La vecina.
Publicado en esta fecha pero en otro blog.
Tengo una vecina muy especial. No es de esas que te acogen cuando te quedas afuera de la casa -porque jamás pasa en su depto durante el día- y te prestan el teléfono y te dan cositas ricas de puro buena onda que son. No. Tampoco es del típico estereotipo de vecina que te saluda siempre cuando te ve en la escalera y te pregunta por tu perro, por cómo te está yendo en la U -siempre preguntan por el colegio, y cuando las corriges se sorprenden, abren los ojos como sapos y dicen "aaah... que grande estás..."- o por la salud de tu madre. No señor.
A mi vecina le gusta coger. Hacer el amor. Tirar (o atracar, según su nivel generacional). Culear. Que se lo metan.
Y harto que le gusta.
A ver, siento que debo dar una explicación ordenada, lógica y temporal de los hechos. Una semana antes de empezar la fimlación de PR, más exactamente el 10 de enero a eso de las 2AM, se podían escuchar fuertes y claros sus gritos (por no decir aullidos) desde su pieza. ¿Cómo diablos puedo yo escucharlos? Vea la imagen adjunta.
Ya. El ventanal grande que se ve del 4to piso es la pieza de mi vecina. Y a un costado de la ventana que está abierta está MI PIEZA. O sea, es como estar en el Palco de la Quinta Vergara. Damn.
Ya vamos a cumplir casi tres semanas que a la muy golfa le dan como caja. Está bien, que tire todo lo que quiera y que grite todo lo que quiera, pero existe una palabra que se llama res-pe-to y que parece que se le olvidó. Da lo mismo que grite de día, pero que se compre un bozal para la noche si es que no es capaz de callarse solita. Mínimo.
Existe un límite para hacer ciertas cosas. Es verdad, somos libres y todo ese lindo cuento que nos sabemos de memoria, pero también es verdad aquella frase que dice que tus libertades terminan donde comienzan los derechos de los demás. Y ESE es el problema: que no me está dejando descansar.
De hecho, un día me la encontré cuando iba saliendo. Iba saliendo con mi madre a pasear a la bestia (el perro), y ahí venía con su pololo, muy contenta la patuda. Cuando la saludé de beso (y conteniéndome las ganas de mandarle unas puteadas) me quedó mirando con complicidad. Creo que ya tiene más que claro que la escuchan -lo que seguramente más la calienta- y que le importa una soberana raja que yo no pueda dormir.
No le deseo mal. No, para nada. Pero si va a gozar, que no saque pica.
Escrito por Stark a las Enero 24, 2004 07:08 PM