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4 de Marzo 2004

El gran auto (3)

Comienzo a caminar, porque no quiero acabar el poco dinero que me queda en transporte. Inmediatamente asumo que es una tontería. Urgo en la bolsa de mi camisa y aparece una tarjeta telefónica; si estoy de suerte todavía tendrá crédito para una llamada. Estoy de suerte.

-¿Jessi?
-¡Hola! ¿Vas a venir?
-Claro amor. Es más tengo excelentes noticias.
-¿Sí? ¡Dime!
-Hoy me corrieron del trabajo.
-¡Ay qué poca madre!
-No cariño, escucha. Significa que me dieron una liquidación. Una mierda, pero esta noche yo invito los tragos.
-¡Qué chido!
-Sólo tengo un problema muñeca. Si queremos que nos alcance el dinero para una buena borrachera necesito que vengas por mí. No quiero gastar cincuenta pesos en un taxi.
-Sólo dime dónde estás cielito, y vamos por ti.

“Vamos por ti”. No me gusta el plural, pero bueno. Le digo que nos veamos en la zona de Garibaldi. Jessi es la buena. Cris es la tonta, también conocida como la gordis.

Llegan una hora después de lo acordado. Jessi se disculpa:

-A la gordis le dieron ganar de orinar y no veíamos ningún pinche Sanborns.

Me subo al auto. En las tres ocasiones que he salido con estas chicas, Jessi conduce un coche diferente, cortesía de su novio, o su "güey" como ella le llama. “Se lo prestaron a mi güey” es su cantaleta. Más adelante me entero que su güey tiene el loable oficio de proveedor de estupefacientes en la zona de Lindavista, a lo largo de toda la calzada de Ticomán. Una fichita. Por otra parte Jessi adora los autos lujosos y enormes, y establece una curiosa relación entre el tamaño de un auto y el tamaño del pene de su dueño. Claro, en caso de que existiese dicho pene. “Mira a ese güey, el carrazo que tiene. ¡Papito! ¡Debe tener un PITOTE!” Yo no tengo auto, así que me divierte la idea de que por este simple hecho ella pueda considerarme una especie de eunuco. Es divertido estar con ellas. Al menos más divertido que escuchar a los tipos de la oficina planeando cómo joderse a la secretaria mientras se emborrachan. Ah, pero acabo de quedarme sin oficina.

-¿Nos vas a invitar a una cantina del Centro amor? – pregunta Cris, cuya mirada de borrego me irrita, por decir lo menos. Me quiere pasar por la piedra desde el primer día que me vio, eso es seguro. Tal como yo deseo hacerlo con su amiga.
-No niña. Estas cantinas son de a cien pesos la copa. Ustedes merecen algo más… digamos bohemio.

Por supuesto Cris no entiende lo que le digo. Jessi se ríe.
-Estaba pensando, ¿por qué no vamos al cine porno que está aquí a la vuelta? Es baratísimo y enriqueces tu cultura.

Jessi se entusiasma; Cris se horroriza. Pero está decidido, dos votos contra uno. “Pinche gordis hasta vas a pedir MÁS”, le dice la buena a la tonta mientras comienza a jadear como fingiendo un orgasmo.

Así que entramos al Cinema Río. Dan una con Rocco.

Cris no deja de cubrirse los ojos. “No entiendo, ¿Por qué no fuimos a ver Buscando a Nemo?

(Las películas son igual de malas. Escucho o leo a los críticos. Una gran película, te dicen. Y voy a ver la mencionada película. Y me quedo allí sentado sintiéndome un maldito imbécil, sintiendo que me han robado, engañado.)

En la pantalla, Rocco muestra sus ENORMES dotes actorales.

“¡Qué pitote! Ese güey debe tener un CARRAZO!”

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Texto en negritas cortesía de Charles Bukowski.

Publicado por Pável 4 de Marzo 2004 a las 03:23 PM