Javier Villarreal (jugador de Boca) podría irse a jugar a Rusia, al Torpedo Metallurg de Moscú. Las negociaciones están avanzadas aunque él no está muy convencido por la esposa.
Al parecer el acuerdo incluiría un partido entre los dos equipos.
Además, el Chavo Pinto y Hector Bracamonte juegan ahí desde hace casi 7 meses.
A continuación una entrevista que les hicieron hace muy poco (si hubiese estado ahi........)
L a Plaza Roja de Moscú ofrece imágenes bien distintas a las que Gustavo Pinto (24 años) solía ver en San Justo, su barrio de origen, o Héctor Bracamonte (25) en Río Cuarto, la ciudad de Córdoba donde nació. Ni siquiera hay cosas, al menos en el paisaje, que los remitan a La Boca, donde tantas horas pasaban hasta no hace mucho. Difícilmente alguno de ellos haya imaginado estar un día jugando en Rusia. Ni debían saber de la existencia del Torpedo Metallurg, adonde fueron vendidos a mediados del año pasado. El clima, la cultura, las costumbres, el fútbol... ¡¡¡El idioma!!! Nada que ver con lo que conocían hasta que su profesión los depositó a varios miles de kilómetros de sus afectos.
No fue fácil para Braca acostumbrarse a charlar a través de un chat con su esposa Fernanda y a mirar por una webcam a su hija Juliana Malén, de menos de 60 días cuando se fue. Ni para el Chavo alejarse tanto de Paola (desde hace un mes su esposa), su hermano y sus padres. Pasaron dos meses hasta que viajaron sus parejas, no es sencillo obtener la visa para entrar a Moscú. Y es de la convivencia de estos dos pibes, que se hicieron casi hermanos en Boca, de donde nacen las anécdotas más jugosas e increíbles de esta travesía.
"Un día, estábamos esperando el colectivo, paró y un tipo voló por la puerta de atrás. Cayó y chocó la cabeza contra el cordón. Estuvo tres minutos en el piso. Con Braca nos mirábamos. La gente lo dejaba ahí, ni bola le daba. Y nosotros no sabíamos qué hacer, qué le íbamos a preguntar si no sabíamos hablar un carajo. Fue levantando la cabeza, nos miró de costado y tenía toda la cara rota, estaba desfigurado. Nos volvimos a mirar con el Flaco y nos largamos a reír. El tipo tenía un pedo que no veía", relata Pinto entre carcajadas. El Flaco no se queda atrás. "Tenemos más o menos una anécdota por día. Ibamos a comprar manteca y comprábamos margarina, queríamos crema y llevábamos leche... Un desastre. El Chavo, cuando le dieron su departamento, tenía un vecino que no nos quería dejar entrar. Después del ascensor había como una puertita y no nos dejaba pasar, decía que esa casa era de un tal Andrei. ''¡Andrei, Andrei!'', gritaba. Tuvimos que llamar al traductor, habló con el borracho y nada. Hasta que enganchamos a ese tal Andrei y finalmente lo convenció. Después, cuando se mamaba, le pateaba la puerta al Chavo, ja ja".
—¿Qué fue lo más curioso que les tocó ver allá?
Pinto: Tanta gente borracha a la tarde, en las calles. O antes del mediodía tomando cerveza. Los de más de 40 son tremendos.
Braca: Lo que más me llamó la atención a mí es que a cualquier persona que anda en su auto particular, le hacés señas y, si va para donde vos tenés que ir, te lleva cobrándote la cuarta parte que un taxi. Es como hacer dedo pero todos te paran y te cobran.
No todo fue motivo de risa, como puede parecer por el relato del Chavo y Braca. Que prefieran rescatar lo positivo no significa que no hayan pasado por malos momentos. Como cuando el Flaco, en un choque con el arquero en un entrenamiento, sufrió la rotura de los ligamentos del tobillo derecho y debió ser operado y enyesado, mientras el equipo se hundía cada vez más en el descenso. "Nos dijeron que habían hecho una renovación total del plantel. Pero había pasado más de la mitad de la segunda ronda y no habíamos jugado. Cuando me lesioné, un croata que supuestamente la rompía tuvo pubialgia... El equipo se comía de a tres por partido. Llegué a pensar ''qué carajo hago acá''. Suerte que al final pegamos dos o tres partidos al hilo y zafamos", cuenta.
Otra con sabor amargo es la que se comió Pinto. El DT lo hacía jugar de enganche, marcando al 5 rival. Y como no lo conconvencía su nivel, lo bajó a jugar en Reserva... ¡de enganche! Braca, que habla algo de inglés y se las rebusca con el ruso, le hizo de intermediario para solucionar el problema. "No sé qué quería inventar el técnico. En el plantel había un cinco de Georgia y otro que jugó en España tres años. Capaz que no los quería sacar. En una práctica, jugando para los suplentes, toqué una pelota en media hora. Y me recalenté. Lo agarré a Braca y me ayudó para hablar. Le dije al DT que no era 10, que no iba a jugar más en esa posición, que me sentía perdido. Y eso que él había ido a vernos a Buenos Aires antes de contratarnos. Llegué a pensar que me había confundido con otro. La cuestión es que después me puso de volante central y me mantuvo ahí hasta el final del torneo".
—¿Fue duro adaptarse el grupo?
B: Al principio fue muy difícil, los rusos son tipos muy cerrados. Nos costó bastante entrar. No bien llegamos, el PF decía que nos dividiéramos en dos grupos, nosotros íbamos para un lado y todos los demás iban para el otro. Estábamos más negados...
P: Nos habían anticipado que de movida los rusos son muy secos. El capitán hablaba algo de español y ni nos dirigía la palabra. Por suerte después hicimos buena onda y cuando nos fueron conociendo la mano cambió.
B: Nos pasó más de una vez que estábamos concentrados y veíamos que todos bajaban de las habitaciones para una charla técnica, pero nadie nos avisaba. Lo que hacíamos con el Chavo era ir detrás de ellos cuando veíamos una movida así, aunque no supiéramos dónde íbamos ni para qué. Igual, no entendíamos nada, en definitiva era lo mismo si estábamos o no (se ríe).
—¿Cómo zafaron del descenso?
P: En la última fecha. Para zafar teníamos que ganarle al Spartak y que el Ularán perdiera.
B: Nosotros escuchábamos a nuestros hinchas gritar un par de goles, suponíamos que el Ularan estaba perdiendo. Y al toque tuvimos un penal a favor: ninguno lo quería patear y la agarré yo. Le pegué fuerte y a otra cosa.
—¿Y la convivencia? Porque estuvieron un par de meses compartiendo el departamento.
P: Braca me quiso convertir al rock, pero eso conmigo no va. "Poné lo que quieras", le decía. Metía Bersuit y me rompía la cabeza. ¡Un hijo de puta! Encima yo no llevé ningún compact, me quería matar. El único que tenía era el de Aventura, lo volví loco.
B: Le estaba enseñando a escuchar música. Y creí que al final lo había convencido, pero veo que no, que se hizo el boludo.
P: ¿Por qué no decís que cuando te lesionaste me tenías de mucama, cocinando todo el día?
B: Sos un mentiroso. Cuando estuvimos solos, lavabas la ropa y a veces los platos, ¡a veces!... Cocinaba yo y eso que no soy muy bueno. Pero probábamos, hacíamos de todo. Menos mal que después llegaron las mujeres para salvarnos, ja ja. Encima te hacía de traductor, si te quedaste en la primera hoja: papá, mamá, familia... No pasó de ahí. Total, yo le solucionaba todos los quilombos, je. Habíamos empezado a estudiar y todo, pero después el Chavo se me negó, je je.
Fuente: Diario Olé