No sé si de pura, perversa y alevosa negligencia o simple estupidez. Bueno, le ponemos también frivolidad a esta "inocente" imprecisión terminológica: el sentido de la vida.
Los mismísimos montypython hicieron público un documento en el que con anglosajona ironía se señalaba la dicha inconveniencia.
No señora. Claro que su vida no tiene sentido. Pero, relájese, que tenemos mal de muchos.
Los ecosistemas antrópicos traídos hasta aquí desde, según donde, hace 10.000, 8.000 ó 5.000 años, refinándose, engordando y completándose, han venido quedándose también con el sentido de su vida a medida que, perfeccionándose, la iban alejando de sí misma.
La humanidad nos ha hecho libres al sustituir el rígido sentido de la vida por una graciosa, ontológica, teleológica, y, hasta metafísica, sí, finalidad de la existencia. ¿Lo ve?.
De la imprecisión terminológica a la confusión conceptual, porque admitirá ud. que son dos ámbitos dispares (porque la vida, vida es, y la existencia en humana se nos queda). Desprovista la vida del contenido que le es propio por naturaleza, usted, sí, yo también, y todo el consuelo de tontos, somos libres pero obligados a elaborar cada cual su propio para qué estar aquí.
Se trata, es cierto, de algo perverso, alevoso, negligente y/o estúpido. Arrojada a un ecosistema ajeno a su naturaleza (su naturaleza es todo eso que ud. traía cuando la nacieron), con suerte y por puro determinismo geográfico, ud. ha sido forzada a aprender tejemanejes de privilegiada. Pongamos que es una profesional con éxito en el ejercicio de esa profesión, un espécimen cómodo en su nicho ecológico, bien adaptado al ecosistema urbano en que tiene su hábitat. Es ud. inteligente y también ha cultivado sensibilidad con la que extraer de la cultura. Ayer a media tarde güic güic bloqueó las cerraduras de su coche, entró en el ascensor ~corríjame si me equivoco~ físicamente extenuada, intelectualmente desbordada, xiiss rataplá, dejó las llaves sobre la mesa de todos los días. El sillonaco-relax hideputa fue. Aprovechando que los críos todavía no habían llegado, el hideputa va y dice ¿por qué?, ¿para qué?. Sin embargo, ud, imperceptible, pertinentemente, amaestrada, ignorante de sí misma se dijo pero qué sentido tiene mi vida.
El número de mi teléfono reptó hasta sus manos y ud. le preguntó.
En tanto que vida, prácticamente ninguno, la verdad. A lo peor incluso se priva usted de ciertos sabrosos alimentos; de ayuntamientos se sabe el municipal y poco más. Y, bueno; para qué. Pues eso: que nones.
Casi sin saberlo, porque ni siquiera se mencionó, aceptó ud. un par de güics y un xiiss rataplá a cambio de todo aquello que, por naturaleza, traía cuando la nacieron. Peero el sillonaco-relax, que lo sabe todo ~el muy hideputa~, sólo aventuró un porqué y un para qué.
Que lo del sentido de la vida es otro deporte. 'Carrascal me veo cuando me oigo. The meaning of life. No es cosa seria, de verdad. O hermida, que también.
Los mismísimos montypython hicieron público un documento en el que con anglosajona ironía se señalaba la dicha inconveniencia.
No señora. Claro que su vida no tiene sentido. Pero, relájese, que tenemos mal de muchos.
Los ecosistemas antrópicos traídos hasta aquí desde, según donde, hace 10.000, 8.000 ó 5.000 años, refinándose, engordando y completándose, han venido quedándose también con el sentido de su vida a medida que, perfeccionándose, la iban alejando de sí misma.
La humanidad nos ha hecho libres al sustituir el rígido sentido de la vida por una graciosa, ontológica, teleológica, y, hasta metafísica, sí, finalidad de la existencia. ¿Lo ve?.
De la imprecisión terminológica a la confusión conceptual, porque admitirá ud. que son dos ámbitos dispares (porque la vida, vida es, y la existencia en humana se nos queda). Desprovista la vida del contenido que le es propio por naturaleza, usted, sí, yo también, y todo el consuelo de tontos, somos libres pero obligados a elaborar cada cual su propio para qué estar aquí.
Se trata, es cierto, de algo perverso, alevoso, negligente y/o estúpido. Arrojada a un ecosistema ajeno a su naturaleza (su naturaleza es todo eso que ud. traía cuando la nacieron), con suerte y por puro determinismo geográfico, ud. ha sido forzada a aprender tejemanejes de privilegiada. Pongamos que es una profesional con éxito en el ejercicio de esa profesión, un espécimen cómodo en su nicho ecológico, bien adaptado al ecosistema urbano en que tiene su hábitat. Es ud. inteligente y también ha cultivado sensibilidad con la que extraer de la cultura. Ayer a media tarde güic güic bloqueó las cerraduras de su coche, entró en el ascensor ~corríjame si me equivoco~ físicamente extenuada, intelectualmente desbordada, xiiss rataplá, dejó las llaves sobre la mesa de todos los días. El sillonaco-relax hideputa fue. Aprovechando que los críos todavía no habían llegado, el hideputa va y dice ¿por qué?, ¿para qué?. Sin embargo, ud, imperceptible, pertinentemente, amaestrada, ignorante de sí misma se dijo pero qué sentido tiene mi vida.
El número de mi teléfono reptó hasta sus manos y ud. le preguntó.
En tanto que vida, prácticamente ninguno, la verdad. A lo peor incluso se priva usted de ciertos sabrosos alimentos; de ayuntamientos se sabe el municipal y poco más. Y, bueno; para qué. Pues eso: que nones.
Casi sin saberlo, porque ni siquiera se mencionó, aceptó ud. un par de güics y un xiiss rataplá a cambio de todo aquello que, por naturaleza, traía cuando la nacieron. Peero el sillonaco-relax, que lo sabe todo ~el muy hideputa~, sólo aventuró un porqué y un para qué.
Que lo del sentido de la vida es otro deporte. 'Carrascal me veo cuando me oigo. The meaning of life. No es cosa seria, de verdad. O hermida, que también.