Estaba harta. Harta de tener la cama contra la pared del baño. Ruidos y más ruidos de las tuberías, del agua cayendo por el grifo. Eso se ha acabado. Ayer decidí que era la última vez y lo he movido todo, incluso he sustituido la decoración recargada de mi habitación por tres hojas secas en la cabecera de mi cama. Fuera peluches (exceptuando a M que sigue apoyado en mi almohada). Tres hojas secas y cuatro ramilletes verdes. Me ha gustado el resultado aunque parece más pequeña. Además he quitado todas las fotos. Ya es hora de hacer nuevas y mejores de nuevos y quién sabe si mejores amigos. Un beso
No sé como empezar. Creo que en las confesiones el comienzo siempre es complicado. Sí, esto es una confesión porque necesito desahogarme. No he superado todavía un bache que hubo hace algún tiempo en mi relación. Llevo dándole vueltas a esto varias semanas y he llegado a esta conclusión: si no fuese tan celosa, tendría más seguridad en mí misma (vivir la vida no es leer un libro para pararse a leer todas las lecturas posibles). No me concentro, en absoluto, en ser yo. Miro mi reloj boca abajo y me parezco a él. Siempre fuera de lugar.
Además, un factor fundamental para que mi paranoia aumente es creerme menos de lo que soy. Se suele decir que las comparaciones nunca son buenas y pienso que es cierto, pero algo imposible de no hacer. La inteligencia y la originalidad son cualidades de personas auténticas que valoro mucho porque no me veo sobresaliendo en algo (sigo buscándome a mí y mi motivación perdida).
En todo momento, pueden surgir nuevas amistades. Yo admiro a esa gente que tiene un algo especial a ese círculo al que nunca accederé por temor; todos ellos con sus temas individuales pero compartiendo algo más que palabras y, con los que las horas parecen no pasar hasta que una llamada de alguien inoportuno te devuelve a la realidad. Yo soy esa inoportuna que en ocasiones es tan soñadora como una niña.
Esperando a que las olas toquen mis pies,
esperando a que el sol vuelva a salir.
Gente con espacio. Demasiado espacio para una sóla persona. La nada es demasiado infinita y los viajes demasiado cortos. Luciérnagas atrapadas en la profundidad de un cielo oscuro.
Sentada en mi ventana; en mi escondite. Con las piernas colgando. Siento los cuatro o cinco metros que me distan del suelo. El viento sopla y extiendo las alas para volar; para seguir volando. Tan sólo es un paso. Ahora. Antes. Después. Salta!No importa; nada importa cuando eres libre y saltas de una ventana.
Un beso
La tolerancia está bellamente expresada en la historia de varios hombres a quienes se pidió que describieran un elefante en la oscuridad. Uno de ellos, tocándole la trompa dijo: "ese animal es como una cañería"; otro, tocándole la oreja, dijo: "ese animal es como un abanico"; un tercero, tocándole las patas, lo describió como una columna. Un beso
La noche soy y hemos perdido. Así hablo yo, cobardes. La noche ha caído y se ha pensado en todo.
Las últimas noches han sido extrañas, despertándome a las cinco de la mañana, echando de menos a la gente, pero sobre todo sintiéndome rara, como si hubiese perdido el tiempo.
Dándole muchas vueltas, caí que llevo tres años aquí y siempre he estado con la misma gente, exceptuando alguna que otra persona; pero de todas maneras, me he movido por un mismo círculo que según dicen mis amigos, no me conviene demasiado. Y es cierto, no me aportan mucho, pero creo que por comodidad no me ha dado la gana ni he tenido el valor suficiente para hacer frente a esta situación. Me siento como una seta que está esperando a que alguien la coja en una húmeda y fría tarde otoño. Eso se ha acabado. He vuelto a ser yo la que tome las decisiones, ¡mis propias decisiones! con miedo por supuesto, pero diciendo lo que quiero, dejando de tener en cuenta al resto de personas y sus opiniones porque al final, va ser cierto eso de que soy un poco "bobita" como dice una amiga. Y las cosas tienen que cambiar.
Desde el momento en que empecé a conocer gente (hace ya tres años en una residencia de estudiantes )y me abrí un poco (cosa bastante extraña para mí), me acostumbré al teatrillo que se había montado en el que todos éramos participantes y primeros actores. Desde ese momento parece que perdí mis propios intereses y me convertí en una más de esos zombis que parece que no piensa, ni tiene inquietudes... y yo antes quería cambiar el mundo o por lo menos eso me decían. Tenía su encanto, porque en parte era cierto. Cambiar el mundo... Ingenua. Sin embargo, no hay nada que me diga que no puedo contribuir a ello; el tema es ponerse a luchar por algún interés, alguna motivación y abandonar el estado seta, que no "periodo chándal".
He tomado mi primera decisión y para ello dejo atrás muchas cosas, pero es una nueva etapa en la que puedo permitirme ser fuerte y ser yo la que decida. Dejo de ser una cobarde. Un beso.