Mañana me acercaré a Madrid. El vuelo sale esta noche.
Es por motivos de trabajo. Unas jornadas informativas sobre tecnología inalámbrica. Nada realmente motivador, la verdad (bueno, el tema está guay, sí, pero sé que voy a encontrarme con los cuatro comerciales de siempre, que aunque cambien de cara, compañía y traje, sé que son ellos: no me engañais, cabrones).
Al menos podré aprender algo nuevo (siempre se hace), dejo la puerta abierta para futuras incursiones en tierras madrileñas (decir que no ahora, tal vez sea "no" para otras ocasiones) y, de paso, me dejo ver. Networking, dicen algunos. Tener contactos, dicen otros.
El jefe me propuso aprovecharme y quedarme todo el finde allí, volviéndome el domingo. No era mala idea. De hecho, en mayo del año pasado ya lo hice.
Pero no. Esta vez no. El par de amistades que tengo en Madrid (par equivale a dos, que conocidos hay varios, pero no son de suficiente confianza) están liados estos días. Me vendré mañana por la noche de vuelta.
No tengo a nadie allí con quien compartir mi tiempo. Pensándolo bien, tampoco tengo a nadie aquí con quien hacerlo, pero al menos, para estar paseando solo por la calle, prefiero hacerlo en casita.