Kenshin se quedó estupefacto, como analizando lo que había oído. Simplemente, estaba procesando la información.
- ¿Cómo dices?
- ¿Qué es lo que no entiendes? - repuso la ardilla, hablando con toda naturalidad, como quien le explica sumar a un crío
Kenshin se quedó esperando, una vez más...
- A ver, me dices que el problema que tengo es que quiero agradar a los demás
- No, yo no he dicho eso
- ¿Entonces?
- Casi todas las personas quieren agradar a los demás, eso es normal. Aquellos que no quieren hacerlo, suelen ser unos auténticos cretinos.
- Ajá
- El problema que tienes tú es que, además de querer, intentas agradar a los demás - concluyó la ardilla
- ¿Y eso es malo?
- No lo sé, dímelo tú
- Joder, ardilla - Kenshin comenzaba a desesperarse - No entiendo a dónde quieres llegar. ¿Por qué no me dices la moraleja y ya está?
- Precisamente por eso. Porque decir una moraleja no implica entenderla. Tienes que vivirla por ti mismo, y crear tú tus propias moralejas.
- Vale, como quieras... - ya empezaba el caballero a resignarse un tanto con la dinámica de la conversación, así que trató de recoger frutos - El problema está en que intento agradar a los demás.
- Sí, eso dije
- Y ese es el problema que me causa que no sea feliz, porque lo que tengo que hacer es no intentar agradar a los demás. Aunque quiera hacerlo.
- Exacto
- Porque querer agradar es bueno
- ¡Bien!
- Pero intentarlo no es tan bueno porque... porque... - Kenshin se estrujaba la cabeza - hago cosas para agradar y que no son auténticas... no soy yo mismo
- ¡Eso es!
Y la ardilla, de la emoción de ver como el caballero comprendía, dio un gran salto, con una pirueta que no todas las ardillas sabían hacer. Pero es que esta ardilla era especial. Especial de verdad.
- Pero si no intento agradar, si soy tal cual... está claro que no agradaré a todo el mundo
- Claro - la ardilla sonrió, porque parecía que el caballero comenzaba a entender - Pero es que eso es imposible
- Imposible - repitió el caballero, asimilándolo
- Es imposible que llueva a gusto de todos
- Comprendo - asintió Kenshin - Imposible
- Es bueno que quieras caer bien a todos los demás, pero es algo que no se puede, y tal vez no se deba hacer.
- ¿Y qué hago si no le caigo bien a alguien?
- ¿Cómo? - ahora era la ardilla quien no comprendía
- Sí, ¿qué hago si no le caigo bien a alguien? ¿Cómo arreglarlo?
- El tiempo pone todo en su lugar, así que si se debe a un malentendido, se resolverá. Si es simplemente porque eres como eres, no se puede hacer nada
- ¿Y entonces?
- Entonces asumes que hay gente a la que no le caes bien. Pero a fin de cuentas no es tan importante.
Kenshin se quedó petrificado
- Claro - prosiguió el animal - no es tan importante. Simplemente sé como eres... y lo demás, ya vendrá
Tras unos segundos, el caballero no pudo evitar retomar el tema
- Y... entonces, ¿cuándo se me caerá este maldito yelmo oxidado?
La ardilla soltó una ruidosa carcajada
- Sigues con el mismo tema... Cuando te des cuenta de que no tienes ese yelmo, ya no necesitarás quitártelo
- O sea, ¿que realmente no tengo yelmo? - preguntó Kenshin incrédulo
- Claro que sí, ¿no te das cuenta de que te molesta tanto?
El caballero de la armadura oxidada?
Buenas reflexiones.