llevó,
para que nadie arruine
al titubear
la venida del final.
Walter Marrapodi