Por Bicubic me entero de esta propuesta. Pretenden hacer un día internacional de los weblogers.
Aunque es una tontería me parece simpática la propuesta.
He hecho algunos cambios. No terminaba de estar conforme con los colores anteriores. En realidad es lo único, sigo con el cromo ese provisional, aún no tengo imagen para la cabecera... ¿algún voluntario? Se agradecería cualquier ayuda, así como para mejorar un poco (bastante) el diseño.
Quejas, ayudas, propuestas, proposiciones indecentes y/o de matrimonio (ésta última sólo si tienes más de 90 años y eres rico, que una le tiene alergia a las bodas), donaciones, etc en los comentarios (que espero que vayan bien, aún no los ha estrenado nadie) o a mi mail (que también espero que funcione).
¡¡Necesito beta-testers!! :-)
No hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió.
Joaquín Sabina (Con la frente marchita)
Con la voz de Adriana Varela, esta canción me hace sentir nostalgia. Nostalgia de un amor platónico, enamorada de alguien que no suspira por otra persona sino por otro lugar, por alguna otra cosa, algo que nunca ha ocurrido. Pero también nostalgia del sentimiento de enamorarme, de amar a alguien y ser correspondida, y de volver a vivir.
E irremediablemente me pregunto: ¿alguna vez viví? Si es así ya no me acuerdo, pero siento nostalgia por esa vida que yo misma me he negado y que ahora lucho por recuperar, aun a pesar de los días bajos que atravieso y una (esperemos que) ligera recaída, de la que tengo la firme intención de recuperarme en un par de días.
Nostalgia de una vida que una vez tuve o tal vez con la que he soñado este tiempo; pero ya no persigo un sueño, ahora suspiro por ello. Por algo real aunque no haya existido o no exista aún, algo que ya no es lejano, desde luego no tanto como el río de la plata, sino más bien como el mar andaluz, mar que tengo muy cerca, mar que casi puedo sentir en esta noche en la que ha caído cuatro gotas, casi puedo sentir la brisa, las olas enredándose en mis pies, el sol en mi piel...
Ya casi puedo sentirlo. Ya lo probé días atrás, y me gustó. Volver a salir, volver a vivir. Pero como todo lo nuevo asusta, como aprender algo ya de mayores nos resulta más difícil, como el motor que ha pasado mucho tiempo de la última vez que arrancó, lo de estos días ha sido un amago, un curso preparatorio, algo preliminar, lo de verdad viene ahora. Pero pasito a pasito, sin hacer planes y sin agobios, sin tiempo para sentir nostalgia por vivir sino disfrutando la vida.
Y ustedes que lo vean.
Deportivas que no servirían para hacer deporte, engendros a modo de zapatos cuyo diseño sólo podría haber salido tras un largo debate filosófico aderezado con Ballantines y algún porro o, mismamente, de la pesadilla de cualquier chica de metro setenta y 40/41 de pie que siempre preferirá vaqueros, zapatillas y camiseta a la que no le falte una manga a todo lo que hay ahora en las tiendas.
He sucumbido. Actuando contra mis principios, no así mis deseos, me he comprado unos tenis de esos raros de ahora que, haciendo honor a la verdad, he de decir que son horribles, pero a mi me gustan. Eso sí, luego me he comprado un bolso que vayan bien con ellos y un cinturón para otro bolso que me compré hace días. Y es que no se puede pretender que una salga de una depresión de años de un día para otro, sin estar adecuadamente equipada. ¿Será éste el inequívoco indicio de que aún me veré con los horripilantes zapatos de punta que simulan unas deportivas pero se abrochan con cremallera? Antes muerta que sencilla, arreglá pero informal, y todo lo que ustedes quieran, pero habría que renovar la plantilla de diseñadores de los zara, bershka, mango y demás. Eso, o pedir que nos vuelvan a implantar lo que nos quitaron cuando la lobotomía, entre la operación de aumento de pecho y limpieza bucal.
Casi no veo lo que escribo. Mi monitor está amarillo, a ratos vuelve a su color normal, pero en seguida parpadea y se pone de nuevo amarillo. No veo nada.
Hoy iba por la calle contínuamente agachándome para ponerme bien el bajo del pantalón, que iba pisándomelo.
La gente pasaba por mi lado y no paraba de mirarme. Para mi, una fóbica social, el hecho de ir arrastrando los pantalones me incomodaba más por este motivo que el que me los vaya a cargar pisarlo.
Siempre voy a paso ligero por la calle. Tras años de total sedentismo, esto hace que me asfixie enseguida. Mi problemas con el largo de los vaqueros han servido para que andara más tranquila. He barrido toda la calle pero al menos no iba corriendo, que ya es algo. Hace poco me di cuenta de que iba así de ligera para llegar cuanto antes evitando así a la gente.
Detrás venía una mujer que en una de esas que me paraba a sentarme para tratar de arreglarlo un poco me ha adelantado. Se me ha quedado mirando, como no podía ser de otra manera. Pero yo he respondido igual. Me he fijado en que llevaba "El País", una barra de pan, y medio vaso de café en una bolsa.
Hay gente que hace unas cosas muy raras por la calle.