Si ayer dije la luna me sonreía sería por ver visiones, por no querer ver, cerrando y apretando los ojos muy fuerte para que nadie ni nada saliera. Tengo que decir que creo que me he equivocado, soñando con ilusiones y dejando que la realidad pasara igual que la niebla en una tarde de invierno, pero no me daba cuenta que donde yo vivo siempre es espesa y de alguna manera siempre entristece un poquito.
No es una, son varias, varias noches que quisiera sonreírte sin decirte ni una sola palabra y que te vieras reflejado en mis ojos verdes, verdes, profundos y te perdieras en ellos…pero eso es el pasado, vamos, tal vez vuelva pero nunca será el mismo; porque ya me cuesta ahora mirarte y reprimirte y no sentirme algo culpable por lo que ha ocurrido. Cuesta decirlo pero lo deseaba, de alguna forma dentro de mí lo deseaba. Me equivoqué soñando sin ver lo que pasaba y de que yo podía ser la protagonista de esta historia, sin poder cerrar los ojos.
Quisiera conocerte de nuevo en otro tiempo, en otras circunstancias, que volvieras a ser el desconocido al que le hablé algo sobre un descafeinado y “casi” tu respuesta era si era feliz; blablando entre tazas de desayuno, noches sin dormir y largas conversaciones que acababan con un “ hasta luego” en el ascensor o las escaleras y pensando en mi cabeza a ver si le veo en la comida; sin embargo no ha sido así y me siento más que afortunada, porque puede que lo que tengamos ahora sea un “algo”, pero me hace feliz , aunque también (cómo no) dudo del mañana.
Tenemos una conversación pendiente, esta vez no acabará entre tazas de desayuno (porque esas las abandonamos hace algún tiempo), pero de igual modo será volver a tener una conversación que dure más que una comida; aunque desconozca como acabaremos, lo que diremos, lo que sentiremos: espero que llegue pronto.