En una hora volveré a casa. Escribo desde el aeropuerto G. Marconi de Bologna en un ordenador con acceso a Internet gratuito. Mañana estaré una vez más metido en la rutina, pero espero que todo esto haya servido para romper con la espiral descendente de apatía y depresión en la que estaba cayendo. No hay nada como alejarte de todo y hablar de ti mismo para darte cuenta de lo estúpidas que suenan tus preocupaciones. Es siempre el primer paso.
He pasado la mayor parte del tiempo en Bologna, callejeando por su centro histórico, que tiene un aire entre decrépito y decadente. Como ciudad universitaria el centro está lleno de gente joven, bares, librerías y copisterías. Y ha tenido fama durante mucho tiempo de ser una ciudad roja (gobernada en estos momentos por la derecha). Además Florencia, Milán y Venecia están relativamente cerca. Es en definitiva una ciudad interesante para pasar uno o dos cuatrimestres como estudiante Erasmus, pero no me veo viviendo aquí.
El jueves de madrugada estuve haciendo correcciones en este weblog y fui a la cama tarde. Me desperté a las 9, y en lo que desayuné, preparé la mochila y fui a la estación de tren, perdí el tren interregional que salía para Venezia Santa Lucia poco antes de las 10 de la mañana. Terminé cogiendo un InterCity para Mestre la ciudad continental de la que un puente ha convertido a Venezia en su península. Allí en el andén me encontré turistas de todos lados, abundando los grupos de asiáticas y estadounidenses. Al bajarnos en Venezia Santa Lucia oí detrás mío a alguien cantar "Vamos juntos a Italia..", la canción de Hombres G. La tenia en mente precisamente en ese momento.
Llegué en vaporetto a Rialto y allí me puse a callejear. Cuando llegué a la plaza de San Marcos parecía que habia una manifestación en curso: Eran las hordas de turistas. La visión de la basílica de San Marcos y el campanille son de esas imágenes que impresionan. Entrar en la basilica y en el palacio ducal era imposible, así que caminé por callejuelas estrechas entre edificios de fachadas decrépitas y canales angostos. Encontré galerías de arte y tiendas de antigüedades, en las que de haber sido rico había dejad una pasta. Entonces me di cuenta que buena parte de los turistas eran parejas y grupos de chicas o mujeres. Me los imaginé a todos atraídos porque Venecia es taaaaaaaaaaaan romántico. También me pareció interesante el porcentaje de turistas que parecían "entender"...
Un poco saturado de tanto arte sacro e iglesia barroca en los días anteriores me metí en el museo Guggenheim, donde se exponía la coleccion recopilada por la excéntrica millonaria Peggy Guggenheim. Era un auténtico "Who is who" del arte del siglo XX: Bacon, Pollock, Magritte, Chagal, Duchamp, Dalí, Miró, Picasso, Man Ray, los futuristas italianos, Mondrian, Modigliani, Kandinsky, etc... Aunque pagar 10 euros por la entrada me hizo maldecir haber olvidado sacar el carnet ISIC.
Abandoné Venezia con la certeza de que volveré.
Al día siguiente fui a Firenze con F. Le insistí en que si no le entusiasmaba la idea no tenía problema en ir solo. No tuvimos mucho que caminar para encontrar la iglesia de Santa Maria Novella, y de allí llegar al Duomo. Enorme, impresionante. Una visión increíble. Por Semana Santa la ascensión al Duomo no era posible, y el Campanille estaba abarrotado.
Despues de comer, la espera para entrar en la galería de los Uffizi nos llevo más de dos horas. Y justo en taquilla F. se echó para atrás. La pésima iluminación de los cuadros me pareció que deslucía un museo lleno de joyas del Renacimiento. No dejé de sentirme un turista pero ver muchos cuadros (como "La consagración de la primavera" y "El nacimiento de Venus") que llenan los libros de historia hizo que mereciera la pena.
Por la noche y en el tren de vuelta a Bologna, de pronto, F. empezó a hablar con confianza. Compartimos dudas y preocupaciones, y también reímos. Y hasta que volvió a subir la guardia pareció que este viaje no fue en vano.
Escrito por Lobo a las Abril 12, 2004 05:40 PM