No me lo perdonaré nunca
Fui débil.
Cuando mi mujer me sugirió la posibilidad de tener que cuidar a una anciana de 90 años, pensando en su edad avanzada, en su estado de salud (decían, no muy bueno), la cosa en sí no me pareció negativa. Por otra parte se perfilaba la posibilidad de hacernos con sus "Haberes" y, eso, todo sea dicho, se me antojaba una muy, pero que muy buena ocasión para coger un pellizco de dinero. Como tanta gente me he pasado meses y meses, años y años luchando con la fortuna: quinielas, sistemista por excelencia. Y he de confesar que alguna cosilla caía, de vez en cuando. Así que, considerando friamente la cuestión, la llegada a la familia de la Tía Esperanza, vaya qué nombre, no me preocupó mínimamente.