Hace ya tiempo hablé del mundo académico, una de las dos posibles opciones en mi futuro laboral. El tema es inagotable.
La semana pasada misma me dieron la nota del trabajo que teníamos que entregar el 29 de marzo. Hube de escoger entre 8 preguntas y opté por una que coincidía con mi tema de tesina. Me pusieron un 83. Y en los comentarios del evaluador ponía, entre otras fallos, que no había profundizado lo suficiente en el concepto identidad y en el concepto globalización. Ello en un trabajo de 2.500 palabras. Sé que hubo muchos personas de clases disconformes con la nota y los comentarios del profesor que me evaluó a mí. Mañana jueves habrá toda una clase destinada a revisar y comentar los trabajo para todos aquellos que quieran. No iré. Sé los fallos de mi trabajo. Al fin y al cabo lo hice yo. Ayer expuso en clase su trabajo en clase la compañera que sacó más puntuación en el tema de mi trabajo. Hacía aguas por todos lados. Tendré que mejorar mis habilidades en vender humo a los profesores.
Sé que todo sería más fácil para mí si adoptara a un profesor como mentor. Le pidiera ayuda y actuara como si su ayuda me fuera inestimable: "Oh, estoy tan perdido con mi tesina. ¿Qué libros me recomienda?". Teniendo en cuenta que en el mundo académico no se ganan salarios astronómicos, todo gira en torno a cuestiones inmateriales como el prestigio. Es decir, el ego. En la cena del viernes, había que ver la cara complacida del profesor C. mientras mis ex-compañeras de facultad interpretaban el papel de damiselas en apuros esperando ser rescatadas por él.
Anoche me encontré por casualidad a A., el único ex-compañero de facultad que estudia aquí en Madrid que casi puedo considerar un amigo (y el único del sexo masculino). Hablamos de nuestros planes del futuro. Él quiere irse a México y no tiene incoveniente en no volver nunca. Hablar de nuestra antigua universidad me ha hecho pensar cómo ha cambiado mi concepción de tantas cosas. Al comienzo de la carrera un puesto de profesor era para mí la máxima aspiración. Hoy ninguno de los dos qusiéramos volver, y tener de compañeros de trabajo a quienes fueron nuestros profesores. Allá me indignaba con lo dicho por tal profesor en clase. O por la mediocridad de tal profesora. Hoy desde la distancia, resultan ridículos de lo insignifcantes y provincianos.