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En la playa

Hoy, dos por el precio de uno.

Aún no he dormido. De hecho, después de escribir el post anterior, me llamó mi madre para decirme que se iba y me que tomara la pastilla.
Y entonces lo decicí. Me bajaría con ella y me quedaría en la playa. Esperando a mi padre, que tenía que ir al médico, al final decidí irme sola. Mi madre no paraba de decirme que esperara, que ellos me bajaban, que mirara el día, que dónde iba a estar, que le dijera a mi padre que se viniera conmigo...
Después de prometerle que me quedaría en el puerto, en las rocas, o bien en la playa de al lado, que a esta hora ya hay gente, me dejó ir, aunque no sin reticencia.
Iba por la calle a las siete y media e intentaba no ir rápido, disfrutar del paseo.
Llegué al puerto pero me decidí por la playa: en la entrada había un hombre con pinta de guardia.

Así que aquí estoy. Puse la toalla, me quité la ropa, saqué el libor, y me acerqué al agua. Di un pequeño paseo por la orilla y volví aquí.
Qué cambiada está la playadesde que no vengo. A cualquier otra hora no habría venido. La primera torreta ya no está, de hecho, juraría que está más cerca que antes.
Hasta hace poco había un señor mayor con su perro, un husky precioso que se me ha acercado. Me encantan estos perros. Él ha contribuido a animarme un poco más la mañana. Desde aquí se divisan unos barcos faenando. Cerca de aquí estan poniendo unas porterías para jugar a futbol (es la única playa de toda la ciudad que tiene superficie de arena respetable, las demás, 10-20 metros y para de contar). Hay alguien pescando junto al espigón. Gente corriendo, y yo, que debo ser la única que toma el sol a las 8 y media de la mañana. Me muero por darme un baño, pasear.
Ojalá tuviera ya la cámara digital. No iba a sacar nada del otro mundo, y yu soy malísima haciendo fotos, pero el mar está precioso, tan azul, con algunas olas, la fría arena aún tan lisa salvo algunas pisadas, entre ellas las de Thorn, como he decidido que se llamará el perro. Decía que el mar está precioso, como dejando entrever su fuerza aunque esté tranquila, una fuerza, por cierto, contagiosa.
Hace un tiempo me acordé de cuando era pequeña y aún se podía acampar en la playa, no nos quedábamos en ésta sino en una a las afueras, a la que aún seguimos yendo. Me acuerdo cuando intentaba quedarme despierta oyendo las olas y el suave murmullo me dormía. Cómo despertaba para tomarme la leche con Nesquick y cereales y me gustaba pisar y dejarme caer por los desniveles que hacía la marea cuando subía en la arena.
Recuerdo vagamente que íbamos a un campo de golf de ahí al lado a ducharnos y lavar los cacharros. Cómo justo al lado acampaban unos vecinos con toda la familia y amigos, y recuerdo que ya en ese tiempo era un poco cortada, pero eso lo dejaré para otro día.
La brisa me trae un ligero olor como al combustible de los barcos que suele haber por las mañanas. Ya llevo un rato aquí y aún no he llenado la arena de mi alrededor de colillas, aunque ya no aguantaré mucho.
Miro a mi alrededor y sonrío. Creo que iré a dar otro paseo.

Escrito por lorayk el 8 de Julio a las 04:28 PM
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