Siguiendo con mi manía de actualizar mitos, hoy pasamos al típico cuento de Navidad: Un personaje penoso y desesperado, un milagro navideño que hace feliz al tipo y, al final, alguna prueba material que demuestra que el milagro ha existido realmente. En fin, no soy Dickens, pero tampoco me lo propongo.
CUENTO DE NAVIDAD
El hombre camina por el empedrado con el paso vacilante y nervioso de un gorrilla. Pide un cigarro a una pareja que estaba sentada en un banco y se lo dan con una mirada de desprecio. Se sienta a su lado y los chicos se levantan. Realmente su aspecto es deprimente, con ese anorak azul y fucsia encontrado en un contenedor, el pelo grasiento y la barba de dos semanas. Su olor es ya una mezcla irreconocible de sudor, humo, vino barato, cerveza ínfima y miseria en general. Simplemente un yonqui, uno de tantos que daban nombre a la plaza donde ahora descansaba. El hombre fuma, fuma nervioso y a la vez sin prisa, intentando que el cigarro no se consuma tan rápidamente. El humo del tabaco y el vapor se confunden saliendo de sus labios, hace un frío terrible. Demasiado frío incluso para ser la noche del 24 de diciembre.
Los guantes mugrientos están empezando a chamuscarse cuando por fin tira el cigarro al suelo y lo pisa. El mono vuelve con más fuerza. Dos días sin chutarse. ¿Tenéis para un porrito? No, no tienen. Los cuatro tíos de enfrente, apalancados después de una larga noche, le miran con lástima, o quizá con miedo, o con impaciencia. Otro enganchado que les molesta. La plaza está cada vez peor, entre los yonquis, los merdellones y la secreta.
Dos días sin chutarse. No ha conseguido ni tres euros pidiendo y no tiene fuerzas para amenazar a nadie. Son también dos días sin comer. Y nadie puede ayudarle en esta ciudad. Se tumba en el banco, el cuerpo se enfría y comienza a tiritar. El viento y la humedad le calan los huesos. Son las 5 de la mañana y falta mucho para que llegue el sol. Quedan grados por descender aún.
Dos días sin chutarse. Imposible moverse, imposible mantenerse quieto; todo su cuerpo, helado, tiembla. Los cuatro tíos de antes pasan a su lado y se despiden entre ellos, más adelante, deseándose Feliz Navidad. Estamos en Navidad. Es Nochebuena. No hay regalos esta vez. Dos días sin chutarse. Querido Papa Noel, este año he sido malo con cojones, pero necesito un chute. Por tus muertos. Y si te lo curras, un saco de nieve, cabrón, que para algo vives en Finlandia, o en Islandia, o en la Antártida. Dos días. Por favor, Santa Claus, gordo. Lo piensa de verdad, lo pide, reza. Cierra los ojos. El espíritu de la navidad. El nosequé de los anuncios. Los pascueros, este año protegidos por plástico y alambres para que los ciudadanos no se los lleven a sus casas. Las luces. El frío. Ya no siente los pies ni las manos. Está solo en la plaza. Dos días.
Y entonces pasa. El milagro se cumple. Una sombra llega, le tapa con una manta y le incorpora un poco en el banco. Remanga su brazo y pincha sin dudar, las venas se marcan ya con claridad y un rosario de cicatrices enseña el camino. Al principio no hay nada, salpicaduras de plasma y glóbulos. Pero no, el corazón ya está bombeando. El calor corre por sus arterias, el cuerpo deja de tiritar. Suspiro. Relajación de músculos y esfínteres. Silencioso pedo que sólo él percibe, solo frente a la mole de piedra de la Catedral. Sonrisa. Gracias, Papa Noel. Feliz Navidad.
***
Trabajar la mañana de Navidad no es algo nada apetecible. Pero pagan bien. Los basureros recogen botellas, barren colillas y lanzan imprecaciones al tener que recoger condones usados de los bancos. Más cristales rotos y vasos de plástico. Antes no se salía en Nochebuena, Paco. Era un día en familia. Qué pena. Su compañero asiente. Para pena este pobre hombre. Despiértalo, anda. La escoba arrambla con una colilla y una jeringa. Manotazo en el hombro. Zarandeo. No hay respuesta. La leche, Paco. La ha palmado el tío. Zarandeo y débil palmada en la cara, fría como el mármol. En balde.
Sí, agente, en el jardín de los naranjos. Un mendigo, seguramente muerto ya. De acuerdo, esperamos aquí a la ambulancia. Ah, gracias, feliz navidad a usted también.
Escrito por Jarry a las Diciembre 26, 2004 01:11 AMQue duro, tío...
Me gusta... No eres Dickens pero no está mal... ;-)
Feliz Navidad!! Jeje.
Escrito por rayiohead a las Diciembre 26, 2004 01:39 AMMuy bueno y muy duro. De hecho, muy bueno porque muy duro. ;)
Escrito por Santo a las Diciembre 26, 2004 02:30 PMQue duro ni duro!! me encanta!!! De hecho, cuando iba por la mitad del relato,pensando que al final viviria,pensé decirte que escribieras un final alternativo en el que muriese. Oh que satisfacción :D...a mi me parece un regalo muy boñito :)
Un binzito pogui :****
Escrito por Sonia a las Diciembre 27, 2004 09:52 PMsabes? leyendo nuevamente tu relato y con el aburrimiento del que hace lo que sea por no estudiar, me metí en la pagina tonta de estasmuerto.com y hice el test de a ver cnd me voy a morir... asi que ya puedes ponerle nombre al personaje de tu cuento, te pego directamt lo que pone:
Motivo de tu muerte: 'Solo queria probarla, mierda, solo probarla. Creía de que yo dominaría la situación, ¡mierda!, y mirame ahora, sobre la alfombra con una jeringuilla aun conectada a mi vena mientras mi último y más grandioso chute me lleva allí a donde no he de volver'...
jop:( un besito
Escrito por pepi calzaslargas a las Diciembre 29, 2004 11:24 PMademas me muero en el 2009
Escrito por pepi calzaslargas a las Diciembre 29, 2004 11:25 PMxDDDDDDD Si es que todo se pega... (tranquila, creo que la meningitis no) :P
Escrito por Jarry a las Diciembre 29, 2004 11:58 PM