Por fin.
Por fin llegó el ansiado verano.
Temporada baja en mi trabajo... Llega el momento de poner punto y final, retocar, perfilar, pulir,... todos aquellos aspectos pendientes durante el curso.
Llevo unos días de ensueño. Aunque las vacaciones sean en Agosto, Julio es un mes generalmente tranquilo por estos lares.
Mil proyectos vuelven a coger sentido... Retomaré mil cosas pendientes, entre ellas el poder dormir con tranquilidad, nadar, escribir en este blog,... ¡Volveremos a ser nosotros mismos!
En septiembre volveremos a la lucha, al ritmo frenético. Pero hasta entonces... hasta entonces... respiro con tranquilidad.
Comenzamos una nueva semana.
La que terminó no acabó mal, la verdad. Exceptuando que, haciendo algunas pruebas con el router de mi curro y mi ordenador, que tiene instalado el Apache, pues me olvidé de una cosa fundamental y recordé otra no menos importante.
Me olvidé de que antes de conectar nada al mundo, debes revisar de que todo esté correctamente preparado, aunque estés de pruebas.
Recordé la gran importancia de tener todos los equipos correctamente parcheados, con las últimas actualizaciones.
Me entró el Blaster.
Además de tener que reinstalar desde cero mi equipo (porque eso de desinfección automática o pasos para quitarlo manualmente, "nasti de plasti") tuve que parar el servidor, pasarle el antivirus y reinstalarle todas las actualizaciones pendientes (unas 20). Total, 1 hora no operativo, mientras el resto de la empresa lo único que quería era poder iniciar sesión.
Con tanta renovación de equipos (comenzada en Febrero y casi terminada en Junio), no he podido estar pendiente de que estén todos optimizados en cuanto a seguridad. Me bastaba con que los nuevos funcionaran.
Lo peor de todo fue la vergüenza propia, apenas compartida, de saber lo vulnerable que era todo esto y uno sin percatarse.
Cuando leía artículos de seguridad, siempre me sorprendía al leer lo fácil que es encontrar sistemas vulnerables por la desidia o por el exceso de trabajo en otras tareas que tenían los administradores informáticos. Me costaba tanto entender que estés tan liado con otras cosas que no puedas dedicarte a algo tan importante como los update.
Ahora lo entiendo perfectamente.
Hoy me encuentro algo triste, y es curioso que las primeras reacciones hayan sido conectarme al Messenger, para ver si hablaba con alguien de cualquier tema vanal, y escribir este post.
Luego, también he pensado en llamar a Mónica. Pero un frío parón en seco me detuvo. No, no, no. De momento, Mónica está para las cosas buenas. Aún no hemos llegado al punto en el que pueda sentirme cómodo mostrándome triste y soltándole lo que pienso mientras ella permanece en silencio. Se pondrá a darme consejos y proponerme soluciones, y eso me mata. Cuando me siento mal, me mata. Porque te da la sensación de que estás así por tu propia culpa, porque ha habido algo que te ha faltado por hacer ("es que claro, como no dijiste...") o porque ha habido algo que hiciste mal ("claro, es que lo que tienes que hacer en realidad es..."). Y a fin de cuentas, lo único que quieres hacer es cagarte en el mundo. Simple y llanamente.
El sábado fuimos al sur, a una playita donde un alemán alquila unas piraguas. Hay que joderse, rodeados de tanta agua, y tan pocos sitios que alquilen piraguas. Pero bueno, total que cuando llegamos hacía un viento del copón, así que no me parecía buena idea que la primera experiencia de mi chiquilla con un kayak sea en mitad de un mar embravecido, mientras le pido a gritos que reme como una cosaca en pos de la ansiada, y cada vez más lejos, orilla.
Pero mi orgullo y tozudez estaban por encima de la climatología. Así que alquilé una individual.
Realmente no llegué a salir de la playa (ni loco, vamos), pero me divertí mucho, cogiendo olas y tratando luego de volver a zonas más profundas. Me resultó tan significativo el verme con los brazos arder, tratando de remar gesticulando como un colgado, solo, y diciéndome en voz alta: "ahora sí que la cagamos, ahora sí que la jodimos... aaaahhh". Pero luego, no preguntes cómo, la proa se levantaba impetuosa, y casi con elegancia, kayak y yo superábamos la ola.
Juer, como mi vida. De momento...
Esto, evidentemente, no es el motivo de que hoy me sienta mal. Pero es que me apetecía contar esto, y con eso me basta.