Junio 01, 2004

Restos de serie

Un día le dibujé a alguien en un papel dos curvas sinusoidales que representaban la evolución de las relaciones entre Bz. y A. y Bz. y yo. Estaban desfasadas de tal forma que quedaba reflejado que cuando las cosas le empezaban a ir mal con A. ella se acercaba a mí. Pasó en 2º y en 3º de carrera. Cuando mi relación con ella llevaba un trecho andado, ella volvía a llevarse bien con A. a la vez que nuestra relación se iba hundiendo. La gráfica predecía que aquel verano, la relación entre Bz. y A. iría a más, hasta que él consiguiera de nuevo que ella se hartara de él.

Un día, trabajando en mi despacho de la universidad, me encontré a A. en el Yahoo! Messenger que me contó entusiasmado que se iba al festival de Benicàssim con Bz. Y que además irían a Barcelona. Si en febrero no quería caldo de A., toma siete tazas.

Según fue pasando el tiempo, Bz. y yo empezamos a comportarnos como si el otro no existiera. Un día, en un examen, ni nos hablamos. Ella luego diría "oh, que despiste por los nervios del examen". Estaba en un grupo de teatro, pero en la vida diaria se le veía demasiado el plumero.

Mi tranquilidad tras la ruptura se volvió en enfado y rabia. Un enfado en el fondo conmigo mismo. Alguien me había dicho que las 2ª partes de las relaciones nunca llevan a ninguna parte. Sólo sirven para quitarte de la cabeza la idea de "¿y si...?". Y yo sentía que me había metido en un callejón sin salida. Que había perdido el tiempo, porque no había descubierto de ella nada que no superia de la primera vez. Y que para tan corto viaje no hacía falta tantas alforjas.

Pasé un verano penoso en cama con fiebre. Los médicos no se ponían de acuerdo si era Hepatitis vírica o Mononucleosis. Tanto tiempo en la cama al menos sirvió para mirar atrás y pensar. No paré de darle vueltas a cómo me había aferrado a una relación como salvavidas. Y dispuesto a mantenerme a flote, había aguantado chaparrones de mierda. Pensé cómo mi vida estaba estática. Y como necesitaba otros alicientes. Creo que fue entonces cuando decidí irme lejos de allí. Escribí decenas y decenas de páginas en mi diario. Mi vida volvió a ponerse en marcha.

En septiembre volví a practicar el arte de los rodeos absurdos por el edificio para no tropezarla. Y cuando empezaron las clases en octubre tuve la debilidad de pararme un día a hablar con ella, para que me contara su verano. Al parecer algo había pasado en aquel viaje con A., que para ella definitivamente no quería saber nada de él. Él por su lado, sólo echaba pestes de ella. Y cada vez que le contaba su versión a sus amigos le terminaban diciendo "¡pero que hija de puta es esa tía!". Supongo que nunca les contó cómo se había metido como un elefante en una cacharrería en mi relación con ella. O quizás nunca les contara que ella estaba saliendo con alguien. Casualidad, era yo.

Me vi de nuevo en medio de los dos. Era divertido oirles contar a cada uno por su lado un mismo encuentro en el que derrochaban falsa cortesía. Bz. decía que había decidido "superar su pasado" y dejarlo todo atrás. Aquello significaba hacerme sentir una anécdota ridícula en su vida. Decidí evitarla. Aunque tenía mis periódicos momentos de debilidad. Al poco del comienzo de la guerra de Irak acepté su invitación de irnos a tomar un café. Yo para evitar hablar de nada personal maté el tiempo contando batallitas de los foros sobre temas militares en Internet. Sé que estaba quedando de friki, pero me daba igual. Sentados en un mesa, soltó una risita y dijo: "La verdad, parece mentira que yo terminara saliendo con un tipo como tú".

Una noche coincidí en la fiesta de cumpleaños de alguien que había sido compañero nuestro de facultad, pero había dejado la carrea, a A. Me ofrecí a llevarle a otro chico y a él a sus casas cuando quisieron irse. Dejé al otro chico, e hice a solas con A. el trayecto de 10 km. hasta su casa. Iba conduciendo, y empezamos a hablar de forma general. De cómo al llegar al cuarto año de carrera nos habíamos encontrado con gente que nos había decepcionado a lo largo de este tiempo. Gente que por pasar tanto tiempo con ellos nos habían apartado de otros. "Gente". Llegó el momento en que le dije "me parece
que no estamos hablando de la gente en general, sino los dos de la misma persona"

Empezamos a intercambiar confidencias. Él pensaba que algún día se enfrentaría a ella y le reprocharía muchas cosas. Le aconsejé que no. Ella lo consideraba un tipo patético, y lo único uqe iba a conseguir es que se riera más en su cara. Él por otro lado me contó cosas que vio y oyó mientras se movió por los mismos círculos que ella. Aquellas eran las piezas que me faltaban para terminar de montar ciertos puzzles. Comprendí cosas por primera vez, y no me sentí nada bien. Él me contó su verano con ella. Antes de encontrarse con él en Madrid para viajar juntos a Benicàssim ella le había llamado porque estaba muy mal. Habían tenido la enésima bronca con D. y necesitaba más que nunca el apoyo de un amigo. Él la esperó con brazos abiertos, pero cuando ella llegó estaba fría y distante. Las versiones varían entre los dos. Pero lo que ella nunca me contó fue, que cuando desembarcaron en Benicàssim y apareció D. no pasó mucho tiempo hasta que ella volviera a estar de carantoñas con él.

Él último día, faltando poco para tener que coger el autobús, D. y Bz. no aparecían. Alguien los había ido a ver a la zona de los baños. Se habían ido a bañar o algo así. Cuando A. llegó al sitio, de dentro de las duchas se oía no la voz de él, sino sus gemidos.

Recuerdo a A. contándomelo. Las tantas de la madrugada en plena calle, delante de su casa. Recuerdo apoyar mi pie en el petril de acera y sentir ganas de vomitar. Dios... Todo, todo el tiempo había girado en torno a D. Todo era una montaña de mentiras. Todas aquellas "bajonas", "crisis" y "depresiones" de las que me hablaba, no habían sido más que el resultado de la enésima bronca con él. Ella le justifcaba con frases como "cuando me hace daño, en realidad lo hace para hacerse daño a sí mismo". Tanta prisa siempre, porque había quedado con "alguien". Tanto cambio de ánimo. Un día me había llegado a decir que en su pequeña ciudad, provinciana y pueblerina no se vivía tan mal. Lo interpreté como que estaba llevándose bien con D., y que por tanto había abandonado la idea de marcharse a Madrid o Barcelona.

Pringados. Vaya par de pringados habíamos sido A. y yo. Quizás desterrarla de nuestras vidas nos permitió recuperar algo de confianza. Pero nunca nada volvió a ser igual. De vez en cuando lo veo aquí en Madrid. Nunca hemos hablado en serio del episodio de Bz. Un día le comentaba a una amiga común que él nunca utilizó otra palabra que "amistad" para referirse a lo que sentía y aspiraba con ella. "Él no es tonto", dijo ella, "y conmigo si ha llamado a las cosas por su nombre". A lo mejor algún día lo deberíamos hacer.

El verano pasado nos fuimos de cena con varias compañeras de clase, para despedirnos antes de venir a Madrid. Después fuimos a un local y allí me contó una de ellas que se había sentido incómoda con A. Seguía tan "cariñoso" como siempre.

Escrito por Lobo a las Junio 1, 2004 06:23 AM
Comentarios

eh, te hago notar que acabas de convertir a A. en alguien real

Escrito por mii a las Junio 1, 2004 11:13 PM