El viernes, al salir del trabajo F., que es el único chico junto conmigo del grupo que hemos entrado como nuevos, me propuso que lo acompañara a una fiesta. Apenas dos semanas de trabajo, y entre que somos los dos únicos chicos y que hay una cierta afinidad me vi siendo bienvenido por dos argentinos envueltos en una sábana a modo de toga en una casa a oscuras. A parte de la música funk, estaban los elementos de siempre: Alcohol, porros y un total desprecio por el descanso de los vecinos. A las 2:45 de la madrugada apareció la Policía Local y la fiesta terminó.
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Como siempre, a los diez minutos de estar en la fiesta y darme cuenta que aquello era como una discoteca (imposible mantener una conversación, sensación incómoda por estar quieto mientras todo el mundo baila a mi alrededor) me preguntaba cómo es que siempre siento la ilusión de que por una vez va a ser diferente, que lo voy a pasar bien y conocer gente interesante. Y aunque pase siempre,nunca pierdo esa especie de ingenuidad y de inocencia.
Todo es cuestión de suerte y azar como ya he dicho. Pasaron meses en el máster, y allí con poca gente me sentí realmente a gusto. Y aquí en dos semanas alguien ya me ha propuesto salir. Cosas de la vida.
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Ahora que tengo cámara digital, estampas de la vida cotidiana.
Aquí se ve a mis compañeras de trabajo (de la misma hornada que yo) en el descanso de 20 minutos que tenemos a las 18:00. Entonces, casi todos salimos al exterior del edificio y la mayoría se vuelca como posesos con su móvil mientras zampan chucherías y refrescos sacados de las máquinas.
Escrito por Lobo a las Julio 5, 2004 11:46 PM