Ayer me fui de clase en el descanso. Me sentía incapaz de estar quieto en la silla escuchando a la profesora. A mi lado L. se sentía igual. Los compañeros de clase no nos habíamos visto desde el miércoles y sólo daban ganas de hablar del 11-M y del resultado de las elecciones.
Después de fugarme de clase fui hasta plaza Callao. La ciudad recobra su ritmo. Había estado allí el viernes, después del mediodía, y había una extraña calma. La ciudad había amanecido cubierta de nubes y lloviznaba. De vuelta de Barajas, de acompañar a H. a coger su vuelo para Alemania, salí a la calle en la estación de metro de Nuevos Ministerios. En un día así me entraron ganas, de pronto, de ver la ciudad desde el autobús, en vez de viajar a varios metros bajos tierra.
A las 12:00 el transporte público paró y la gente salió de su trabajo para guardar 10 minutos de silencio. Sin embargo los coches siguieron pasando, y se creó una situación extraña. Cada uno en silencio guardando para sí miles de sentimientos, y el tráfico pasando como si la vida continuara con normalidad.
Aquella mañana miré a los edificios del paseo de la Castellana y por primera vez en todo este tiempo me sentí parte de Madrid.
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He encontrado esta viñeta de un dibujante jordano, Emad Hajjaj.