Abril 26, 2004

Es que no sé ni qué cantar

Llevaba varios días sin escribir. Las páginas en blanco en mi diario suelen corresponder con momentos intensos: O muy buenos o muy malos.

El martes llegó N. de Eslovenia. Pocos días antes me había mandado un correo electrónico anunciando su llegada, además de su esperanza de verme. Me hizo mucho gracia la idea de mí que dejó entrever. Se creía que llevo una agitada e intensa vida social en Madrid que me impediría tener tiempo para ella. Perdí una tarde de clases para recibirla en el aeropuerto. Allí conocí a su amiga A., que no ha disimulado nada su contrariedad con que le haya robado a su queridísima amiga de alma. N. y yo pasamos viernes y sábado juntos. Me encargué de cocinar, le dejé mi cama y yo dormí en mi saco de dormir, le enseñé Madrid, pagué los libros que quiso comprar... He quedado una vez más como un simpático payaso, amable, generoso y atento. (A. hizo toda clase de comentarios sarcásticos cuando N. empezó a desglosar lo que había hecho por ella los dos días que estuvimos juntos). Y no siento ninguna clase de satisfacción por el deber cumplido. Me siento un perfecto capullo. El próximo jueves irá a Portugal a reencontrarse con su rollete de una noche de verano. Ahora sólo faltaría que me soltara a la vuelta eso de "oh, ojalá él fuera como tú"..

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Casualidades de la vida, la semana pasada V. dio señales de vida para avisarme de una cena de antiguos compañeros de la promoción que estamos aquí estudiando en Madrid junto con un profesor que nos dio clase allá, y de paso pedirme un favor. Cuando nos vimos el viernes, oh mira por donde, se mostró dispuesta a vernos el domingo por la tarde. Pero eso sí, que llevara a N., para ella practicar su inglés. Qué irónico. Porque su excusa más habitual para no vernos ha sido siempre el tener en su casa a alguna amiga de paso en Madrid. Como no podía ser de otra manera, el domingo me avisó de que no podíamos vernos. Pero me volvió a recordar lo que quiere que haga por ella. "Ya te avisaré cuando pueda" le respondí. Hoy volvió a insistir. Paciencia. La va a necesitar.

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Dudé en ir a la cena del viernes. Me parecía ridículo que después de meses en Madrid escenificáramos para un profesor el número de cohesionado grupo de antiguos compañeros de clase viviendo en Madrid. Hay una persona de las nueve que somos a la que jamás he visto. Hay otra que sólo he visto una vez y de pura casualidad en el intercambiador de Moncloa. Y otra a la que vi dos veces en octubre y después de aquello, rompimos todo contacto.

Por suerte, el viernes aparecieron sólo cinco personas. Como ese día lo había pasado con N., y era la noche que iba a quedarse en mi piso, la llevé a la cena. Resultó ser bastante distendida en un restaurante peruano del que salimos con las barrigas bien llenas (pagó el profesor). Fue curioso ver a mis ex-compañeras, algunas de las cuales no hablaban nada bien de C. en los tiempos de la facultad, gimotear al hablar de nuestro oscuro futuro laboral y pedirle ayuda al profesor.

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A veces el cuerpo y la mente siguen calendarios distintos. El viernes me encontraba de buen humor. Y aún así, de pronto, en pleno centro de Madrid llegó. Como una ola, barriéndolo todo. Inexplicable. El dolor.

Escrito por Lobo a las Abril 26, 2004 11:45 PM
Comentarios

joder vaya profesores q tiene q van por ahí invitando a cenas xD
La susodicha eslava estaba buena? dile q pase del portugués coño y q los chicos buenos y amables luego son los mejores xD

Escrito por gorkamorka a las Abril 28, 2004 03:25 PM