Saludos, camaradas.
En la cruel guerra que es vivir y sufrir las inclemencias de nuestras pasiones y desgracias, a veces encontramos una peña despejada desde la que poder observar la amable luna; es en ese momento cuando en la oscuridad de la noche solemos sentarnos con una cerveza en la mano, disfrutando de la brisa desde nuestro balcón, o fumar un cigarro en el banco de un parque oscuro y desierto, y dejar simplemente que la vida pase sobre nosotros y a través de nosotros.
Es en ese momento cuando nos damos cuenta de una cosa: La vida es una herida hiperrealista.