Aún no estoy seguro. Además de ser un pierdeocasiones, un correveycalla, un duermealbas y un hablaquenadiescucha, aún no estoy seguro de lo que soy. Ando buscando un adjetivo más concreto, unas letras colocadas en un orden tal, que adquieran sentido según follan entre ellas, despertándose sílabas para más tarde parir palabras. Pero no, últimamente mi alfabeto se antoja estéril. Hace bien poco las tiré al mar con la esperanza de que aprendiesen a remar y se hundieron. Ya no son valientes, ya no suenan, son como un dolor que ya no duele. Guardé unas pocas en el bolsillo y las tiré al suelo, pero en vez de florecer, se las llevó el viento, junto con mi hilo y mi aguja. No sé si algún día volveré a coser.
Ache, Ese, Equis, os echo de menos. Y para qué engañarnos, a las otras también. Abrí la ventana por si entraban, les dejé miguitas de pan en el quicio del balcón, incluso me asomé gritando, pidiendo letras a diestro y siniestro, pero ninguno de los dos contestó a mi llamada. Me siento como una animadora, "¡Dame una A, dame una M!". Nunca me quedaron bien las faldas cortas de tablillas, y que conste que los pompones ya los tengo.
Desde que no tengo letras, enguyo las de otros, masticando despacio y rebañando sus platos, en silencio, para que no se despierten. Noches en las que me encuentro con niñas que no pueden dormir, dueñas de estómagos miedosos al Orfidal, que abrazan sus almohadas mientras analizan una por una las formas que dibuja el gotelé de sus paredes. —Ojalá pudiese hacer algo, ayudarte de alguna manera, pero una nana sin letra no tiene sentido. Incluso para tararearla, necesitaría una A, una T, alguna R que otra—.
El perder las letras me ha convertido en un ser endeble y frágil, tan frágil que tengo miedo a sonreír por si mis labios se parten, ya no puedo hacer ni mis princesas, ni mis castillos.Compré un alfabeto nuevo, pero no es lo mismo. Le faltaban la mayoría de las impares, ni con él podía escribir la palabra abecedario. Intentaba redactar con las pocas que tenía, pero no podía evitar sentirme igual que cuando voy a Londres. Sin eñes, sin acentos. Plano. Todas las noches que me sentaba tratando de interpretar una palabra completa, tenía que recurrir a las metáforas, a los sinónimos, en vez de escribir la palabra directamente, pero al cabo de una semana dejé de hacerlo, porque todas esas noches que me iba por las ramas, terminaba cayéndome del árbol por la mañana. Muchas heridas fruto de muchas caídas. Heridas que no podía tapar ya que gasté mi última T, mi última R, y mi última A intentando cantarle una nana a la niña insomne. Ya no tenía ni para t·i·r·i·t·a·s.
Así, poco a poco, se fueron terminando. Se apagó la luz a falta de eles y zetas, las ideas se marcharon porque se sentían ridículas, desnudas, sin sus des y sus aes. Y yo, me quedé aquí, solito, con mis dos últimos pares de letras meciéndome en un columpio de síes… de noes. Soy incluso incapaz de deciros adiós.
A petición popular, y tras 101 comments, voy a escribir un sólo post de despedida. Supongo que no será un post fuera de lo normal. Será vulgar, tonto, de andar por casa. Porque creo que he perdido práctica, porque no estoy seguro de si se me ha olvidado cómo se hacía. El caso es que voy a intentarlo... Vuelvo en un rato.
Interpol / The Black EP