Otra manera de ver un asunto
Esta semana que ha terminado, el periódico gratuito Qué! ha dedicado una serie de artículos a reflexionar sobre las ventajas de que los trabajadores saliésemos del trabajo a la hora estipulada; es decir, no hacer jornadas más allá de la hora acordadas.
Debo decir que me he leído los artículos de manera transversal y de esta lectura me quedo con la impresión de que la culpa la tienen los jefes y las empresas ( cómo si estas no fuesen un conjunto de personas) exclusivamente.
Siento discrepar -algo-, veo el asunto de otra manera. En muchas ocasiones, el motivo de que las personas no se vayan a la hora que se tienen que ir es más por las apariencias, por el ambiente de los compañeros que por otra cosa. ¿Cuántas veces se valora negativamente a aquellas personas que se van a la hora?.
Desde mi punto de vista [que por supuesto es discutible, quizá sesgado y erróneo ] existe una costumbre bastante extendida en el mundo laboral que es preocuparse del horario/tareas del compañero y no de las propias.
Muchas personas están más preocupadas de a que hora entra, sale o cuantos cafés se toma el compañero que de su propio trabajo, sus propias tareas.
El día da para mucho si se sabe aprovechar, es cuestión de organizarse. Hay días que uno puede estar más disperso y hay otros que uno debe estar más concentrado para poder hacer todas las cosas e irse del trabajo a la hora.
Me entra la duda, pero me gustaría saber si existen personas que cuando alguien se va a su hora piensa: "que máquina, con la cantidad de trabajo que tiene y lo consigue hacer en su hora y yo aquí que no doy abasto necesito más tiempo; que lento soy o esto me pasa porque me gusta perder el tiempo". No, la mayoría de las veces se piensa que esa persona que se va a su hora tiene cara dura, o así no va hacer carrera. Sin pensar, que a lo mejor se ha dedicado a trabajar en vez de vigilar que hacen los demás o todo el día de aquí para allá pero sin hacer nada.
Porque observo, con mucha frecuencia, que en general se pierde mucho tiempo en el trabajo y posiblemente esta perdida de tiempo es consecuencia de que como se sabe que hay que quedarse hasta las mil para que concentrarse en las tareas.
Por lo tanto, empecemos los trabajadores a dejar de mirar con mala cara aquellas personas que salen a su hora. Y ya puestos empecemos todos a no ser tan competitivos para ver quién es el que sale más tarde, cómo si eso fuera un mérito.
Dicho lo dicho, también me gustaría decir que no confundamos el que se va a su hora con sus actividades/tareas completadas, con el listillo que se escaquea de sus tareas. Y también con aquellas personas que tienen un jefe que le gusta convocar reuniones a las ocho de la tarde, que como las meigas haberlas haylas.
Y no me duelen prendas decir, que yo he sido de las que ha hecho jornadas eternas. Unas veces con motivo y otras sin motivo aparente sólo porque estaba mal visto salir a la hora. Y por supuesto a juzgar aquellas personas que se iban a su hora. Pues si es verdad, antes pensaba de esa manera. Y ahora pienso, que equivocada estaba; en algunas ocasiones también me digo [pero menos, que tampoco es plan estarse maltratando]: menuda imbécil que era .
En la actualidad trato de salir a mi hora que son las siete de la tarde. Esto no significa que a las siete se me cae el bolígrafo, simplemente a las siete intento cerrar aquello que estoy haciendo y si son las siete y media pues no pasa nada, a veces prefiero terminar alguna cosa que tener que al día siguiente retomarlo. Tampoco significa que no me pueda quedar más tiempo; está claro, que cuando una reunión se prolonga más de la cuenta pues no queda más remedio.
Pero si me quedo es porque tengo algo que hacer en ese momento que no puedo dejar de hacer. Porque tener siempre se tienen cosas que hacer y hay que poner un límite a los horarios antes de que estos nos absorban.
Así, que empecemos todos a cambiar el "chip"; esto es, a reprogramarnos un poquito. Y la próxima vez que veamos a un compañero salir a su hora pensemos: "Debo aprender a organizar mi tiempo para poder salir a mi hora". Así poco a poco se van cambiando las culturas empresariales.
Y ahora dejo una historieta, que esta relacionado con esto y con muchos de los comportamientos del mundo laboral. A mí me viene a la mente muchas veces. Sé que es muy conocida, pero me apetece copiarla.
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Un grupo de científicos encerró a cinco monos en una jaula, en cuyo centro colocaron una escalera y, sobre ella, un montón de plátanos.
Cuando uno de los monos subía la escalera para agarrar los plátanos los científicos lanzaban un chorro de agua fría sobre los que se quedaban en el suelo.
Pasado algún tiempo, los monos aprendieron la relación entre la escalera y el agua, de modo que cuando un mono iba a subir la escalera, los otros lo molían a palos.
Después de haberse repetido varias veces la experiencia, ningún mono osaba subir la escalera, a pesar de la tentación de los plátanos.
Entonces, los científicos sustituyeron a uno de los monos por otro nuevo.
Lo primero que hizo el mono novato nada más ver los plátanos fue subir la escalera. Los otros, rápidamente, le bajaron y le pegaron antes de que saliera el agua fría sobre ellos.
Después de algunas palizas, el nuevo integrante del grupo nunca más subió por la escalera.
Un segundo mono fue sustituido, y ocurrió lo mismo con el que entró en su lugar.
El primer sustituido participó con especial entusiasmo en la paliza al nuevo.
Un tercero fue cambiado, y se repitió el suceso.
El cuarto, y finalmente el quinto de los monos originales fueron sustituidos también por otros nuevos.
Los científicos se quedaron con un grupo de cinco monos que, a pesar de no haber recibido nunca una ducha de agua fría, continuaban golpeando a aquél que intentaba llegar hasta los plátanos.
Si fuera posible preguntar a alguno de ellos por qué pegaban con tanto ímpetu al que subía a por los plátanos, con certeza ésta sería la respuesta: «No lo sé. Aquí, las cosas siempre se han hecho así.
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[ Esta versión la copie del blog de Microsiervos. Por nada en especial, fui a Google y la primero que me apareció.]