Orejeras
En la empresa cliente en la que me encuentro por la tarde queda bastante menos gente y el personal de limpieza comienza su trabajo a primera hora de la tarde y finaliza alrededor de las diez de la noche. Empiezan a limpiar aquellas zonas-áreas que van quedando vacías.
Ayer cuando una de las personas que estaba limpiando ya había pasado fregona a ciertas zonas de la planta, llega una persona de mantenimiento para cambiar algunas luces (típicos tubos fluorescentes).
Para cambiar estos fluorescentes, es necesario retirar algún panel del falso techo con la consiguiente generación de virutas, polvo. Con justa razón, la persona que acababa de limpiar no le sentó nada bien tener que volver a limpiar.
La persona de mantenimiento tenía un objetivo: cambiar el tubo de luz; no le quedaba más remedio, ya que él como todos los demás tenemos jefes.
[Me vino a la menta algo que he leído recientemente en el que se indicaba que las personas que estuvieron involucradas en el holocausto eran simples burócratas y cumplían con las ordenes que les indicaban su superiores, porque lo importante era el objetivo. Bueno que me voy por las ramas]
Esto me ha hecho pensar que vamos por la vida con orejeras (1), seguro que a mi me ha pasado muchas veces que no me fijo si mis acciones para conseguir los objetivos molestan a otras personas.
¿Qué hacer? Quizá en el caso que he presenciado si la persona de mantenimiento le hubiese comentado a la persona que limpiaba lo que iba hacer y que no le quedaba más remedio que cambiar los tubos, quizá la persona que limpiaba no hubiese sentido tan mal, ni se hubiese enfadado. Por otra parte la persona que limpia también tiene que entender que esta persona no tiene la culpa de que le hayan mandado cambiar los tubos a esas horas, el es un “mandado”.
Qué fácil es verlo como espectadora.
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(1)Entre las definiciones de la RAE: “En las guarniciones de las caballerías de tiro, cada una de las piezas de vaqueta que se ponen al animal para impedir que vea por los lados”