Hemingway:
"El instrumental necesario se reducía a las libretas de lomo azul, a los dos lápices y el sacapuntas (afilando el lápiz con un cortaplumas se echa a perder demasiada madera), a los veladores de mármol, y al olor a mañana temprana y a barrido y a fregado y buena suerte. (...) Ciertos días la cosa marchaba tan bien que uno lograba construirse el campo y pasear por él, y andando entre leña cortada salir a un claro del bosque, y subir por una cuesta hasta otear las lomas, más allá de un brazo del lago. Tal vez ocurriera que la mina del lápiz se rompía dentro del embudo del sacapuntas, y uno recurría a la hojita de cortaplumas para expulsar el pedacito de plombagina o tal vez para afilar cuidadosamente el lápiz con su buen filo, y entonces metía uno el brazo por la correa de la mochila, en su salazón de sudor, y levantaba la mochila y pasaba el otro brazo por la otra correa, y sentía el peso repartiéndose por la espalda, y sentía las agujas de pino debajo de los mocasines al echar a andar por la bajada hacia el lago.
Y en aquél momento una voz se hacía oir:
-Hola, Hem. ¿Qué diablos estás haciendo? ¿Pretendes escribir en un café?.
Se acabó la buena suerte, y uno cerraba la libreta. Era lo peor que podía ocurrir. ("París era una fiesta").
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Qué bonito libro. Me encantó
Escrito por HenryKiller a las 29 de Diciembre 2005 a las 04:31 AMLo elegí cuando terminé de leer la Ciudad de los Prodigios porque es contemporánea la recreación de Mendoza con el viaje de Hemingway. Hay una época de nuestras vidas que es una fiesta.
Gracias por venir, Henry.