MARTE EN LIBRA

Radical: abierto hasta el amanecer

A las 15:00 horas del sábado, el despertador que había programado a las 8 de la mañana tras llegar a casa de la boda de Ana, empezaba a gritarme con su estridente fragor. Bien Flipe, buena idea la de poner el despertador mientras la duermes: bien sabe Dios que hubiera podido dormir hasta las 19:00 horas, pero mi agenda tenía en sus páginas otros planes bien distintos. A las 16:30 horas, y todavía afectado por la ingestión de san Ballantines de la noche anterior, mi amigo Boby me recogía en Repsol Pozuelo. Sobraban las palabras. Sabíamos muy bien a dónde nos dirigíamos...

Tras un par de paradas previas para aprovisionarme de oro líquido segoviano y recoger a Alvarito y su novia, la N-V se convertía en nuestra particular "road to perdition". 80km de N-V seguidos por 20km de N-403 en medio de la nada. A las 19:00 horas, como si de George Clooney, Quentin Tarantino, Harvey Keitel y Juliette Lewis se tratara, ante nuestros ojos apareció cual oasis en pleno Mojave la "Titty Twister" toledana: la sala Radical. El escalofrío aun recorría nuestras carnes mientras buscábamos dónde aparcar. Y sin pensarlo dos veces, como diría Roberto Malone: adentro!!! El espectáculo que se abrió ante mis ya de por sí enormes ojos no me permitían razonar con claridad. Un parque de atracciones de la fiesta, la meca de las 200 pulsaciones por minuto, el desenfreno absoluto vestido de color naranja, una bomba atómica de miles de watios de sonido, una bravata de adrenalina en pleno apogeo. Un espectáculo digno de sentirse. Ella no se equivocaba. Necesité el cubata nº1 para reponerme del shock. Un pasaporte con coca cola hacia la diversión, por favor! Tras la primera toma de contacto con aquel pandemonium decidimos repostar. Comenzaba a atardecer pero el olor vampirico era aun casi imperceptible. Sello y al parking, para abrir los maleteros, montar una mini rave y emplear todos los mejunjes necesarios en un botellon pues para eso: para hacer un botellón, mira tú que listo. Las esferas marcaban las 20:30 horas y las copas iban cayendo como los muñecos de un pimpampum, bocadillo de atún. Sesión de fotos, más copas y el aire se hacía cada vez más embriagador. O quizás fuera el dyc, quien sabe. Sobre las 22:00 emprendí una excursión por todo el parking. Alguien me había comentado el posible avistamiento de patos por los aledaños de un toldo azul, y me lancé a la aventura de encontrar a uno en especial. Sí, allí estaba ella, feliz, a 200 metros de su sagrado templo naranja del cual tanto y tanto me había hablado, con amig@s algun@s conocid@s y otr@s tan solo de oidas. Y compartimos minis de risas, botellas de vaciles en nuestra línea y cómo no, tragos y tragos de whisky (debo decir que en este punto de la noche empecé ya a beber a doble o nada, es decir, a dos manos, jeje). Era el momento de entrar de nuevo en la sala. 2º round. Segunda entrada al templo, segundo asalto, segundo segundo, un segundo! La transformación ya era un hecho y las bellas mujeres y los humanoides masculinos exhibían por fin su naturaleza vampírica. El nivel de alcohol, las ingentes dosis de MDMA y las plegarias de DJMarta ejercían de agente metamórfico para tantos y tantos corazones transilvánicos. Y aquello se convirtió en el infierno. Los lanzallamas escupían con toda su rabia el fuego del averno, en dura pugna con el frescor del silbante nitrógeno megatrónico. El bien contra el mal, y nosotros ejerciendo de árbitros en plena confrontación auxiliados por el juez de la cabina. El tiempo transcurría indefectiblemente y se hizo necesario un segundo repostaje. El que sería el definitivo antes de convertirnos nosotros tambien por unas horas en criaturas devoradoras de sangre sonora. Vuelta al boxes del parking, dyc vacía. Caciques vacíos. Más fotos. Inminente descontrol. Inminente ciego. El 3er y último asalto fue algo raro y quizás algo surrealista, pero no era cuestión de arrojar la toalla. En todo caso arrojar la papilla, eso sí, pero las toallas mejor dejarlas para la playa. El elevado rasero etílico no permitía demasiadas cucamonas inteligentes. Volví a encontrarme con Marta con la idea de que su espectáculo sería incluso más sonado que el nuestro, pero si mi noche fue surrealista, la suya fue poco menos que el Guernica. Es complicado dentro de un grupo de muchas personas de marcha que todos tengan la noche perfecta, y es frecuente que cuando alguien falla en el equipo, la fiesta se desestabilice como una mesa a la que le arrancas una pata. A pesar de todo, pudimos disfrutar una última horita de aquel volcán cabreado en que se había convertido la sala. Fuego, agua, nitrógeno, alcohol, ácido... aquello casi parecía una tabla periódica. Al igual que el juego de luces. Marcaban las 4:00 horas cuando George, Harvey y Quentin (Bob, Alvarito y servidor) abandonamos aquel santuario de la perdición empleando las palabras del governador de California: I'll be back! Viaje de vuelta a la realidad con U2 de fondo, no podía ser de otra manera. Y el firme convencimiento de haber pasado una noche memorable, digna de ser repetida.

Al despertar el domingo, mis colmillos ya no eran afilados y cortantes, y la sed de sangre progressive había remitido. Solo quedaba un explicable hambre de paracetamol. Un día triste ayer, la verdad. De arriba a abajo en cuestión de horas, que cosas tiene la vida. Ahora es lunes, llueve, es una mañana gris y no he ido a clase. Siento que prefiero dormir durante toda la semana, sin ver la luz solar. El viernes despertaré con la caída del sol, y ni ajos ni estacas en el corazón podrán detenerme. Sobre todo nada de estacas, y menos en el corazón: aún lo necesito...