El viernes no escribí nada porque fui a la cama cerca de las seis de la madrugada ordenando el cuarto. Luego por la noche, al salir de clase tomé la decisión de ir al cine. Terminé viendo "La joven de la perla", en versión original con subtítulos, en uno de esos cines que hay cerca de la plaza de España y que anoche vi que son frecuentados por una clientela con aspecto de culturetas intelectualoides sofisticados.
Hay películas que tienen su momento concreto para verlas. En septiembre del año pasado vi con pocos días de intervalo "El hijo de la novia" y "Milla 8". Dos películas totalmente diferentes, y que sin embargo por estar a punto de dar un cambio radical en mi vida me apelaron. Y aunque parezca mentira, diría que la segunda más. Historias de alguien que no vive por su trabajo y se tiene que replantearlo todo ya las he visto antes. Pero la historia de alguien con sueños que se pregunta cuándo es el momento de dejar de soñar me recordó mucho a mis propias preguntas (Je, vaya forma de llevarla la contraria a la gente. Todo el mundo alabando la película argentina, y yo filosofando entorno a una película de Eminem).
Y el viernes viendo a J. Vermeer mirar de esa manera a su criada me removió. El deseo contenido. El deber por encima de todo. La aceptación resignada. El contemplar desde lejos lo que no puedes ni tocar. Qué familiar. Qué cercano.
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Una vez leí que se había convertido en una excusa socorrida alabar la fotografía de una película cuando no se había entendido nada o el guión era aburridísimo. Pero esta vez la fotografía del portugués Eduardo Serra alcanza un nivel de preciosismo que hace creer que en momentos de la película las imágenes confundan al ojo y te hagan creer que vez un cuadro.
Y está Scarlett Johansson. ¿Qué decir?
Escrito por Lobo a las Abril 18, 2004 02:05 AM