Hoy he tenido un buen día... Un día tranquilo, con cosas que sacar adelante, con proyectos, con ideas,... Pero, sobre todo, con proyectos.
Y es que, a veces, lo único que necesitamos es ver que las cosas pueden mejorar. El ser humano es, tal vez, el único animal que sueña con la esperanza de un futuro mejor. En cierta manera, es lo que le permite sobreponerse ante un pasado que recuerda entrañable y un presente que diagnostica repugnante.
En estos últimos días, han pasado dos cosas especialmente importantes para mí. No, no me refiero ni a que han pillado al Sadam ni lo del Príncipe (ambas cosas tienen tanta relevancia en mi vida como la caída al suelo de un guisante en la reconchinchina... que ni me entero vamos).
La primera de ellas es que quedan 48 horas para el estrenaaaazo del Retorno del Rey (soy un fan de Aragorn, lo admito). Ahora bien, sé que este hecho es sumamente inapreciable en un sinfín de sucesos importantes que le pueden ocurrir a uno... Pero es que estoy a gusto, me siento en armonía y, por tanto, cualquier detalle agradable me anima en demasía.
La segunda de ellas es la realmente importante. Ayer volví a quedar con Ella. Después de dos semanas de haberla visto, cuando ya pensaba que estaba todo perdido...
Ella es una chica que se me antoja maravillosa. Plena en virtudes, sólo dispone de defectos que embellecen aún más su carácter. La conocí hace ya 2 meses, en una noche en la que salí con la sensación de que conocería a alguien, pero sin la certeza de ello... Hasta que me la presentaron, hasta que me enteré que nos conocimos porque ella así lo pidió a una amiga común, hasta que me di cuenta de que una rubia impresionante me estaba dirigiendo la palabra a mí, pobre hidalgo sin más fortuna que cierto sentido del humor algo cínico, y una forma de ser que bien algunos denominan templanza, otros no dudan en caracterizar de indecisión.
Y ahí me vi, tratando de sacar de mis labios más palabras que simples monosílabos, procurando ser elocuente y viéndome apoyado por consejos y ánimos de la escuadra que me acompañaba, que me alentaba no a tener algo esa noche (no lo buscaba ni creía haberlo encontrado), sino más bien a continuar ese proceso que podría terminar en quedar otro día.
Y así fue. Contra todo pronóstico me pidió el número de teléfono al despedirnos (sí, lo sé, servidor es un chotas... no tiene agarre ni para jugársela ahí, tomando iniciativa... si es que lo del macho españó lo dieron un día que no fui a clase).
A partir de ahí, todo se convirtió en una de las pruebas más duras que he pasado. Uno que es efusivo y gusta de luchar por lo que le gusta (forma de ser que también puede describirse como actitud desesperada ante un mínimo de atención femenina, todo sea dicho), se dedicó a tratar de quedar con esa belleza de carácter directo, algo seco y brusco, pero profundamente atrayente.
Y fue cuando descubrí que tras esa fachada de rubia bombón, se escondía una persona sumamente sensible, dañada tras una larga relación que no iba bien (y por tanto, no terminó mejor), y cuyo principio de vida se había convertido en un Carpe Diem, una intensa huida hacia delante, que nunca se sabe cuántos días quedan hasta exhalar el último suspiro.
Así pues, este caballero (sin tierras, sin título, pero empeñado en tener nobleza en el alma) se vio condenado a una dura prueba. Cómo acercarme... cómo acariciar sin tocar esa piel martirizada de heridas que era su sensibilidad... cómo pasar esa fachada de tía dura...
Me sentía alimentando a un gorrión silvestre. Llevándole algo de comida fuera de mi cabaña, depositando los granos cerca, en un pequeño hueco hecho en la nieve. No hagas movimientos bruscos, deja que se acerque cuando desee, escucha, sé paciente,... Debes personificar en tus gestos y en tu voz la idea de que no eres tormenta, sino paz. Es complicado, cuando lo que te pasa por las venas es estar con ella todo lo posible, abrazarla, conocerla... ¿Amor? No sé, no lo creo, es muy pronto. Pero sí, desde luego, es interés. Un interés sincero, profundo, más allá de una noche o un acto físico. La esperanza de encontrarla, a Ella, a la misma a la que una vez el maestro Alejandro Sanz le dedicara una canción...
Le dio miedo. Quiero creer que fue eso, miedo. Miedo al compromiso, miedo a repetir una situación desagradable. De hecho, me ha comentado explícitamente que le da pánico el dolor emocional. Bueno, es normal. A mí también me costó superar durante mucho tiempo (algo más de un año) mi última relación seria. No se puede pedir a los demás lo que tú mismo no puedes dar.
Y tras esa semana eterna, silenciosa, fría y oscura, en la que tuve que plantearme vivir recomenzando mi búsqueda... Recibí un sms: "He estado pensando y crees que tienes razón en lo q dijiste. Lo del miedo y esas cosas. Q a fin de cuentas no me has pedido nada, y estoy muy a gusto contigo". Y es cierto que no le he pedido nada (..."suspiro"...abrir las manos y ser paciente... como cuesta hacer eso... fingir que no ves en sus preciosos ojos marrones a tus futuros hijos...).
Y total, que nos volvimos a ver ayer. Radiante, alegre como siempre, risueña y encantadora. Sabe lo mucho que me gusta y cómo me alegra los días cuando tengo noticias suyas (el mismo día que se lo dije, en el coche, al despedirnos, fue el mismo día que una sombra de miedo oscureció el brillo de sus ojos). Pero aún así, juraría que ayer estaba de nuevo relajada, tranquila...
Y la sensación de que alguien tan importante para ti se sienta tranquila con uno reconforta.
Bueno, conclusión... ¿Y ahora? ¿Ahora qué?
Ahora a esperar... Esperar que vuelva a posarse ese gorrión, a que vuelva a acercarse... Debo moverme con cuidado. Un paso en falso podría espantarlo de nuevo. No volveré a cometer el mismo error de ser tan directo, de hablar de sentimientos. Debo ser paciente, incluso cuando nunca lo he sido para estas cosas.
La otra posibilidad es abandonar, olvidar, renunciar... Pero por qué será que eso de tirar la toalla nunca se me ha dado bien. Uno puede ganar y uno puede perder (y Dios sabe que hay más derrotas apuntadas en mi devenir, que posibles victorias, esporádicas, casi casuales), pero es que eso de dejar pasar la ola... Prefiero verme demacrado en las rocas de la orilla. Que no se diga que Kenshin no lo ha intentado.