sí, que lindo es tomar ramos. súper.
Hoy habían helicópteros sobre Santiago. Pasaban sobre mi cabeza seguido, a un ritmo constante y cadencioso, casi automático. El sonido de los fuegos artificiales que abre el año nuevo. Uno de marzo: todo vuelve a la normalidad.
Santiago hoy dejó de ser esa ciudad amable, cálida y silenciosa en la cual se convirtió durante Enero y parte de Febero. Llegué a pensar que podía quererla un poco más, de disfrutarla, vivirla, pero no lo hice. Estaba más ocupado fuera de ella y en asuntos mucho más importantes.
En fin: hoy, el taco de las micros, el lleno en el metro, los escolares, los mechoneados. Vuelta a la vida. Si, agradable, volví a mirar los diarios en el quiosco de la esquina, saludé al suplementero que me guarda los diarios día a día, aunque hoy no le compré -porque, muy pavo yo, se me perdió el pase- y me fui raudo al Metro. Como de costumbre no agarré diarillos gratuítos hasta mi llegada a República, por lo cual me dediqué a mirar a la gente que iba sentada tan muerta de sueño como yo, pensando en que ayer era ventinueve de febrero.
La universidad me parece ajena a mi. Está tan intervenida -y pésimamente- que da lata ir y mirar como día a día la dejan más horrenda de lo que ya es. Por lo menos en República todo es horrendo. Una de las cosas que se salvan es la escalera de la Biblioteca Central y el edificio de la Universidad de los Lagos, que es hermoso y quedo magnificamente restaurado. Pensar que ahí mataron y torturaron a mucha gente. ¿Cuántas páginas de historia muda callará ese edificio?
En la toma, antes, durante y después: reencuentros. NC, E, Mx, Fr, Lore, P, L, NM y los demás. Agradables. Fuimos con E y L al centro para almorzar, y creo que el muy hijo de puta de E se comió de una el completo del Dominó para que yo perdiese la apuesta, y así fue. Por su parte, L le pisó una cajita de lentes mula-cuneta-shopping a una señora minusválida. Se la tuvo que pagar. Luca una mierda de caja estúpida que no sirve para nada. Yo hubiese llamado a los pacos o, mejor aún, me hago el huevón.
D andaba por ahí, con ganas de tomar sus ramos en un proceso tan rápido como quien dice "agua va" e irse. Y vivir. Y se entiende. Se ve genial con su cortecillo de pelo. Me regaló un chicle y discutimos un poco acerca de los horarios que tenemos; sé, por lo menos, que durante la mitad de este año la voy a ver bastante.
Las horas pasaron rápido. Treinta números se demoraron más de ocho horas y media en pasar. Y aún la pantallita endiablada no dice que es mi turno de poner las cartas sobre la mesa.
Fin.
Escrito por Stark a las Marzo 2, 2004 12:01 AM