Ya se empieza a oler. Estamos rematando mayo. Falta muy poquito para que uno no pueda salir de casa sin cruzarse con un silbido, un politono, un tarareo, un bar o los mega bafles de un coche tuneao en los que suene una de las que van a ser las “canciones del verano”. El hemisferio derecho de mi cerebro apuesta por Pablo Carbonell y su “El kalimotxo de mamá”. El izquierdo ha decidido escribir este post.
Las canciones del verano son, por definición (de la wikipedia) canciones de ritmo pegadizo, rima fácil y letras vacías. Aún guardo una infausta memoria de la mayoría de los summer hits que he ido soportando a lo largo de los años. ¿Qué pasa, que en verano se reblandecen las neuronas y no damos para más? No. Pasa que esto da pelas. Qué triste...
Lo que no voy a hacer hoy es hablar de "esas" canciones del verano. Porque también es cierto que algunas de las "canciones del verano" históricas no se ajustan en realidad a esa definición tan negativa. Ha habido canciones cojonudas que han tenido la desgracia de coincidir en el tiempo con esta moda y han sido incluidas en el saco. Hablo por ejemplo de Black is black, de Los Bravos; Un beso y una flor, de Nino Bravo; Rock en la plaza del pueblo y Salta, de Tequila; Aserejé, de Las Ketchup; La puerta de Alcalá de Víctor Manuel y Ana Belén; Noches de Bohemia, de Navajita Plateá; Mariacaipirinha, de Carlinhos Brown & DJ Dero o la mismísima Hips don't lie de Shakira, por ejemplo.
Otras veces, hemos tenido la suerte de que algún cachondo, riéndose del mundo y de todo, sacaba alguna genialidad justo a tiempo para que en esos karaokes espontáneos estivales todos, hasta el más desafinao, pudiese disfrutar de la grata sensación de vociferar una letra ingeniosa a coro con otros miles de personas. Así aún tenemos en nuestras cabezas el "Saca el güisqui, Cheli", de Desmadre 75; "La Ramona", de Fernando Esteso, o el clásico "No te olvides la toalla", de Puturrú de Fuá. En cualquier momento saltará alguien que se ponga a cantar (y todos le seguiremos) Ellos las prefieren gordas, de la Orquesta Mondragón; Qué difícil es hacer el amor en un Simca 1000, de Los Inhumanos; la Danza de los cuarenta limones, del trístemente desaparecido Juan Antonio Canta o Aquí no hay playa, de The Refrescos. El mejor ejemplo de este subfenómeno de "la canción del verano que se ríe de la canción del verano" es Opá, yo viazé un corrá, con la que El Koala se puso las botas el año pasado.
Espero que "El kalimotxo de mamá" llegue a alcanzarla, aunque al tratarse de un cantautor minoritario como Carbonell, quizá los medios no le hagan el suficiente caso. Este año lo tiene duro, va a competir con Ponte el cinturón, de Silvia Padilla, que no voy a entrar a juzgar por sus valores musicales (no tiene), pero como fenómeno es igual que si nos hubiese estallado al lado una bomba nuclear. Ha explotado, hemos visto pasar la onda expansiva, pero lo peor va a ser el rebufo.
Hala, ya he relajado un poco. Y el veredicto es: el cine es chachi.
Siempre que no tengas que alternarlo con otro curro y eso te obligue a pasar días y días sin dormir.
Y siempre que paguen así de guay (no quiero pensar qué cobrarán los menos pringaos) que cuenten conmigo.
PD: Productores del mundo, me sé de un sitio chachi chachi para rodar westerns...
Ya está. He rematado la experiencia con las mil y pico horas de sueño que aún necesitaba. Ha sido divertido, un poco duro a ratos, pero divertido.
Sigue fascinándome la magia del cine. Madrid es Madrid y no, y además, las cosas son más bonitas. Tengo que ir a ver la película cuando la estrenen solo por un motivo: quiero ver si lo que grabaron en una de las localizaciones (probablemente el bar de gasolinera más cutrecañí de aquí a Tomelloso) remataba con el prota acodándose en la barra y pidiendo un sol y sombra, como está mandao.
Y bueno, tras haber visto otra de las escenas miles de veces, todavía me queda una duda: ¿por qué cruzó el pollo la carretera?
Ah, dudas, dudas... como en todas las trilogías, hasta la tercera parte no sabrémos la solución.
El hombrecillo verde goes to Jolibú.
O mejor dicho, Jolibú viene a mí, que soy bastante perro. Como este puente tenía cosas mucho mejores que hacer, pero no remuneradas, dije que sí a la propuesta de ser conductor en una superproducción que se está grabando estos días en Madrid (otra vez). Después de un primer acercamiento completamente "Grand Rent Auto", me preguntaba "¿por qué necesitan que hablemos inglés?" Fácil: en las etiquetitas pone Crew y si uno no sabe inglés se puede pensar que el trabajo consiste en rapearles un rato a las gentes. Yo. Yo.
De hecho lo que pone es Crew Driver y con eso me daba, al menos, para un par de líneas de post pensándome si sería peor hartarme de vodka con naranja antes de coger el coche o el chiste que acabo de hacer. Por suerte me adjudicaron la mía, la oficial: Producer's Driver. ¿Que qué significa? Que pringo un poco más que los demás, símplemente. Y que acabas probando los cáterings de todas las localizaciones.
En fin, sigo en ello, esta noche más. Cuando acabe toda la aventura ya pondré más anécdotas, como la de encontrarme a mí mismo en Montera con Caballero de Gracia teniendo que preguntarle a la gente, y sin reírme, si iban a ir "más allá de la esquina."