Los ahorros y el sexo
Me gusta la palabra "ahorro". Me quedo encantado cuando veo una Caja de Ahorros, es para mí un templo laico. El ajetreo de su interior me fascina. La espera delante de la ventanilla, en vez de molestarme, como a la mayor parte de la gente, me causa una extraña sensación: me ensimismo en fantasías de todo tipo: fajos de billetes resplandecientes, cajas fuertes abiertas, mostrando, casi oscenamente, sus entrañas, hechas de montones de pasta, de cofres de joyas, de divisas, de dólares. Al mismo tiempo, por una torcida relación, me imagino escenas de sexo perverso, muy perverso: mujeres que yacen a mis pies, sumidas, abandonadas, y yo, indiferente.