He paseado por las noches mediterráneas de junio en Valencia. No recordaba esas noches desde mi adolescencia, cuando abandoné mi casa por seguir a un hombre que me conduciría a la que hoy es mi segunda casa: Milán. Había olvidado casi, esas noches de junio con una bóveda celeste de sutiles cambios, azules que van cambiando de claridad a oscuridad con el centelleo de escasas estrellas. El volver a contemplar un cielo tan maravilloso, tan nuevo me ha dejado con el corazón removido ¿cómo abandoné un cielo tan bello? ¿Cómo puedo seguir viviendo sin verlo?
Pocos meses todavía y regresaré para siempre a mi Casa, a mi cielo de Valencia, a mis olores de huerta, a mi vientecillo vespertino.