Y acabó mi quincenita de vacaciones en la playa. Se acabó eso de pasar las mañanas muertas tomando el sol –ahora las pasaré frente al ordenador-, el comer bien, y el ver cuerpos esculturales -y no tan esculturales- sobre la arena.
Si hay algo que haya ocurrido durante estos quince días que me va a marcar durante el resto de la vida, es ver como la gente intenta demostrar que es apta para asistir, incluso, a las celebraciones de Isabel Presley. Sirva como ejemplo la situación que describo a continuación: 2:35 p.m. La señora(1) que se sienta en la mesa situada frente a mi finaliza su segundo plato. El camarero lo retira, y le deja sobre la mesa el postre: dos ciruelas, con un cuchillo y un tenedor. La individua, al ver el utillaje del que dispone, mira al cielo, a la mesa, entorna sus ojos de nuevo al cielo y se pregunta por que la vida tiene que ser tan difícil; por que pudiendo inyectarse la comida vía parenteral, ella tiene que pelar fruta en público. Una vez consigue alejar sus temores, fija su presa con el tenedor y comienza a revolucionarla sobre su propio eje, mientras que con el cuchillo trata de pelarla. Tras varios segundos de desconcierto, se da cuenta de que o bien cambia su estrategia, o bien la ciruela se la comerán los gusanos en un futuro incierto. Decide sujetarla con tacto y delicadeza –y con los dedos, todo sea dicho-, mientras intenta desollar su postre. La ciruela, convencida de que la situación es injusta, salta gracilmente hacia el mantel, dejando una bella pintura rupestre sobre el mismo. 2:40 p.m. El sujeto consigue, por fin, pelar su primera ciruela, y llega el momento de cortarla. Con un sutil movimiento trata de emular al chef del anuncio del Ginsu, pero se da cuenta que el cuchillo no corta ni el viento. Lo reintenta, esta vez levantando la mano por encima de la cabeza, y cogiendo carrerilla, asesta un hachazo al fruto, que sucumbe y esparce sus jugos por todos los comensales en un radio de 3 metros. Espeluznante. Es en ese momento, cuando asediada por un cúmulo de miradas que pondrían en evidencia a un rayo laser, la señora decide poner fin a su almuerzo.
Pero no solo de comidas vive el hombre, puesto que durante la noche, mientras intentaba dormir, he vivido también experiencias paranormales. He de reconocer que este año me ha tocado compartir cuarto con mi abuela. No tengo palabras para describir la experiencia. Imaginate una noche, gozando de la brisa veraniega que solo puede proporcionar la costa, tumbado sobre tu cama y pensando en tu vida. De repente, se registra un ligero temblor en la habitación, que incrementa su intensidad poco a poco, y que viene acompañado de una expulsión de gases y el inconfundible sonido de la carne al desgarrarse. El sonido se hace atronanador y cunde el pánico. Se da la alerta roja. En cosa de 10 segundos la atmósfera se hace irrespirable y el desalojo es obligado para cuantos deseen mantener su integridad. Pues ahora imagina eso varias veces cada noche y durante una quincena.
Se recomienda encarecidamente, para una mejor compresión y como referencia bibliográfica, la lectura de: “Aproximación al peo”, texto anónimo de gran importancia pedagógica.
(1) Se ha empleado el termino señora por que tras el maquillaje (consistente en varias capas de pintura lanzadas probablemente con una pistola marcadora de paintball) se adivinaba un rostro femenino de media edad.
Jajajajaja oye no te quejes!! que tu al menos has podido disfrutar de una quincenita justo en la epoca pre-examenes que te habra venido de maravilla para desconectar.
Yo me fui la 1º quincena de julio y tengo las vacaciones olvidadisimas :(, y me toca enfrentarme en menos de una semana al primer y mas puto examen.
Voy a echarle un vistazillo a tu weblog, porqeu este post ma gustado mucho.
Un musutxu.
Hula! Pos no sabía yo que tená un admirador por aquí... (sonrojada me hallo, no se crea). Después de las vacaciones, tengo un saco lleno de anécdotas equivalentes de vivencias playeras-hoteleras... Nos leemos!
Escrito por Patch en: Agosto 29, 2004 11:12 PM