léemetoda

La perversión

Los cuerpos son un producto comercial. Bellos, yogurcitos, sin grasas, sin irregularidades, sin imperfecciones. Cuerpos de marmórea estatuidad. Pero como todo lo que expresa un rayo de luz oculta una sombra casi más grande, los cuerpos, en realidad esconden en sus pliegues, la debilidad de la ausencia del alma. El alma, sin entrar en terreno teológico, es la estructura, lo que tiene vivo y dinámico cualquier objeto o persona (objeto). Los cuerpos torturados de Abu Ghraib me estremecen. Esas mujeres, que un día iluminaron con su presencia los lugares que pisaron, en sus tranquilas residencias, con la invasión "democrática" perdieron su honorabilidad, cuando un día, por un motivo fútil, por encontrarse en el sitio equivocado a la hora equivocada, pasaron unas horas, días, semanas en una cárcel: fueron objeto de placer para pervertidos americanos, acostumbrados en sus TV a complacer la vista con la repugnancia del mercado del sexo, y fueron humillaciones para ellas, de las cuales jamás podrán olvidarse, hasta tal punto que elegirán la muerte, como limpieza a una ofensa a ellas, a la familia, a la comunidad. Pobres amigas mías.

Faluya

Ayer, esos bárbaros, depravados llegados de Occidente con la pretensión de enseñarnos lo que quiere decir "civilización" con las palabras huecas de: "libertad", "democracia" (como si esos conceptos fuesen el remedio de todos los males, si uno tiene libertad pero no tiene dinero su libertad es inexistente, la democracia consiste sólo en votar a gente que, teniendo medios, luego hará de la política su negocio y se olvidará de quienes lo votaron). Esos hombres y mujeres que pretenden enseñar a un pueblo que nació hace 8 mil años, que ha inventado la escritura, que cuando todo el planeta estaba todavía en las cavernas, nosotros adornábamos nuestras casas con jardines pénsiles. Ayer esas gentes que se alimentan, en el cuerpo de grasas, en el espíritu de la retórica patriotera y militarista, ayer esa gente arrasó nuestros hogares, segó la vida de nuestros niños, nuestras esperanzas de futuro, nos quieren negar el futuro. Pero el futuro no nos lo pueden robar, quizás el petróleo sí, pero nuestro futuro jamás.

Occidente

España nace a Oriente y muere en Occidente.
¿Qué tengo yo que ver con Bufalo, con Illinois, con Kentuky?
A mí dadme las bellas colinas de Jerusalén, los resplandores del Líbano, las congojas de Bagdag, los movimientos cimbreados de los nácares vientres de las bailarinas de Túnez, los olorosos cueros del Magreb, los sutiles perfumes del jabón de Siria: jabón, palabra fundamental árabe. Que tengo yo que ver con le Minesota, con la hamburguesa de plástico, con las grasas del MacDonald.

Teruel

Cuando, yo, Zoraida, pienso en mis lares, el corazón, como un pajarillo herido, se remueve. Tierras de Teruel, sembradas de recuerdos de mis antepasados, mudéjares que, tras la victoria cristiana, permanecieron donde habían nacido, haciendo lo que desde siempre habían hecho: laborar la arcilla, de los alfareros, modelar el hierro forjado, trabajar la tierra, en ese desierto, que, a veces, gracias a un sorprendente río que, juega al escondite, riega esas pequeñas fracciones de tierra que, insolentes, se atreven a acoger las semillas y a dejarlas nacer, florecer. Por esas tierras que son un desafío al furor de Dios, nací yo.

Zoraida

Llevo últimamente mis días perdidos en navegaciones por mares orientales, Oriente suscita en mí imágenes sumamente intrigantes. Siempe he reivindicado con orgullo unos ancestros moros, o hebraicos, mis apellidos conversos así lo indican. Por ello el encarnizamiento occidental contra nuestras propias raíces me infunde una profunda irritación. Donde yo nací y crecí me recuerdan constantemente que la cultura musulmana ha sido la más duradera, 11 siglos, ni siquiera la cristiana ha llegado a tanto y sin embargo nadie lo recuerda. Me gusta pensarme como una Zoraida, ese nombre siempre me gustó, no haré como Madonna, que ahora quiere ser Esther, claro para ella el cambio es una cuestión comercial, para mí, el reconocimiento de una querencia.

Olvido

No, yo no olvido, pero en estos tiempos había algo que me retenía: la vida a mi alrededor me obligaba a pensar a escribir. La guerra ha absorbido mis energías. No soporto las guerras americanas, siempre las he considerado como una demostración imperialista. Pero esa guerra non es como las otras, para mí escondía algo más, además del petróleo. Y me siento tan cerca de Irak, hace dos años estuve en Bagdag.. qué sitio, qué gente: bella, sobe todo los hombres, comprendo que los pervertidos hayan hecho todo lo posible para gozar de su dolor.