- ...pero al final confesó.
- ¡Y luego no escribes nada en el blog!
- ¿Y qué voy a escribir? ¿Lo del acosador telefónico de ancianitas que terminó siendo el policía como en una de Scooby Doo?
- Homb...
- Nah, no tiene miga, ¿lo de Antonio Vega y el tipo que le escribió Emet en la frente?
- Jo, jo, jo, sí, eso fue bue...
- Nah, humor privado... no tendría sentido... ¿Lo del guiri y el vermús?
- Esa no me la sé.
- ¿Ves? Qué más, qué más... el jueves fue bonito... pero privado también...
- ¿Y la lluvia?
- Millones y millones de usuarios de Internet van a lanzarse a sus pantallas para que yo les cuente que llovía a cántaros.
- Se te rompieron las gafas. Y no tenías las de repuesto. Tuviste que ponerte las de sol...
- ¿Así que el ser humano lleva milenios evolucionando y lustros desarrollando la más alta tecnología informática solo para que yo comparta con el mundo que se me rompieron las gafas...?
- ¿Y lo de hoy con la llave del despacho desaparecida?
- Sí, bueno, he trabajado hora y media en el jardín hasta que ha venido el cerrajero, ¿y?
- Y está lo de la que se excusaba por el retraso con la huelga de RENFE mientras leías en el ABC que la han desconvocado...
- Oh, qué gran idea, usar el blog para hacerme enemigos...
- Hombre, cosas peores he visto. Podrísa hablar de lo de la COPE o de lo del Líbano...
-¿Pero qué digo? ¿Pongo el We are the world, we are the children en el radio blog, o mejor las fotos de los niños israelíes dibujando corazoncitos en los misiles?
- Ufh... no sé. Yo creo que tendría mil cosas sobre las que escribir.
- ¡Sabrás tú lo difícil que es eso, deberías de hacerte un blog!
- ¿Y tú qué sabes hacer? - Dijo con cara de no tener paciencia para las respuestas largas.
- Toco el saxo - le satisfice.
Respira hondo. Y tenía muchas más. Un largo viaje en barco que merecía la pena. El clic que pone fin a la oscuridad del pasillo despierta en ella el temor a ser descubierta. Contiene la exhalación para que puedan seguirla muchas más. No puede ser. No hay trenes. Mañana al mar. Esto no puede acabar así. Cayendo sobre él como la fiera. Estaba distraído, sopesando el empate a cero en televisión. Lo había decidido de repente. Necesitaban atraer su atención. Como aquella tarde en la que no paró de hablar, describiendo con sumo detalle, todo aquello de cuanto sabía, que no era tanto. La echaba de menos. Ya he escrito mi canción. Hecho con barro de las orillas del río, lo paseó por los viejos imperios. Coloca el esférico en el suelo. Le echaba de menos. Aquello le recordaba demasiado a un videojuego de los de antes. Ahí se reunían. Oí que un día el amor, como un niño asustado, entró en su habitación y se metió con ellos en la cama. Fue bajo el sol. Se acordó de aquello que decía siempre que nevaba. Da un paso adelante. Para besarle, pensó, para besarle. Tan solo habían pasado unos días. Casi se pierden, entre tanta gente. La ceniza al caer levantó una pequeña nube negra en el centro de la habitación. Ensimismado, parecía pensar en algo importante, aquello no era una cara de fútbol. Volvería por sorpresa. Nunca lo supo nadie, hasta que se marchó. Mientras, él, sin saberlo, anticipa todas esas sensaciones. Y corría por un jardín de hormigón, esquivando las balas. Y allí lo encuentra. Se quedaron con él.