Anoche fue la fiesta de despedida de A., que se va definitivamente el miércoles. Hemos pasado meses tirándonos los trastos a la cabeza, y si por momentos pareciera que una amistad podría sobrevivir a todo me pasé su fiesta encerrado en mi cuarto. Subió incluso a traerme un trozo de pizza. Ni me moví de la cama donde estaba tumbado. Le di las gracias y le dije que dejara el plato encima de la mesa sin apartar la vista de la revista que estaba leyendo. Cuando bajé a la cocina a buscar algo de comer me preguntó si "estaba mejor". Se creyó que me sentía mal. Mejor que pensara algo así.
Por un lado podría considerame un bruto. Por otro me pregunto quién me manda a dar un mínimo de confianza a personas como A. Me pasa igual que con L. y R., mis compañeras de clase. Son la clase de personas con las que normalmente no me relacionaría. Pero las circunstancias, la forzada convivencia de compartir un piso o un curso, me llevan a ser amistoso. Pero tarde o temprano, esas personas esperan algo más de mí y se sienten decepcionadas. Así que atrincherarse y enrrocarse no es tan mala opción. Al menos es más sincero y honesto.
...
El jueves tuvimos otra fiesta más en el piso. A los chicos del piso se les ocurrió invitar a los chicos del otro piso alquilado por M., nuestro casero, y a las chicas del piso de al lado en el que viven con la hermana de M. Vamos, una fiesta del club de inquilinos de M. y su hermana. Fue el lunes o el martes, cuando J. y L., los dos españoles, junto con F., uno de los italianos, fueron al piso de al lado tímidos a tocar al timbre e invitar a unas chicas que no conocíamos a nuestra fiesta. Volvieron entre risas, comentando quiénes les habían parecido guapas. Yo estaba preparándome la cena, y J. me dio unas palmaditas en la espalda. "Te tienes que preparar para la fiesta. Que tú aquí junto con D. eres el más necesitado". Dijo. Y L. se unió con la broma. Yo medio insinué que a lo mejor me quedaba en mi cuarto. J. y L. saltaron a coro que no se me ocurriera.
"Vamos a ver" dije yo. "Es que me veo la situación":
-Hola, ¿qué música te gusta?
-Música elctrónica islandesa.
-Ah... Vale...
Fin de la conversación.
-Hola, ¿qué estudias?
-Un máster en desarrollo. Mi intención es irme de cooperante al extranjero.
-Uy, eso suena muy peligroso.... Eh... ¿el baño dónde está?
Los dos se rieron. Sabían que las cosas son así.
Antes de venir a Madrid definitivamente, una compañera de clase hizo como yo un primer viaje para buscar piso. Volvió contando cómo en Madrid no se paraba de conocer gente interesante y de ser invitado a fiestas. Yo mismo me ilusioné ante la idea. Una nueva vida lejos de casa, en una gran ciudad con mucha más probabilidades de encontrar gente semejante. Mucha más ocasiones para encotrar mi sitio.
El jueves, era cosa de las 22:00 cuando nuestra fantástica fiesta eran tres chicos del otro piso, y uno de ellos diciendo chorradas sobre política que no podía evitar escuchar desde mi habitación donde estaba, como siempre en ese tipo de situaciones, encerrado. D. subió para que uniera a la fiesta, y tratara de ser un contrapunto al fulano. "Tienes que aprender a ser diplomático", dijo. Que él estaba de acuerdo en que el tipo aquel sólo decía chorradas, pero en vez de mandarlo a la mierda o llamarlo imbécil tenía que, de la manera más relajada, intentar demostrarle porque estaba equivocado. Los imbéciles y fanáticos son causa perdida para mí. Así que seguí en lo mío. Incluso vino una chica del piso de al lado para disculparse porque tenía mucho que hacer al día siguiente, y se iba a la cama temprano. Vaya fracaso de fiesta.
Podría ahora decir que no hay mejor metáfora de mi vida actual que aquel momento. El mundo está lleno de imbéciles o de gente con la que no tengo nada en común, así que permanezco encerrado en mi mundo. Podría quejarme, podría lamentarme, pero nada cambiará. Y mientras tanto el tiempo pasa.
Pero he aquí el milagro, o la casualidad. Alguna de las chicas del piso de al lado apareció, y por ensalmo congregó a un montón de amigos, y cuando bajé me encontré una algarabía de brasileñas, estadounideneses y hasta un alemán simpático (de Colonia, no podía ser de otra manera) que estudiaba en Münster. Recordaba el nombre de esa ciudad por la novela Q, que resulta que la había leído. Y allí, por unas horas, nuestro piso pareció lo que uno podía esperar de una fiesta de estudiantes.
Escrito por Lobo a las Marzo 29, 2004 09:05 AMCon la gente q no interesa... hay q estar solo lo estrictamente necesario.
Lo buenos amigos son demasiado escasos como ara desperdiciar el tiempo con alguien q no sea especial para ti.
vamos q estamos deacuerdo, es una gilipollez ponerse a conocer gente q no te llena para nada