Bor aguello de da brimaveda dievo udos días gue abenas buedo despidad. Sí, hagá só y dodo eso, bedo a bí do se be va el bogueo de la nadiz. Poga goza hice ayed. Fuí gon Idenita a un gumbleandios de esos gon bodellón en pague y dal. ¿Bada gué negardo? Nos lo basabos basdande bien. En udo de aguellos bobentos de la doche, se nos acedgaron uda badeja de bacarrillas gon bintas. A gonvidadse edios bisbos bor su jeda, vaya. Ahí debió sadir bi deforbación pdofecioná bodque be buse en blan bordero de disgodega dodal y gue no, gue no les íbabos a dad bebida. Se guedaron un dato padaos, esbectandes, pedo solo billaban de ved en guando alguna biradita de asgo de aguí un servidor. Indendábamos no volver buy darde, bedo a la vuelda dos engondramos con un VIBS abierdo y dos bedibos a gadalogar dos dibdos dados (gue no dados) gue denían. Al fidad sodo Idenita se agabó conbdando udo, greo, bodgue dio dia be había gombrado odro bod la baniana. E indendo dejad de agubuladdos. De veddad.
He tardado un poquito por aquello de los escaneos, retoques y tal, pero me pareció que los que me soportáis aquí todos (o casi) los días también os merecíais un poquito de los dibus que los dibujeros del Salón le dedicaron aquí a un servidor. Muy buena gente todos, de veras...
John Cassaday
Él dice que me hizo un Capitán América sin uniforme (aka Steve Rogers). Yo quería un Elijah Snow. Como al fin y al cabo tienen la misma pinta, me quedo con Snow ;).
Mark Bagley
Impepinable. Un Spidey... ¡Y vaya Spidey! Un tipo entrañable de verdad. Aunque su mujer más. De hecho todos sospechamos que se trajo a su mujer para que, así en conjunto, nos pareciesen gente maja.
Mark Millar
Vale, es un guionista. Pero dijo que le gustaba hacer dibujines y aquí está este peazo de Hal Jordan anunciando fist fuckings. Deberíais haber visto el Furia que le dibujó a David. A Millar le debo una de acento escocés, a ver si para la próxima él habla más despacio o yo consigo darle más cerveza...
Sal Buscema
Eh, que digan lo que quieran de su hermano, a mí este siempre me gustó más. Sobre todo en el Capitán América. Y como persona es un maestro, del humor, de la vida: un tipo magnífico de quién no te importa aprender cosas.
Victor Santos
Aquí está el ganador del premio al autor revelación. Un chaval estupendo también, aunque me lo cruzara por los pasillos del hotel o en sitios más inverosímiles aún, siempre tenía un saludito o alguna cosilla que comentar.
Vincent "Frank" Quitely
Este tío es la polla. Divertido, majete, adulable hasta echar el bofe y a la par un macarrilla de espíritu. ¿Será por eso por lo que nos caímos tan bien (et lo mismo con Gabri)? Cuando le veía jugar con sus críos me costaba distinguir cual era el mayor.
Will Eisner
Es un señor mayor que está empezando en esto, o al menos tiene esa humildad. Encantador al trato y, aunque muy mayor, bastante vivo para según qué conversaciones. Con genios así da gusto, oyes.
No voy a entrar en detalles sobre todo lo que hice durante los cuatro días que duró el Salón. Lo resumiré en "estuve trabajando", lo cual (no me seais maliciosos) no significa exactamente "me multipliqué en tropecientos seguratas para amargar a los pobres frikis". El trabajo en sí, aparte de estresante es, poco aburrido. Es repetitivo, sí, pero no aburrido. Incluye labores de secretario, guardaespaldas y, si no yo no lo haría bien, chico de los recados...
Salir a comer
Como no eramos tan crueles, al mediodía no obligábamos a los pobres invitados a cenar en el italiano regentado por Chucky y sus chinos-surfistas-vudú. Solo por las noches. La crueldad no estribaba en las dimensiones del local (si hasta tenían terracita) sino en que te ponían un menú de dos platos tope bestia. ¿Quién coño cena de primero unos tortellini y de segundo unos spaghetti? Aparte del menda y de Gabri, pocos lo soportaban...
Así al mediodía estuvimos haciendo la ruta gastronómica del Marqués de L'Argentera (que es la calle gorda en la que estaba la Estación de Francia que es donde se celebraba el Salón). Un día estuvimos en un sitio de esos con "Síndrome Saltarello" (Mucho plato pero poco lleno). Los muy cachondos no es que hubieran puesto el menú en español (lógico) sino que es que ni en este idioma tan simpático para mí después de días pensando en inglés, se entendía. Vamos, aún no se cómo coño se come una rúcula. En fin, les hice entender como pude a nuestros amigos extrañoparlantes qué era lo que así de primeras podía saber de forma medianamente agradable. Por supuesto: me equivoqué. Bueno, quizá solo acerté con el pobre Mark Millar, que es vegetariano y esos mientras sean hierbajos...
El día que estuvimos en el griego no lo tuve tan difícil: ¡Yo no se griego! así que para todos almorzar consistió en un arriesgado "rasca y gana" que, todo hay que decirlo, salió bien en la mayoría de las ocasiones. Aunque sigo sin saber porqué me pusieron el postre (yogur) en la ensalada. Se ve que les caí mal. A los camareros de los restaurantes griegos todo el mundo le caía mal. No os imagináis lo hábiles que eran, los muy sibilinos, para no mirarte cuando les suplicabas con la mirada que te trajesen otra botellita de agua u otro cestito de pan de pita (al que le doy un: uh uh mola sin dudarlo). También cabe la posibilidad de que confundiesen mi mirada de "¡Aaay payo traeme agua que se me disecan las vegetaciones!" con la de "Las rosas son rojas, el lirio es azúl y nadie me pone yogures como tú" que alguna gente dice que las confunden. Tendré que ensayarlas más.
El tenedor de oro se lo va a llevar el italiano del domingo. No por hacernos esperar 50 minutos de pie. Ni por pretender exponer las pieles de tres escoceses y un gallego al pleno sol de mediodía barcelonés (mariquillas). Se lo llevan por la fantabulástica PIZZA TROPECIENTOS QUESOS que nos jamamos. Bueno, Paloma (mariquilla) no se la pudo terminar, pero tranquilos, porque Vince estaba lampando y se le comió hasta los rebordes.
Al final de las comidas siempre sucedía una cosa muy graciosa: los fumadores (muchos) se atrincheraban en el extremo opuesto de la mesa para poder delectarse en su vicio. En el extremo opuesto al pobre Tim Sale, que es alérgico al tabaco. Es decir: californiano.
Bueno, en la cena del sábado también sucedió algo divertido conforme acabábamos de comer. Unos chicos musculosos y unas chicas semidesnudas empezaron a hacer ejercicios de calentamiento en las barras. Espero que el señor Eisner, encorbatado él por dignidad, no se creyese de verdad que todos los restaurantes españoles se transforman en Peep-shows a partir de las doce.
Una última anécdota. Durante nuestra Última cena (tan última que ni la pudimos acabar Gabri y yo para poder llegar al bus), se nos presentó un tipo con una gaita. No se para qué la trajo, porque por lo que oí el instrumento con el que nos deleitó fueron un gato y unas chinchetas. La madre que le parió, ¡Qué mal tocaba! Intenté hacerle entender, primero con mi mirada "Deja de tocar o me haré una gaita con tus tripas" y luego haciendo gestos con el cuchillo sobre mi cuello, que preferíamos el suave arrullo de los coches pasando que su jodido infierno acústico. Todos lo queríamos. Al final tuve que acercarme y decirle por las buenas "Por favor, para, me duele la cabeza". El desgraciado sonrió y me dijo "Yo bulgara, no se, bulgara". Búlgara su madre. Le vi llevarse la boquilla a los labios para reemprender su gran éxito, "Sinfonía horripilante", y le grité un internacional: NO de los de despeinar a un calvo. Paró. Todos me aplaudieron. Patty Bagley, again, me llamó su héroe. Pero yo solo había hecho lo que cualquier hombre debía haber hecho: contenerse y no meterle la puta gaita por el orto al individuo.
De excursión
El viernes por la mañana había programado un City Tour, que en catalán quiere decir City Tour. Como la guía era toda una profesional e iba a ir a lo suyo, era provechoso y conveniente que los asistentes acudieramos también para poder asistir a los invitados cuando se perdieran en alguna de las explicaciones que daba la buena señora en un inglés que haría que Pedro Angosto perdiese los complejos (no, no los que tiene, sino los que debería tener). Yo he viajado poco a Barcelona, creo que esta ha sido mi tercera o cuarta vez, pero el viajecito me sirvió para aprender muchas cosas nuevas: que existe un sitio donde te puedes echar unas fotos cojonudas con toda la ciudad de fondo y... y... uh... y muchas cosas sí.
Para quienes luego se quejan de bordería, me tenían que haber visto instando a los pobres de los octogenarios, que solo querían sacarse una de esas fotitos, a que corriesen o perderían el bus. Si hoy es jueves esto es Bélgica, pero en pequeñito. En la Sagrada Familia sí que tuvimos (menos mal) tiempo para ver, fotografiar, babear,... Incluso para avergonzarme de las postalitas esas que hay con bailadores de flamenco y que llevan faralaes 3D cosidas. Tuve que explicarles que, en realidad, esas postales eran turcas y que en España no teníamos nada que ver con tan curiosas manifestaciones subculturales, que era todo producto de su imaginación y tal.
Lo mejor del ensanche es pasear y poder observar los distintos edificios de arriba a abajo tranquilamente, decía la cachonda de la guía conforme el bus bajaba a toda leche la Avenida de Aragón. Retorciéndole mucho el cuello (y porque coincidió con un semáforo en rojo) conseguí que el niño de Vince lo flipara con la pedrera... Si es que el turismo en Barcelona es la ostia.
The suspicious guy
Y si no, que se lo digan a los Millar. Por aquello de que con los niños cenar tarde es un coñazo, se fueron a comer unas pizzas a un garito raro malo que había por el barrio gótico (croquetamente detrás de Santa María del Mar, aviso a navegantes). En uno de aquellos despistes, alguien agarró la bolsa de la señora de Millar y se piró del local. Con aquello de la caraja, al tipo debió de pasarsele por alto que el bolso no era el suyo. En realidad, tampoco es que hubiera nada de mucho valor, pero sí había cosas importantes: la insulina de la niña diabética y sus tests de azúcar (toma ya).
Nerviosos, volvieron al hotel, donde habíamos quedado ya que esa noche era la cena oficial de los invitados de la organización. Mark, intranquilo, no quiso dejar a su señora sola (que las desgracias vienen de dos en dos y aquella tarde ya había sufrido la pobre unas cuantas quemaduras de primer grado gracias al estupendo sol que hacía). Su amigo Vince, solícito y aún más nervioso, quería ir a buscar por los alrededores a ver si dábamos con el bolso. Y allá que nos fuimos Gabriel, él y yo, como Indianas Jones de palo, a merodear por los callejones más tétricos, meados y tortuosos que he visto en mi vida. Se podría decir que la búsqueda fue infructuosa, de no ser porque acabamos encontrandonos un total de un bolso y dos maletas, que olían a haber sido sustraídos de sus propietarios legítimos. Siguiendo con el conocimiento infuso que todos parecíamos tener sobre estos temas ("Think like a thief"), entregamos los objetos a los barrenderos no sin antes llamar, para que avisaran si alguien daba con el bolso insulinizado, a la policía.
Le encontramos al doblar una esquina, agazapado tras un contenedor de esos que se usan en las obras, nos dirigió una intranquila mirada por encima del hombro y después volvió a lo suyo. Aceleramos el paso, por si acaso. Vince había pensado que estaba con una chica (y de ahí el agazapamiento). Yo creí que estaba rebuscando en un bolso, o algo así (y de ahí el agazapamiento). Gabri seguramente pensó algo también, pero no le dió tiempo a decirlo, ya habíamos cambiado de tema.
Como rondábamos máomenos la misma zona todo el rato, volvímos a pasar dos veces por allá, donde el suspicious guy seguía quieto, o rebuscando en el contenedor. Nada normal hacía, eso desde luego (claro que eso lo digo yo que también me pasé la noche rebuscando entre contenedores y basuras apiladas).
Nos fue imposible averiguar si en aquél recoveco que ocupaba el tipo estaba la bolsa que buscábamos, porque el mamón no dejó de ocuparlo. Cansados, tras un tiempo prudencial marcado por la conciencia de que las probabilidades de dar con el bolso eran bastante superiores a una entre un millón, y por tanto inútiles, nos piramos al restaurante.
Vince se moría de hambre, tanto que no desdeñó mis ideas de volver al rincón aquél del tipo sospechoso para partirle las piernas (idea de Gabri) y comernos sus higadillos. De hecho, incluso fantaseamos sobre la posibilidad de que nos cogiese él a nosotros, nos violase y nos matase, y no necesariamente en ese orden. Sin embargo, al tío van y le dan escrúpulos de comerse una (exquisita, por otra parte) pizza casi entera que encontramos en una esquina, porque decía que no se había lavado las manos... ¿Qué otra cosa puedes esperar de un tipo que ha dibujado Los invisibles?
Así que lo primero que hicimos nada más llegar al restaurante fue irnos los tres al lavabo a lavarnos las manos. Resulta que el jodío del escocés sí que sabía catalán, o al menos se rió mucho cuando vio que nos metimos los tres juntos en un lavabo para "Homos". Salimos igual de dignos que habíamos entrado y llegábamos justo a tiempo para el segundo plato ¿Ves Vince como tenías que haberte comido esa pizza? Si te quedaste con hambre fue culpa tuya.
Hostal, sweet hostal
Nuestra tónica general fue: llegar muy tarde al hostal. Si el primer día nos perdimos por novatos, el resto debió ser por vicio, la cosa es que no dimos ni una vez con el camino más corto de vuelta al hostal. Llegábamos a las tantas y siempre con cuidado [sic] de no despertar mucho a Álex, irascible como pocos, y de no importunar demasiado las lecturas de Jona, que nos esperaba despierto porque se preocupa mucho por nosotros, o algo. A Álex no necesitábamos despertarle porque ya lo hacía el solito, se roncaba de una manera que yo no creo que fuese capaz de soportarlo ni él mismo. Entonces nosotros le hacíamos cuchicuchipús y él se giraba en la cama maldiciendonos por unas cuantas generaciones. En una de estas fue cuando se pegó tal cabezazo en la pared (sí, las camas no daban mucho de sí) que temblaron los cimientos de todo el edificio. Delicado yo, le susurré "¿Álex, estás bien?" y él, tan salao como siempre, me tranquilizó, susurrándome: "Si ya no me puedes despertar, ¿por qué hablas así, gilipollas?" ¡Sí! El viejo Álex estaba sano y salvo, el tremebundo golpe no había afectado a su neurona socarrona.
Lo de por las mañanas sí que le debía afectar más. Yo, adicto al colchón como el que más, cometía la imprudencia de dejar a Gabri que fuese él el primero en ocupar el baño, y claro, el señorito tiene la costumbre de echarse el cigarrito cagando antes de la ducha. Aquello era inenarrable cuando el malnacido habría la puerta. Álex asustado se metía bajo las mantas gritando "¡El horror!", Jónatan, precavido, seguía leyendo tranquilamente y sonriendo a traves de la mascarilla antigás con esa cara suya de "Ya os lo dije". Oíamos los gritos del morochino de recepción intentando coordinar la evacuación. Las alemanitas borrachas del pasillo, resacosas, chillaban aterradas escaleras abajo; los franceses reconocieron el olor a queso de su compatriota, así que le insultaban en francés. En aquella alucinatoria vorágine, hasta creí ver a un gitano espigado vestido de blanco saltar por el patio de luces, rebotando en las balaustradas y gritando "A mí no me pillarás, neumonía antipática".
Y después de eso: yo. Yo tenía que entrar AHÍ a ducharme. No me resultaba demasiado difícil gracias a la nunca bien ponderada ayuda de la congestión nasal que me provocaba la polución barcelonesa. Pero comprenderéis que después de mis abluciones y canturreos obviase actos tan inútiles como echarme Axe... ¿Pa qué?.
Farewell
El domingo, conforme amainaba el ajetreo, iban levantándose las olas de la emotividad. Me gusta, no voy a negarlo, que las dedicatorias de los dibujitos que al final opté por pedir en mi sketchbook sean todas de agradecimiento. Sí, me sentí un poquito más feliz de saber que durante esos cinco días de trabajo había conseguido hacerlo, medianamente, bien. Al final tenía que pasarme algo así, supongo. Cuando salía para acompañar por última vez al señor Eisner y a su editor hacia el hotel, el buen hombre pidió un momento, papel y lápiz y tuvo un, me gusta pensar que lo es, estupendo gesto de gratitud. Me dibujó (¡A mí!) un Spirit. Ni siquiera le había pedido una firma porque siempre que le recogía de las sesiones le veía tan cansado que me daba mucho reparo. Según me contaron, hace años que no le hace un dibujito a nadie. A mí me da igual: el mío me daba las gracias. Como el capi que me dedicó Sal Buscema, o la bestia de Vince. ¡¡¡Cielos, le he cogido cariño a esta gente!!! Y por los abrazos que nos dieron el domingo cuando nos íbamos, y sus despedidas, un poco ellos también a nosotros.
Qué potito.
FIN
Me gusta madrugar cuando lo consigo. Más por el logro personal que por el ambiente, que suele ser infinitamente más frío que si te levantas a las doce de la mañana. La cosa es que viajando en autobús no es difícil despertar en cuanto sientes que Barcelona, el destino, está bajo las ruedas del bus ya y tu cuerpo te pide saltar a la calle. Nada de romanticismos: basta con tener un poco de reuma en la rodilla. Lo primero que notamos Gabri y yo al coger el metro fue que aparte del habla modernista, los catalanes tienen algunas otras peculiaridades. Son zurdos. O eso o hicieron toooodo el metro al revés para fastidiar a los madrileños...
Nos habíamos pillado el hostal en un sitio muy céntrico, vamos, detrás del Ayuntamiento. El barrio gótico es precioso, al volver por las noches me daba la sensación de estar en un sueño, en una pesadilla, o en Rivagua (que es una ciudad un poco ficticia). Pero claro, los señores que construyeron esas casas se ve que no contaban con maletas de tres quintales, así que me tocó subir con el portátil, la mochila, la maleta y el Gabri haciendo olores raros por las escaleras hasta el segundo de falsete (un tercero, vaya) donde estaba la posada.
Derrengado, me sumí en un profundo sueño de treinta segundos en la que iba a ser mi litera. Básicamente porque teníamos que salir cagando leches para cumplir en el puesto de trabajo. El tipo del hostal, un morochino de aspecto patibulario a la par que limpio, nos dejó cuatro juegos de llaves (que a partir del jueves compartiríamos con Jona y Álex, ese día nos cogimos Gabri y yo dos cada uno... por hacer gasto y eso). Revisamos las literas, limpias; el baño, limpio; las toallas, limpias; las taquillas, tres limpias, menos la de Álex, en la que pudimos disfrutar de la presencia de las toallas sucias de los huespedes que nos precedieran. ¡Eso le daba un toquecillo fantabuloso!
Teniamos que encontrarnos con el boss en una cafetería supuestamente muy fácil de encontrar que estaba justo enfrente de un sitio al que se llegaba después de andar mucho. Nosotros tuvimos que andar más, porque no dábamos con el sitio ni a la de tres (es lo que tiene el GPS, que Germán Puede Saberlo, pero solo Puede). Tras unas cuantas vueltas a la misma manzana, dos altercados con un simpático guardia de tráfico, tres intentos de asesinato por parte de Gabri y alguna llamada a David a ver dónde coño estaba el bar, conseguí encontrar el camino. Si es que ya lo digo siempre: puede que haya veces en las que no tenga ni idea de dónde estoy, pero nunca me pierdo.
Pies a la obra. Me he permitido cambiar un poquito esa expresión tan manida, pero es que la verdad es que quienes hicieron la mayor parte de nuestro trabajo ese día fueron los pies. La madre que parió a los de Barcelona... ¿De dónde han sacado tanta calle? En Madrid solo tenemos tres y ya vamos sobraos... Tras la accidentada comida del mediodía (en la que realmente solo pudimos comer 5 de 14, por cosas de los aviones), ya empezó el trasiego de entrevistamientos, contertuliaciones y demás cosas de esas que conciernen a la prensa, o algo. Yo tenía también que llevar unas cuantas preparadas, y a tal efecto me había llevado el portátil de Tania cargado hasta Barna. Me fue muy útil, de verdad, aunque tan solo la primera hora de viaje desde que saliera de Madrid, por lo que tampoco pude hacer mucho. Mira que fue rácana la batería, voy a tener que regalarle a Tanita (para mi propio goce y disfrute) un cargador a pedales, o algo...
A la cena de la noche, ya sí como una extraña familia o algo, vinieron todos. Digamos que fue divertido, productivo y tremendamente agotador. Preparando las cosas para el día siguiente el "Bueno de Vince" fue y tiró como media botellita de vino por encima de los horarios y las entrevistas de John. Ssstupendo, le di mi copia y ahí he estao yo los cinco días con un horario tinto, porque entre la pereza y las prisas, no me puse a copiarlo en algo más limpio.
Después de devolver a los invitados, como buenos anfitriones, a su hotel, nosotros nos fuimos para nuestro hostal. Teníamos tantas ganas de sobar un rato en una cama en condiciones que no podía pasarnos otra cosa que el que nos perdieramos. Por suerte empezábamos a tomar conciencia de las peculiaridades de las callejuelas que se urden por el barrio gótico, así que nos dejamos guiar por las reminiscencias artísticas de la calle Avinyó y sus putas. La jugada salió bien y pudimos llegar sanos y salvos al hostal, sin que nadie intentara chuparnos la sangre, ni nada. Que yo no se porque le llaman barrio gótico, si no vimos a nadie con Angustia Interior (TM). Aunque unos cuantos sí que había, cosas de la etílica juventud, con Angustia Muy Exterior, sobre todo en las esquinas.
Una duchita y a la cama, que aunque está dura me parece que viene bien para dorm....ZZZzzzzzZZZzzzzZZzzz....
Pues yo estoy empezando a odiarlo. Llevo ya miles de horas al volante y, como siempre tengo que pillarlas en semanas sueltas, aún estoy ahí ahí. Por suerte este lunes me examinaré (again) y, espero, esta vez tendré mejor tino.
Básicamente en esto es en lo que llevo gastada esta semanita que tan ricamente [sic] me estoy pasando en El Ejido. Bueno, en eso y en ayudar a mi madre con la pintura de la casa, en echar unos ratillos con los amigos de toda la vida (e incluso con sus nuevos amigos míos de toda la vida). De hecho, algunos de esos ratillos han sido tan ratazos que no han sido ni una ni dos las cabezaditas que me he pegado en el asiento trasero del coche. Ni al volante. Si es que conducir a las 7 de la mañana es inhumano...
La verdad es que no me puedo quejar, estoy aprendiendo un montón (como Golden Boy, yo todo lerdo con el "¡Study!¡Study!"). Quizá sea la inminencia de la refinitiva (vez que pretendo regalar a los de tráfico con mi presencia). De hecho, nervioso no es que esté, vamos, si lo estuviera ¿de qué coño iba a estar yo contando todo esto aquí?
"¡Ala, ya está eso...!" (Julio César)
Un lunes en ascuas. Sin más sorpresas de chocolate que la temprana visita de Irenita me he tenido que ir despegando de la vida terrena de Madrid, preparandome para el viajecito. No se hasta que punto fue buena idea el instaurarme unas vacaciones atípicas (trabajar mientras medio mundo se iba por ahí de cachondeo) para ahora pasarme una semana estudiando en El Ejido y preparandome para enfrentarme al exámen práctico de conducir (again).
Quizá solo pretendía postponer eso que tan poco me gusta: las maletas. El día que sea opulento hasta la nausea podré permitirme tener dos armarios, uno aquí y otro allí, y podré viajar arrastrando tan solo la mochila con los libros del momento. Joaquín dice que así solo conseguiré tener un sitio con ropa de hace dos temporadas... pero ¡Anda que el aire de pseudointelectual que iba a llevar!
Fuera de suspicacias, el momento de decidir qué arrojo con furia hacia la maleta tan solo sirve para frustrarme. Suelo dejarlo para el último momento por aquello de que las prisas le ciegan a uno la razón e incluso obvian que una maleta normal tiene "espacio limitado". También está el hecho de que para siete días intento meter trapos como para taparme por dos años, pero eso es otro tema.
Hoy que tengo tiempo (aunque esté escribiendo aquí en lugar de haciendola), debería hacer la maleta racionalmente. Colocando abajo los pantalones, doblando bien las camisas, dejando caer unos pétalos de jazmín por los rincones, distribuyendo los calcetines de forma propicia al fluir de las buenas energías o poniendo a los calzoncillos en fila india zen, con el mismo fin. Estoy seguro de que el Feng Shui lo inventó un chino que vivía lejos de su casa y también le tocaba mucho la moral tener que decidir de antemano que iba a ponerse en los X días posteriores... este tipo de decisiones jode especialmente cuando estás acostumbrado a vestirte "10 minutos antes".
Con todo y con eso, todavía tendré algún percance. Seguro que una vez crea que está todo listo para irme, caeré en la cuenta de que no llevo el billete de bus, como tantas otras veces, y acabará cayendo de entre las páginas de cualquier libro justo a tiempo para ir a toda prisa a Méndez Álvaro, donde también por costumbre, el bus estará a puntito de salir.
No se a qué le llamaréis vacaciones. Para mí son solo ese periodo de tiempo en el que, como no tienes clases, te planteas trabajar todos los días un montón de horas para ponerte al día... y acabas haciendo lo que más prisa corra el último día a última hora porque te has pasado el resto de los días con mucha calma, no digo yo que vagueando todo el tiempo, pero casi.
Lo cierto es que he pasado bastante levemente por encima del calendario estos días, atendiendo más a las bajas pasiones (altísimas) que a los deberes y obligaciones...¡Ay que joderse! Con un Madrid desangelado, abandonado a su devenir por los indígenas, los zánganos de la ciudad nos hemos hecho con el espíritu de la colmena. Es cierto, eso sí, que ni una puñetera procesión me he acercado a ver. A menos que contemos el par de partiditas rolísticas que eché como actos de fervorosa devoción... que vamos, no era para tanto porque no encontrábamos ninguna virgen que sacrificar. Bueno, sí, había unas cuantas por las calles, pero estaban todas muy vigiladas.
En fin, que lo que tendría que contar de estos cuantos días no son más que anecdotillas de como me he tomado con calma la vida otra semana más.
Aunque claro, también podría contar cosas de Irenita (a la que he tenido cuidandome, cuando me he puesto malito). Pero eso... eso es otra historia.
Me arranqué de la mañana leyendo, como no debía hacer, la Gramática parda que Jona empujó ayer a mis manos. La idea era haberle hecho algo más de caso a Chomsky, pero he de confesar que pese a lo interesante de mi trabajo, he pasado mucho infinito de la exposición científica del modelo propagandístico de Estados Unidos (en breve, más detalles).
He disfrutado, a hurtadillas, de un ratito con Irene que tenía que ser la triste despedida vacacional. Por suerte, a lo largo de la tarde ha debido invertirse la polaridad magnética de la órbita terrestre, o algo así, cualquier cosa capaz de hacer que sus padres en lugar de arrebatarle la ciudad y a mí estos días han optado por abandonarla confiados a la ciudad y a mí.
Mientras las maravillas del Universo tenían lugar en mi inconsciencia, yo erraba hasta Ríos Rosas, donde a Jonatan le enviaba su mamá para comprar pan de torrijas. Con la idea de encontrarnos fácilmente hemos quedado en la puerta del Museo Geominero, el cual he encontrado con bastante facilidad, y más teniendo en cuenta que la hora a la que yo había quedado con él era media hora antes de a la que él había quedado conmigo. Hubiera aprovechado para versarme en geominas hasta que llegara, pero ha sido imposible; a ver si a la próxima quedamos más por la mañana, que abren de 9 a 14, y nunca en festivos. Frustradas mis aspiraciones líticas, me he revuelto en los escalones de granito para continuar leyendo ese libro que estaba leyendo en lugar del que debía estar leyendo.
Cumplido el recado, hemos peregrinado hasta el Templo de Nuestra Señora de los Frikis (vulgo Gen X de Puebla, con la figura del Uruk Hai que, creo, el Sábado sacarán en procesión). Jona se ha comprado un tebeo que ya se había leído y sabía quién iba a morir. Pero no lo hemos repetido muchas veces en alto, por si alguno de los deambulantes de la tienda no lo sabía. Tras ganarnos (nuevamente) la enemistad y el odio eternos de los dependientes de la tienda, hemos optado por pirarnos, cada uno a su casa y Dios a la de una señorita muy maja que se ha cruzado con él al doblar Ballesta.
Ya en mi habitación, horas después, he tenido que hacerme un torniquete de algodones con alcohol en la yugular, no para evitar hemorragias; más bien para impedirme respirar más de ese polvo envenenado que compone a la atmósfera matritense hoy también. Mientras sus efluvios me hacen llorar y emboto lo poco de mi apreciada lucidez, despacho el blog de hoy y aspiro, melancólico, a reinstaurar mi posición en esa cama.
Tiramos los dados y los lápices de cualquier manera, dejamos el salón y nos fuimos a la cocina donde, cuchillo en mano, nos apresurábamos a encender el televisor. Fue una de esas casualidades bobas de la vida que hacen que Telecinco emita su noche especial contando la VERDAD sobre los Roleros Asesinos Psicópatas cuando acabas de hacer tu primera subida de nivel en Rolemaster (no es tan difícil, solo que no te dejan ponértelo todo en "MATAR", esa utilísima habilidad que sin duda algún día cogeré).
Pues eso, que sin duda todos nos sentíamos muy identificados con esas escenas que ponían en las que una cámara subjetiva iba dando tumbos por las aceras, mirando al culo a las niñas, y jadeando con voz desgarrada: "Sacrificio... muerte... caos... sacrificio". Bueno, unos dirán eso y otros "Ia Ia Cthullu Ia", pero para el caso es lo mismo. Qué cosa más horrenda, por diso. Yo creo que en realidad no querían meterse con los roleros, sino con los policías, que mira que llegar a una (según la cara de los policías, terribilísima) "tienda de esas que venden cómics" y solo porque los niños que estaban allí con su partidita NO conocían al sospechoso... les meten a todos en una lechera y pal cuartelillo. Otra gran frase de uno de los policías fue: "hemos encontrado una sábana con agujeros, los agujeros están manchados como de sangre". Ni CSI ni hostias: la Policía Nacional sabe.
Es una lástima que no hayan utilizado fuentes reales para ambientarlo, ya que les habría quedado muy gracioso. Las historias de personajes psicópatas son mucho más frecuentes (y divertidas) que las de jugadores psicópatas ambidiestros en el manejo de katanas. Yo mismo he intentado la eugenesia, Álex no dudó en tirarse desde un cuarto piso en vuelo sin motor, Jose Miguel jodió una partida asesinando al niño al que debíamos rescatar... ¿Por qué lo hicimos? Porque es f-i-c-c-i-ó-n.
¡Ay, señor! (señor oscuro, que como juego al rol debe ser que adore al Domine Cabra) Qué lástima que acabaramos de cenar y el máster nos ordenase despóticamente que volviesemos a la sala, a seguir jugando al rol. Allí estuvimos armados de papel, lápices y dados de diez caras, riendonos mucho, un par de horas más, por lo menos. Así que se nos hizo muy tarde y en la calle ya no había vírgenes que sacrificar, ni señores gordos que apuñalar...
Tan solo nos cruzamos con un tipo de andares zombies, con la mandíbula desencajada y una mirada aviesa. Iba dando tumbos por la acera y jadeando con voz desgarrada: "No hay mus... no hay mus".
Y eso solo con dos pitos, un cuatro y un cerdo... ¡Qué valiente!
El turista un millón novecientos noventa y nueve mil novecientos noventa y nueve no se, pero la agente McMulder sí que no puede quejarse del trato que los degenerados con los que se relaciona por Internet le estamos propinando en estos días en que disfrutamos de su compañía. No quiero decir con esto que nos desvivamos en atenciones para con su persona (salvo David y Eme A, quizá) sino porque seguramente seamos lo que ella se esperaba: "EL HORROR", cariñosamente hablando claro. Irenita sostiene que en realidad exageramos nuestras poses... yo creo que no... que somos así... solo que ella por el roce ya ha hecho callo.
Y claro, esta visita tan importante nos tiene bastante entretenidos. A eso le sumamos que Anita y Alf hayan traído a otra invitada, ergo el doble de ciceronismo a ratos. Por suerte se nos admite como cicerones a la violeta, de bar en bar que les llevamos, y sin demasiadas quejas. Por deferencia hacia la salud y la resistencia física de algunas personitas (Ay, mi pobre Irenita) he tenido escaqueos de los fastos oficiales de la particular Madridvisión que se andan urdiendo. También he de añadir, para no quedar tan bien, que a ratos también me llaman a mí deberes más incómodos al par que inaplazables, que son el prólogo a una Semanita Sacra que me he pintado en sumo laboriosa.
Encima de todo, lo peor, es que he tenido que sacrificar algunas cosas, como por ejemplo, las TLZ del amigo Joaquín. Habiendome hecho un esbozo de agenda donde cabría mi presencia en las jornadas, se me jorobó todo y he acabado, un año más, sin ir. Lástima, el año pasado por lo menos no fui por una razón máaaaaaaaaaas divertida, verán ustedes, les cuento... O mejor no, solo quiero mencionar que habiendonos perdido Álex y yo por las inhóspitas calles majadahondenses (es ese el gentilicio, ¿no?), sin dar con rastro alguno de las perturbaciones que, eminentemente, habrían de haberse estado dando en el campo de frikidez, vagabundeabamos intentando encontrar al menos el camino de vuelta. Solo hicimos un intento de preguntar a un grupo de chicos jóvenes, presumidamente conocedores del mundo, por las "jornadas de rol". Sin embargo ellos entendieron que eran de polka, nos preguntaron por nuestro acordeón y a nosotros no dio la risa floja. A la tercera va la vencida, o al menos eso espero...
Con esto y una pieza de bollería industrial protohiperglucémica, hasta mañana, que ahora me voy a dar el placercillo de leerme un facsimiloide precioso que me ha regalado Irenita: "El niño republicano".
Mira que puedo ser cansino...
Horripiloso. Supongo que debo dejar de ver las noticias al acostarme. He soñado que un hermafrodita pelirrojo apuñalaba a mi madre y a mi abuela y que pese a que le atrapaba (y ellas seguían vivas, que mis sueños tienen airbag), la policía no acababa de meterle mano. Como decía, seguro que mi subconsciente me ha hecho un apaño raro con lo del atropello a la libertad de expresión y la doctora esquizofrénica apuñaladora. Vamos que se me pusieron como escarpias al acostarme.
En el segundo despertar, algo más brusco, he recibido la visita del casero y un instalador de gas, que venía a comprobar la caldera. Adivinásteis: Todo en orden. Por suerte paga el casero, de todas formas fue el quien llamó. En estos casos a uno se le queda una extraña sensación de que sí, sabes que lo mejor es que en realidad no pasara nada, pero se te queda el gusanillo. Así que en unos días, gracias a Gas Natural todas mis duchas tendrán tanto suspense como si las rodara Hitchcock.
Después he ido a la uni, que está muuuy vacía los viernes, a la clasecita de Fundamentos donde el bondadoso Jaime ha tenido bien hasta hacerme el trabajo, por lo que que solo he tenido que apoyar la barbilla en las palmas y escuchar la explicación apresurada de una profesora que prefería estar en las Aulas Abiertas de la Plaza Mayor y que nosotros también. Conste que hubiera ido de haberme enterado antes, pero ya había quedado (o algo así). He dejado a mis compis por los suelos cespedeados de la parte trasera de la facultad, que es el último sitio donde puedes estar sin que te estorben cinco tipejos que jueguen con una bolsita de arroz de esas.
El remate de un día tan soso como hoy ha sido divertirme, por lo menos, un ratejo. Viendo Zelig con Álex, Gabri, Jona y Porras había momentos en que llorabamos de la risa. Inconmensurable Woody Allen (sorry, he de crearme un universo referencial propio) y escena increíble ble cuando Leonard Zelig (el personaje protagonista, W.A. himself) pide "disculpas". Y me la he vuelto a ver al volver a casa. Recomendación al canto, por si acaso.
Y ahora... ahora a ver si limpio esto un poco (y no hablo solo de la habitación).
Cuando yo era pequeño, a las siete y media de la mañana daban la carta de ajuste (con largas interrupciones publicitarias). Ahora, a excepción de un par de series de dibujos de apariencia verdaderamente deprimente (o al menos a mí a esas horas me lo parece), dan teletiendas y noticiosos apresurados por la urgencia de empezar con la emisión de la caspa caspa amarilla y rosa. Pese a que mi madrugón venía a justificarse con la intención de entregarme a hacer algo productivo por la humanidad, la verdad es que no di un palo al agua hasta las tantas (¿Vale como excusa el que me dejó alelao el gñeeee televisivo?).
De todas formas, la pereza nunca ha sido un obstáculo para los amantes del riesgo. Me gusta vivir al límite y, por supuesto, exagerar luego mucho, mucho y un montón cualquier chorrada. Y pensar que todo acabó bien gracias a mi taradura. Me disponía a ducharme, más que nada por si las malas lenguas, cuando sonó el teléfono. Como aún no me he comprado uno que sea sumergible y, aparte, a mis interlocutores no suele gustarles que les avise de que estoy desnudo mientra hablo con ellos; corrí a cerrar el agua caliente (que la suelo abrir un poquito antes para que vaya cogiendo color). Terminé de hablar por teléfono y en lugar de meterme al baño, lo que hubiese supuesto que descubriesemos Tania y yo las maravillas del vuelo sin motor ni cervicales, me fui a la cocina (no preguntéis por qué: necesito beber agua antes de ducharme). La cocina apestaba a gas, de hecho, el ssssssssshhhhh que salía de la caldera no me gustó ni un pelo y lo primero que hice fue gritar que nadie encendiese ningún tipo de fuego en la casa. No se por qué, pero el gas continuó saliendo después de haberse apagado los quemadores y vamos, que si me da por ir a la ducha y abrir el agua caliente y estos vuelven a encenderse, según entienden mis cortas luces, habríamos tenido souflé de gas natural para rato. Por suerte no pasó nada, abrimos las ventanas y se fue. Solo queda una anécdota que exagerar e inventar cada vez que me acuerde.
El verdadero problema fueron los daño colaterales, sin duda. Ante la incertidumbre de no saber qué coño le pasaba a la caldera, lo mejor era no encenderla hasta que viniese alguien que entendiese de barcos y la mirara. Sin embargo yo tenía que ducharme (por si las malas lenguas) y el agua que conseguía calentar en el microondas ni era demasiada ni aguantaba mucho el calor. Así que tuve que realizar uno de esos ejercicios de meditación zen que no había practicado desde la última vez que había ido de pesca. Para mí ir de pesca era dejar un extremo de la caña en el agua y sentarme al lado del otro, como la cosa no tiene gracia si no es en invierno y muy temprano, solíamos helarnos. Al igual que aquellos días, al meterme en la ducha y empezar a sentir el licor del polo picoteando sobre mi espalda, cerré los ojos, apreté los dientes e intenté convencerme a mí mismo "No hay frío, no hay dolor".
Después de un fin de semana en que las articulaciones y algunos de los músculos motrices fundamentales en mi organismo han acabado por hacerse un seppuku sentimental, sigo sin creerme en condiciones de vencer al temible exámen de TGI que me espera mañana. O sí. Si es por fe, ese exámen es mío.
He de agradecerle a Rufino el haberme hecho reparar en cierto detalle de un artículo de los que nos está haciendo estudiar este señor: "Fernando II de Castilla usó, en 1169, el título de Rex Hispaniarum, que abandonó después, a raíz sobre todo del descubrimiento de América." En principio, aparte de mis reparos para con la monarquía en general, la idea de que un tipo estuviese más de 300 años reinando en España se me hace harto chunga. ¿Le tenían momificao en el trono? Supongo que no. Aparte de que el llamado Fernando II de Castilla fuese rey de León (1135-1188) o de que "Rex Hispaniarum" se lo llamasen hasta a Sancho Garcés III de Navarra, he querido concederle a este hombre el beneficio de la errata, y que quisiese haber puesto 1469, que fue cuando Fernando de Aragón e Isabel de Castilla (los Reyes Católicos, para más señas) se casaron y ambos dos montaron tanto que eran reyes de sendos reinos. Pero aún así, Fernando no sería (ahí entramos en mis extraños mecanismos lógicos) II, que II ya hubo uno. Conclusión: he conseguido perder más de tres horas rastreando este dato que no era más que un mero ejemplo, en lugar de estudiar lo que debiera. Sigh.
Perduran todavía los efectos colaterales de mi atrevimiento mañanero de ayer. Con el amanecer, insensato, pensé que me apropiaría en solitario de una pista de frontón que el IMD debió colocar calle abajo por despiste. Como era de esperar, por mi proverbial fortuna en según qué cosas, estaba ocupada. Pero los tres jubilados del Apocalípsis (creo que junto a los otros veintiuno tienen apalabrada la pista para toda la semana) fueron amables y me dejaron embarcarles tres pelotas: dos en los tejados y otra en el patio de un colegio adyacente. Entre que llegó el cuarto al que esperaban, y que yo ya tenía un poco de pudor, me aparté y me puse a hacer sombras, como los boxeadores, contra el viaducto. Luego volví a compartir la pista con ellos, aprovechando que se marcharon a desayunar. Comparando sus técnicas con la mía, algo me quedó muy claro: aquellos instrumentos que el maestro Mateo les puso en las manos en el Pórtico de la Gloria no eran bandurrias y laúdes. Un cojón. Eran 24 raquetas y aquellos mamones estuvieron disputando el Open de Compostela.
El desayuno de los frontenistas satánicos del Jubileo me recordó que yo ni había cenado, así que les di un buenas noches y me fui con mi transpiración mezzoemmental a casa, me di una duchita y me eché en la cama a ojear los apuntes con cierto tembleque todavía en la muñeca derecha. Dos horas en frío son demasiado aún para mí. Levité en la cama hasta que Irene vino a por mí para ir a ejercer nuestra labor de apoyo explícito y propaganda sumisísima al régimen dictatorial de Sadam Husein en Iraq.
Al igual que hace un mes, nos cruzamos con Álex y Porras, que pasaban por allí, y con un montón de otros tipos que se ve que iban a ver si les rifaban Las Meninas en El Prado. A pesar de lo fluido del tráfico y el buen clima, tardamos casi tres horas en alcanzar Sol. Claro que nos entretuvimos porque tuvimos que recoger a Jona del Nebraska donde se fue a merendar, huyendo de Sánchez-Dragó que casi le invita a ir a su programa a hablar del mineralissshmo. Así que entre que estábamos lejos y que tres o cuatro que había por allí llamando muy alto a un tal Dimi Sión, que no le funcionaba el móbil; nos quedamos sin oir a Sara Mago, la novel. Lástima, me han dicho que sus fados son la leche.
Para compensarlo, aprovechamos la amable invitación de Anita y Alfredo a pasarnos por su piso. Allí estuvimos hasta las tantas otra vez, las cuales yo aproveché también para irme, por fin, a dormir un ratejo antes de seguir estudiando. La verdad es que es siempre divertido tertuliear con mis amigos (David llegó algo tarde, todavía vestido de opositorio, con güisqui y Coca Cola Light) pero a nosotros no nos hizo falta, cuando llegamos Anita ya nos había preparado el chocolate, nos dijo que no iba a permitir que nos fuesemos hasta que no hubiesemos pillado, al menos, una buena torrija.
Hoy, domingo, he estado básicamente estudiando. El inmenso dolor que las agujetas me propinaban cuando intentaba moverme mínimamente ha sido una gran ayuda para no tener demasiadas tentaciones de apartarme del libro. He descansado el rato en que Irene ha estado por aquí con su DVD de anuncios de los ochenta ¡Apuesto a que ninguno había probado eso antes! Lástima que siempre acabéis llamándome enfermo. Se que os gustarían.
Y rascando un ratejo de mi tochazo de TGI que se lo había rascado a mi sueño, aprovecho para compartir con vosotros todas esas pequeñas cosas que algún día, cuando me muera, pasaran de un tirón por delante de mis ojos.
¡Poesía por fin! Menos mal que he podido alejarme un rato de la TGI, entre otras muchas cosas que he hecho, me he comprado un librito que promete ratos de solaz (muchos). Si, se que no debería hacer estas cosas cuando tengo un examen tan tocho en tan poco tiempo. Pero hoy me he tomado un encargo como excusa perfecta para evadirme del escritorio. Muy de madrugada, casi a las doce y media de la mañana, me ha despertado mi madre con una llamada que me debía desde ayer. Como es normal, por lo intempestivo de las horas, ella estaba en la tienda y aprovechando la tesitura, un chico que trabaja allí me ha hecho un encargo de esos de los difíciles.
¿No hay en Almería corbatas blancas? Se ve que no. Absolutamente blanca y además, mate. Me volví a dormir. Hay teorías psicológicas que sostienen que por esto es por lo que se me ha grabado tanto lo de la corbata. Así que he dedicado mi tarde a buscarla. Lo bueno de Madrid es que existen tiendas que casi exclusivamente se dedican a vender corbatas. Lo malo es que en ninguna de las que he estado encontré una de las características requeridas. Seguramente, me he dicho, es porque vivo en un barrio malo. Así que me he cogido la mochilita con el reproductor de emepetreses y me he lanzado a la aventura. Con Sabina susurrándome (castamente) al oido y Valbuena aladrillándome desde su libro, he hecho del 132 mi biblioteca hasta llegar al antro del paroxismo capitalista. Bueno, casi, era el que me pillaba más a mano.
La Vaguada es... como un toro. Si yo fuese como el abogado ciego ese (no, Joaquín no, el otro) me habría vuelto tarumba ¡Qué de olores! Había señoras muy enseñoreadas; apestantes a Brummel o Flöids; gente que habría pagado un pastón por aquello que le odorizaba... y luego estaba yo que solo tengo para combatir mi excitante olor a macho sudorífero el botecito de Axe. Ha sido curioso, yo iba duchadito, con mi mochilita y mis casquitos, con mi buena planta (lease "Mi breve experiencia como violador en potencia" para confirmar esta tesis) y al ver a toda esa gente, en su mayoría prototípija rodeandome, he empezado a desear con ganas que los sobacos me sudaran mucho y que encima oliesen mal. Era lo más que podía esquivar el camuflaje si quería que mi (lo digo ya: infructuosa) búsqueda de la corbata blanca pero mate pudiese ser llevada a cabo sin interferencias de los seguratas. Nada de corbatas, y mira que había tiendas allí (¿De verdad existen tantas cosas que se puedan vender?). Yo pensaba que así en masa solo se vendían libros, discos, deuvedeses (Añádase "Matar a un ruiseñor" y "Ciudadano Kane" a mi estantería, adoro las colecciones estas que sacan).
Efectivamente, el espíritu consumista se ha adueñado de mi voluble alma y he acabado comprando un par de libros, uno de esos de estudiar y uno que me ha parecido bonito. Mejor dicho, no nos engañemos, su título ha seducido a mi ego con malas artes y entre la contraportada, el ojeo y el hojeo, ha acabado por convencerme de que me iba a entretener. Relatos y poemas para niños extremadamente inteligentes de todas las edades, una recopilación de Harold Bloom. Solo he podido leer unos pocos de los primeros poemas y un par de relatos (el día no da tanto de sí cuando tienes que estudiar y además holgazaneas), pero en general me gusta. Supongo que es el tipo de libro que uno de los que pone comentarios ahí abajo habría acabado recomendándome o denigrando si le hubiese consultado. Pero me resulta más cómodo, o al menos eso noto últimamente, leerme libros de relatos o de cuentos que enfrascarme con ganas en novelas, ya que acabo perdiendolas en cuanto interfieren mis estudios. Dejaré los libros largos para el verano.
El resto de la tarde/noche ha sido un quiero y no encuentro cine, de rever La gran aventura de Mortadelo y Filemón, algo de lo que Irene y yo teníamos ganas y para lo que hemos encontrado la excusa perfecta: llevar a su hermano. Como digo, a pesar de la amabilísima colaboración de los servicios documentalistas de Infobolsa, no hemos encontrado cine con horario conveniente, así que nos hemos conformado con pasear al chaval (o quizá nos paseaba él) por medio Madrid, mayormente en Metro, hasta las tantas, que es la hora en la que sus padres de ellos dos les ruegan que vuelvan a casa.
Así que tampoco he andurreado tanto como habría cabido esperar y el tiempo perdido aún es recuperable esta noche. Perdido con la TGI, solamente. Esta noche, que tampoco es tan larga ya, me va a dar para acabarme el temario establecido en mis planes oscilatorios. Y para descansar lo suficiente como para levantarme mañana a buena hora, que hay algo que debo hacer. Más de uno de vosotros también tiene algo que hacer mañana, seguro. Así que espero veros (o no poder por la inmensa marea humana que nos separe) en la manifestación de mañana.
A muchas cosas: ¡NO!
Las guerras son incompatibles con la razón. La enseñanza, sobre todo universitaria, supuestamente se sustenta en la razón (razones, para no herir susceptibilidades). Se a ciencia cierta que un alto porcentaje de quienes hoy no hemos pisado nuestras facultades lo ha hecho, meramente, por vagueo. Así que, como si hiciera falta, quería justificar mi postura. Vale que no deja de haber una gran dosis de hipocresía, que hay guerras todos los días, que si no hay también mil sinrazones en el mundo (hambre, pobreza, gobiernos del PP, SIDA y tantas y tantas cosas malas) que se harían incompatibles con una vida de contemplación y de dedicación al desgaste de meninges.
Aislado, no se aún como de amplio habrá sido el seguimiento de la huelga (que no se trataba solo de una manifestación, maticemos), pero me gustaría que hubiese sido amplio. Y que la gente tuviese buenas razones, algo más legitimadoras que la pereza o los piquetes. Cuando uno adquiere una postura, considero más valioso que lo haga per se. De poco me vale que a X personas se les haya impedido el paso a la facultad si realmente querian entrar (a mí no me ha sucedido hoy, pero tengo constancia de que en ocasiones similares se hace). Ayer comentaba un compañero de clase que es estúpido, ya que a los esquiroles en las fábricas sí que puede reportarles un beneficio no secundar una huelga, pero a los estudiantes... ¿les van a dar Matrícula de Honor por ser uno de los tres que van? Eso sí, estaría bien hacer guardias en la puerta de las clases, e ir señalando con el dedo, apuntando nombres y tomando fotos. Para condenarles al ostracismo universal, nomás. Pero no pararles los pies a las claras, que queda más feo, coño.
Hoy puedo decir todo esto. Es fácil. Otras veces a lo mejor yo soy ese que no quiere secundar la huelga. Lo que pasa es que cuando va tanta gente, por algo será y yo aún me precio de darme cuenta de qué no funciona (ahí fuera).
¿Serémos tantos el sábado como el 15 F?
He apostado conmigo mismo al despertar (duermo con las persianas bajadas del todo) si el día estaría muy nublado o habría sol. Por supuesto: he perdido. Es lo malo de levantarse sobre las cinco de la tarde (no penséis mal, es que anoche fuimos a Montera a ver una golfa). Y entre que llegas a casa, te embebes viendo al señor Lozano, catedrático de Teoría de la Información (Materia de la que me examinaré en breves días) vacilarle a la presentadora de ese programa/pub tan alter que hay en La otra y cómo le interrumpían, sin previo aviso, con la performance de Nosoträsh, pues se te hacen las tantas.
Perdí. Como un gilipollas he abierto la ventana de golpe y me he quedado cegado al menos 30 segundos, retorciéndome de dolor en la cama y deseando no volver a acariciar un koala en la vida. Quizá fuese menos rato, pero me ha jodido igual. Tenía mucho que estudiar, así que he bajado a hacer la compra y me he pillado el DVD de Annie Hall . Después he luleado un rato y me he metido en la ducha. Me siento absolutamente Felipito, por aquella tira en que primero fantaseaba sobre que un vendedor de "pastillas que dan ganas de estudiar" llegaba a su casa pero que al sentir el timbre se escondía horrorizado detrás de la silla. Sin embargo, quien tocaba (insistentemente ante mi tardanza) era Irene, que me ha sacado un ratejo a tomar el aire y unas patatas guarrísimas en un sitio de esos de salsas variopintas. Aunque he de decir en su defensa que la idea no fue exclusivamente suya, le apoyaron unos amigos con los que nos hemos encontrado cuando salían del fútbol.
La verdad es que nos lo hemos pasado bien con J&B, sobre todo cuando nos hemos puesto a cebarnos vilmente en la figura de una amiguita de las chicas, haciéndola blanco de nuestros escupitajos de bilis. La verdad es que no era difícil acertar, porque es que la pobre tiene una personalidad un tanto rígida. Y sí, está muy feo reírse de los enfermos, pero tranquilos que mañana me voy a confesar.
Ya en serio, el asunto era verdaderamente preocupante, porque hasta donde he llegado a entender, la chica intentaba flirtear con alguien a quien ha conocido por Internet. Todos sabemos que eso es muy peligroso, lo dicen siempre que pueden en las noticias de la tele. Ella, inocente de sí, ha caído en el viejo truco de "soy camarero". ¡JA! Seguramente ese tipo lo que pretende es descuartizarla en una orgía de sangre, que le veo la intención, que yo se que todos esos tipos que entran a Internet son en realidad sanguinarios psicópatas. Al menos esos que intentan ligar, la gente normal sabe que las chicas en Internet no existen, detrás de todas ellas hay siempre un fornido camionero de Cuenca.
Como el que he encontrado en mi habitación al llegar a casa, viendo Annie Hall (¡Sale Marshall McLuhan! Eso me devuelve a la cruda realidad de la TGI). He aprovechado para acabar de verla, que antes me había quedado a medias. Ahora me pondría a cantar alabanzas gratuítas sobre la peli, pero es que a Irene empieza a preocuparle que me parezca/idolatre a Woody Allen. No por la obsesión con el sexo, o porque me gustaría aprender a tocar el clarinete. Insiste en que si me circuncido me dejará (¡Cachis!).
Ahora que lo pienso. Debería advertir a esa chica (y quizá también al chico) del serio peligro que corren sus vidas.
Cuando se me pase la risa.
Yo soy el primero que se ríe y disfruta de la sana paranoia, pero es que la que vive esta sociedad es ya demasiado exagerada, incluso para mis glándulas cínicas. La gente vive aterrada, creo que les es inherente o más bien lo temo. Hoy bajé del autobús, al volver de la facultad, detrás de una chica. Normalita, flaquilla, con una bolsa de deporte de Batman, ergo posíblemente friki, que por las casualidades que propicia la urbanística de madrid, siguió el mismo camino que yo. La primera calle, bastante larga, solitaria y oscura, empezó a hacer que se cagara en las bragas, o algo así. Iba apretando el paso y, como unas cinco veces, miraba hacia atrás para comprobar que yo iba siempre (pensando en mis menudencias intrinsecas, profundamente relacionadas con la meditación de la Teoría General de la Información y la madre que la parió) detrás de ella, a la misma distancia más o menos, y manteniendo rumbo y ritmo. Le faltaba echar a correr, aprovechó que esta calle acaba en cuesta para acelerar un poquito, pero no contaba con que mi mayor masa corporal haría yunta con los famosos 9'8 y la distancia que nos separaba continuaba siendo la misma. Dobló la esquina. Yo ya empezaba a sentirme un tanto incómodo, no ya por como la pobre huía de no se qué extraña sensación de tener un aliento frío en la nuca, sino también de esas miradas soslayadas, entre el terror y el "¿pero no me vas a violar?" que me dirigía al volver el cuello y comprobar que seguía siguiéndola. Y porque debía, otra vez todo obra y gracia del callejero, girar en su misma dirección. El hecho de que esta calle fuese un poco más amplia, transitada y luminosa no la debió tranquilizar mucho, porque al verme de nuevo en ella (y mira que tengo buena planta, joder, no se a qué tanto susto) la chica aceleró más. Yo que tenía la mala leche de capa caída, decidí ser benigno y cruzarme de acera, para que no le diese un infarto de miocardio ni nada de eso. Pero es que la muy desdichada tuvo la mala ocurrencia de ir a cruzar cuando yo estaba a media calle, y volvió a verme. Y volvió a cagarse (que bonito es esto de saber entender las siempre expeditivas miradas femeninas). Por fin, que ya me estaba sintiendo yo cual Duque de Feria barriobajero y sin posibles, llegué a mi portal, que es en un edificio que hace esquina, a tiempo para contemplar como ella corría para ponerse a salvo en el suyo... en la esquina de enfrente. Mira que habrá pasado mal rato. A mí me asustaría mucho sentirme perseguido por alguien como yo (porque me conozco y se de qué soy capaz). Así que imagino que a ella más. Si es que la ciudad está muy deshumanizada, esto en los pueblos no pasa, que allí se conocen todos. Y tienen pajares.
Elegí un mal día para tomarme en serio el weblog. No es porque me haya pasado nada especialmente desagradable, todo lo contrario, no me ha pasado absolutamente nada. Esto puede ser útil, claro, sirve para sentar ciertas premisas sobre mí que de otro modo (si tuviese que contaros, por ejemplo, como esquivé por milímetros un camión de reparto de leche conducido por un tipo borracho al que otro le hacía una mamada mientras le sobresalían las piernas por la puerta abierta y que viró en el último momento empotrándose contra la sucursal de La Caixa que hay bajando la calle previo aplastamiento de la cola de un pobre gatito) sería bastante más difícil de ubicar. Por otra parte, como la mayoría de los incautos que lean esto ya me conocen, de más incluso, y seguramente os dedicaréis a postear comentarios vilipendiandome o, lo que es peor, corrigiendome, pues mejor me abstendré de contar cosas demasiado personales así a primeras.
Elegí un mal día porque todo este lo he pasado escribiendo (mirad que horas son, llevo aporreando el puñetero teclado desde las cinco de la tarde, justo cuando acabé de desayunar. Si no recuerdo mal, durante nuestro desayuno hemos estado un pelín xenófobos, no contra los turcos, claro. Estábamos con ellos, que se han negado a dejar que USA les use, al menos hasta que paguen el caché requerido. Y eso es bueno ¿no?
Me siento un pelín desconectado, no voy a hacer como cierto personajillo y a usar mi weblog como "hasta donde estudié hoy" (un saludoooo), sin embargo es cierto que en apenas dos semanas tengo un parcial bastante megatocho de Teoría de la Información. Y tengo que leer una de cosas que no veais (es más lo que tengo que leer que el hecho de estudiar). Así que puede que madrugue mañana y empiece a darle caña...
...si el hombrecillo verde no se niega.
Hoy comprendo por qué los obituarios son siempre tan iguales, fríos y hasta tópicos. Nunca debió ser fácil escribir sobre quien ha muerto, y más cuando se tratase de alguien con quien has compartido tanto como un amigo. Si ha pasado poco tiempo es duro pensar siquiera en él, aún vives viviendo de sus recuerdos, queriendo no olvidar todo lo que fue de bueno el tiempo con él, porque es inevitable hacer de menos lo malo.
Hoy Sergio no está. Hoy nos falta un hijo, un hermano, un artista, un alumno, alguien, a mí un amigo. Es él. Tan desconocido ahora para mí como pudo serlo para los demás ayer. Dejaba entrever, eso sí, lo que era, en sus cómics, en sus poesías, en sus juegos, era creatividad, trabajo y sensibilidad. Era un disparate empecinado hasta conseguirlo todo. Luego, a veces, nos regalaba pedacitos, pero las más se los guardó él. Por eso hoy no me atrevo a despedirle con los sentimientos desnudos de su poema, sino con un telegrama escueto de pensamientos.
[En este hueco iban algunas palabras]. Hoy esto también es su recuerdo, un aliento triste que nadie quiso que terminara calando su memoria y lo ha hecho. Como cualquier otro, ha sido contradictorio. Más: ha vuelto su espíritu creador del revés; ha dejado a nuestras ansias egoístas de él, desangeladas, malinterpretándonos al nombrarle, y queriendo a sus ideas como él no se dejó.
Mejor hagámonos estadounidenses, nos reíremos más.
Ejemplo de hoy: Con eso de que las leyes las hacen por pprecedentes, y se ve que de siglo a siglo no las revisan, tienen algunas de lo más divertidas. De muestra un botón:
Globe (Arizona)
No se puede jugar a las cartas en la calle con un Nativo Americano.
Tucson (Arizona)
Las mujeres no pueden llevar pantalones
Mohave County (Arizona)
Por decreto, cualquiera que sea sorprendido robando jabón debe lavarse con él hasta que lo haya gastado entero.
Alaska
No se pueden ver alces desde un aeroplano.
Aunque es legal disparar a los osos, despertar a un oso que duerma con el propósito de fotografiarle está prohibido.
Las parejas interraciales no se pueden casar. (está revocada)
Es legal conducir en sentido contrario en una calle de un solo sentido si tienes una añadida a la parte delantera de tu automóvil.
Arkansas
Un hombre puede pegarle a su mujer legalmente, pero no más de una vez al mes.
Fayetteville (Arkansas)
Es ilegal asesinar "cualquier criatura viviente"
Little Rock (Arkansas)
El flirteo entre hombres y mujeres en las calles de Little Rock será penado con 30 días de cárcel.
California
Es una falta leve disparar desde un coche en movimiento, a menos que el objetivo sea una ballena.
Arcadia (California)
Los pavos reales tienen derecho a cruzar cualquier calle.
Blythe (California)
No está permitido llevar botas de cowboy a menos que poseas al menos dos vacas.
Indian Wells (California)
Está prohibido beber cemento intoxicante.
Los Angeles
Es un crimen que los perros copulen a menos de 500 yardas de una iglesia. Incumplir esta ley es castigable con una multa de 500 $ y/o seis meses de prisión.
Pacific Grove (California)
Es ilegal molestar a las mariposas.
Pasadena (California)
Es ilegal que una secretaria permanezca a solas con su jefe.
San Francisco (California)
Está prohibido lavar el coche con ropa interior usada.
Walnut (California)
Los niños no pueden llevar máscaras de halloween a menos que consigan un permiso especial del sheriff.
Children may not wear a halloween mask unless they get a special permit from the sheriff
Logan County (Colorado)
Es ilegal que un hombre bese a una mujer mientras ella esté dormida.
Connecticut
Puedes ser detenido por la policía por superar las 65 millas/h en bicicleta.
Hartford (Connecticut)
No se puede educar a los perros.
Hartford (Connecticut)
Es ilegal que un hombre bese a su mujer en Domingo.
Florida
Es ilegal tener relaciones sexuales con un puercoespín.
El castigo por robar un caballo es la horca.
Uno no puede cometer ningún "acto innatural" con otra persona.
Key West (Florida)
Los pollos son considerados "especie protegida"
Pensacola (Florida)
Los ciudadanos no pueden ir por la calle sin al menos 10 dólares encima.
Texas
Una ley recientemente eliminada requería a los criminales que diesen a sus víctimas un aviso de 24 horas, oralmente o por escrito, y explicar la naturaleza del crimen que iba a ser cometido.
La Enciclopedia Británica está prohibida en Texas porque contiene una fórmula para hacer cerveza en casa.
Houston (Texas)
No se puede consumir cerveza después de la media noche de un Domingo, pero si en Lunes.
Mesquite (Texas)
Es ilegal que los niños lleven cortes de pelo inusuales.
San Antonio (Texas)
Es ilegal para ambos sexos flirtear o responder al flirteo usando los ojos y/o las manos.
Texarkana (Texas)
Los propietarios de caballos no pueden montarlos de noche sin luces de cola.
(gracias a Javi por la selección :P)